viernes, 26 de junio de 2009

El movimiento

Según Picasso, “el papel de la pintura no es pintar el movimiento, poner la realidad en movimiento. Su papel, para mí, es el de detener el movimiento”.

Y a continuación se explica:

Para detener la imagen hay que ir más lejos que el movimiento. De lo contrario se corre detrás de él. Para mí, solo en ese momento se capta la realidad.”

Siguiendo este derrotero, y aventurando otras distancias, los poetas irían tras sus musas, volviéndose videntes, para detener el movimiento de sus propias imprecisiones. Fijar un instante, en el momento en que lo percibido cruza un umbral, y entonces pintar, lo más pronto posible, esa fugacidad que es a la vez un aullido, una evocación.

La poesía sería entonces la captación de esa fuga, tal vez habitada por el esplendor o la opacidad, o como vaticinó Arthur Rimbaud “la poesía no ritmará más la acción: estará adelante”.

llegar a lo desconocido, tal como lo supo el de las suelas de viento.


martes, 23 de junio de 2009

El secreto de la vida

Una vez, siendo adolescente, disfruté una copa de vino en una tarde de lluvia, sentado en la vereda bajo un árbol frondoso, hojas verdes y amarillas, el tiempo podía fijarlo como si no sucediera, la compasión me dejaba mudo. 

Después entré a casa

Y la vida prosiguió.


domingo, 21 de junio de 2009

Sobre Washington Cucurto

Una vez, en el barrio de la Boca, compartí una feria de poesía con escritores de mutilados versos, recuerdo que Cucurto animaba el encuentro ofreciendo a la gente la complicada tarea de vender esos libros, a todos nos cayó bien lo que hacía, nos insistía para que leyéramos en el escenario montado para la ocasión, mientras la tarde de aquel domingo se iba cayendo. De tanto en tanto, algún discurso delirante arengaba a los poetas y al público para que declamaran y consumieran poesía, al rato Cucurto deambulaba entre los vasos de plástico y las empanadas de carne. En ese momento me pregunté si mucho de lo que él hacía podía considerarse dentro de cierta periferia de aquello que entendemos por literatura. Sin embargo he creído, trayendo a cuento este debate tardío que Cucurto es un escritor producto de su tiempo, tal vez su estética desconozca el artificio, no hay en su prosa un trasfondo poético, lo que surge de su imaginación tiene márgenes de una realidad harto conocida, una realidad que adopta el ropaje de la literatura, logrando reflejar un contexto despojado de inverosimilitud y arrastrando una mirada que representa sin proponerlo una urgencia objetiva, una aguafuerte, una descripción asfáltica de una Buenos Aires que hierve en calles hediondas y personajes trasnochados. Y tiene la condena de saber que quienes lo frecuentan no serán jamás sus lectores, y carga con la sentencia de saber que quienes se acercan a su literatura lo defenestrarán por escribir “mal”. Hasta de Arlt se ha señalado que escribía con errores de ortografía. ¿Seguirán ladrando Sancho?

viernes, 19 de junio de 2009

Los que labran anonimatos

Lleno mi vaso de vino…

Los que labran anonimatos, en una hora yerta, sucumben por las noches buscando fantasmas en los armarios. Es este el prolegómeno vacío de un tiempo que se ha ido.

Construyo naderías, al final de un patio cubierto de glicinas, mientras la manivela de una caja mágica arroja maíz en un canasto de mimbre.

Es muy precario lo que habito, apenas lo recuerdo.

La vida siempre prosigue, pierdo buena parte de mi tiempo decodificando símbolos pétreos, que suponen alegorías para entender la realidad.

Las volutas de humo y las estrofas peligrosas (de esas que ya no subsisten), simulan al final del pasillo un gesto muy teatral, cualquier cosa mujer, cualquier cosa menos esta mansedumbre con la que vamos al matadero…

Debo reconocer que me sorprende cuando alguien se detiene en un texto, y acaso sin saberlo construye un vínculo, realmente hay veces que no tengo idea hacia dónde van las construcciones que intento enarbolar, casi como un mendigo, en medio de la noche quieta.

Alguna vez me dijeron que es mejor sorprenderse que desilusionarse, desde entonces no he hecho más que buscar encrucijadas. 

Y mi vaso ya está vacío.


jueves, 18 de junio de 2009

Lo que queda por delante...


“La mayoría vive en silencioso desaliento” decía Henry David Thoreau, algunos continúan a duras penas la idea de continuar, porque la poderosa obra debe continuar, porqué no hay otra cosa que podamos y no podamos hacer.
Y en verdad podemos estar años pensando cuál sería nuestra próxima página, nuestro triste aporte.
A veces, cierto desasosiego, en el alma de un artista, puede resultar trágico.
A lo largo de la historia, muchos poetas pagaron con sus vidas la indiferencia del entorno ante la obra difícilmente construida. Y sin embargo muchos de ellos le dieron un sentido de humanidad a ese entorno, un valer la pena…

Nos basta un pedazo de papel y una lapicera, una máquina de escribir o un teclado de computadora, después de todo eso, alguien que nunca conoceremos se acostará mirando el techo, y no podrá dormir por un rato.

sábado, 13 de junio de 2009

En torno a lo creado

William Wodsworth decía que el origen del poema se debía a una agitación del alma mientras evocaba recuerdos intensos…

Una agitación del alma… allí tal vez podamos ver una punta del ovillo, podríamos modificar el verbo y probablemente nos acerquemos a una penumbra de lo que pretendemos conjeturar. El alma agitada o tal vez espantada, aterrada porque acaba de ver…

hacerse vidente” decía Rimbaud.

Ver lo que otros creen ver, tocar el alma, ya perfecta, porque hemos llegado donde nadie, luego de habernos conocido en profundidad, luego de haber profanado la cueva.

Ver, alcanzar, crear, no-comprender, aquietar, hundir, elevar, desgarrar el lienzo de nuestra propia clarividencia…

William Blake nos decía que los sentidos nos engañan, las “puertas de la percepción”, de Aldous Huxley, abrían esclusas hacia el ancho océano subjetivo, de las que Jim Morrison nadó hasta perderse, deliberadamente traslado este concepto hacia la creación poética en estado de trance, todo es permitido, aunque sea imposible de abarcar.

Lo que intento decir ya se aleja, rauda y efímera y salvajemente, hacia un rincón callado del pensamiento, fragmentos que en vano aún creo corregir.

jueves, 11 de junio de 2009

Sobre el misterio de escribir

¿Ocurre lo que ocurre?

¿Qué hay detrás de la belleza?

¿Qué hay debajo?

Cuando el poema irrumpe, nada de esto nos importa, solo surge lo que debe surgir, porque ese es el destino del poema, saberse predestinado a lo predestinado.

José Saramago decía que probablemente sepamos quienes somos, pero difícilmente podamos responder Qué somos.

Creo que cada poeta podría decir quién es el que escribe, débil desasosiego ocupando la celda vacía de un recinto mal iluminado.

Difícilmente ese mismo poeta pueda decir qué hay detrás de ese poema. La tarea es por demás abrumadora, pero a veces, al cabo de un tiempo, llegamos a una orilla cuyos márgenes nunca descubrimos (el alivio del cuerpo sumergido en el agua salada).

Probablemente ese sea el sentido aliviador de los heterónimos, saber que otro de nosotros puede explicar lo que minutos antes, alguien de nuestro yo más profundo escribió a solas con su alma.

miércoles, 10 de junio de 2009

Lo candente y lo profano

No puedo evitar pronunciarme sobre el descenso en el momento de escribir poesía, es alegórico, como cuando bajamos a nuestro inevitable infierno, la penumbra de nuestro más profundo yo, la imagen que un espejo devuelve en el más absoluto de los escarnios…

Y cómo solemos proteger tal agonía que termina resultando nuestro más preciado tesoro. De esto han sabido dar cuenta los llamados poetas malditos.

Alguna vez Artaud dijo lo siguiente: “nadie escribe más que para salir de su propio infierno”.En ocasiones, la vida familiar y las rutinas laborales nos alejan de esos estados. Entonces queda detrás el camino del Dante, las videncias de Rimbaud, la fe de Dylan Thomas.

Entonces dejamos de escribir y nos queda, al menos, el consuelo de leer lo que otros recorrieron, en pagano desaliento.

¿Hace cuánto que no decimos “ese hombre estuvo en el infierno”?


sábado, 6 de junio de 2009

Cadáveres exquisitos

¿Qué hace que escribamos?¿Qué hace que no escribamos?

Los poetas urden apreciaciones, enarbolan fuegos fatuos, y discuten mientras algunos parroquianos parecen tener estacas en los brazos y el gesto teatral. La ginebra y las volutas de humo agrietan las escamas del poema con múltiples voces. La birome pasa de mano en mano, las luces parecen bostezar.

Por lo demás siempre habrá algún poeta que nos muestra el secreto del universo…

Ese cuerpo mutilado del poema, urdido colectivamente en agonía, espera trocar una continuación absurda, su línea estética se quiebra sucesivamente, adquiere espasmos y aires diáfanos. El de la tercera mesa devuelve una penumbra, el que se encuentra de pie le agregara una débil metáfora de lo que no tenía planeado decir.

Es un monstruo de cola infinita que serpentea entre ángeles y demonios, penumbras, grifos, variaciones, iluminaciones, soledades (ruidosas las soledades). Arriesgaría decir que un pintor, si tuviera la encantadora tarea de ilustrar este divague, utilizaría colores verdes y rayas negras.

Y todo lo que desgrana el cuerpo mutilado es plasmado en un papel. Y con ellos muere la noche, y algo de lo que hicimos muere también.

Después alguien dirá, al micrófono, que el nuevo cadáver exquisito será exhibido en el escenario. Finalmente, el último de los creyentes robará esa conciencia de las múltiples tonalidades, lo recitará una única vez, y aguardaremos en vano una copia.


jueves, 4 de junio de 2009

Rimbaud

“No he hecho el mal, los días me serán ligeros, el arrepentimiento me será ahorrado”

 Hago una deconstrucción de lo aparente, edito sobre lo editado y todo por suponer que puedo opinar en torno a Arthur Rimbaud. Ahora es de noche, y lo único con lo que cuento es con el mero artificio de la palabra, discernir sobre su obra, lo que intentó decir, aquello que hizo en África…

Eliseo Subiela dijo alguna vez que filmaba preguntas, es acertado concebir de este modo todo intento artístico que consiste en desmenuzar un tránsito, allí donde la subjetividad de un vidente trasunta lo arrancado de todo hecho estético, para tornar literatura el trasfondo del alma humana.

Solo tengo interrogantes, desvaríos e inevitables puntos suspensivos para intentar siquiera conjeturar lo inaudito de este poeta, su poderosa videncia profética: “volveré con los miembros de hierro, la piel sombría, el ojo furioso: se me juzgará, por mi máscara, de raza fuerte. Tendré oro: seré ocioso y brutal. Las mujeres cuidan esos atroces inválidos a la vuelta de los países cálidos”…

Nunca podré alcanzar el atardecer en el cual se posó, lejos en su infancia, la vez que contempló hasta el éxtasis un barquito de papel en un estanque, aquel barco ebrio que deslumbraría a Verlaine. Me detengo en este hecho, ya que algunos han proferido que en aquel estanque se originó el vórtice de su infierno, el que lo llevó a lo hondo y a lo oculto. Estoy hablando de un hecho circunstancial, y formulando un desvarío, pero creo, mientras el delirio ganaba terreno y su voluntad lentamente declinaba en un hospital de Marsella, que probablemente aquel barco en aquella agua quieta lo haya visitado, y juntos emprendieron el último viaje, como el titiritero con su oscuro títere, quien sabe.

Este poeta, a fines del siglo XIX, en algún rincón de Francia, ha visto lo que nosotros creímos ver. Aquel que profería aullidos seguirá partiendo en dos a la poesía, cada vez que alguien se tome el absurdo trabajo de analizar lo que hizo, de intentar vanamente comprenderlo, aquel que le ha sido lícito poseer la verdad en un alma y un cuerpo.