jueves, 24 de junio de 2010

Lo que está detrás del entendimiento

Preguntas…

¿Cómo puede haber necesidad de escribir poesía, o crear conceptos desde el abordaje filosófico, si se vive en un simulacro de paraíso, sin urgencias, sin tristezas, sin agobio?

¿A qué nos lleva esto?

¿Qué tal vez, lo que nos justifica como miembros de algo que apenas comprendemos, es posible hollarlo desde el apartado faro de la desolación?

¿Cómo puede escribir alguien si está aburrido?

Todo surge porque debe surgir, no conozco quien laceró esta certidumbre, simplemente abrevo las aguas. Pero a veces, estas cosas ocurren porque detrás de la inmanencia hay un problema, que invariablemente nos traslada al análisis de la creación literaria (probablemente en filosofía esto sea más elocuente).

¿Pero cuál sería el problema en el acto de escribir poesía?

Se sabe cinematográficamente que no se escribe poesía porque sea bella, ni por corresponder a un sentimiento romántico de la literatura. Se escribe y se lee poesía porque somos miembros de la raza humana, y la raza humana bastaría como significación para ovillar el círculo de las razones que justifiquen esta ligera apreciación.

Necesariamente, ese estado subjetivo de conciencia perceptiva nos arroja a un hueco candente donde el poeta intentará, entre tanta maleza, resguardar hálitos de belleza de la invisibilidad colectiva.

“Allí hay poesía” podríamos decir, “allí ha ocurrido el poema”, pero para ello es preciso ver, descontextualizar el contexto, impregnarlo de nuestras impropias palabras, porque allí hay algo elemental y aterrador; el uso que hagamos de la palabra (desentrañando el plano de las cosas, socavando su interioridad) para simbolizar desde la escritura las mecánicas propiedades que trasuntan lo revelado, un sistema tal vez implícito, abordado desde una transfiguración, usando como “método” construcciones binarias subjetivas, o lo que se supone que pueda ser ejecutado en estado de trance.

Pero todo conlleva un riesgo.

¿Por qué extraer la belleza para ofrecer una apariencia sin representatividad del contexto?

¿Por qué no mostrar las cosas tal cuáles son?

Entender el significado de la frase “yo es otro”, lleva a duplicar un aparente no necesariamente compatible con la entidad del yo, para mostrar desde su concepto que otra realidad es posible, que es necesario identificar. Entidad socavada por la palabra, que es en sí misma toda realidad plausible de resguardar significado.

Después de esta intervención, los lectores podrán ver, surgirán nuevas posibilidades, entrelazamientos, reinterpretaciones, pero esa ya sería otra historia.


lunes, 21 de junio de 2010

Sobre la creación de conceptos


"Trascender la realidad y la materia. Reconstruir la poesía y el mundo espiritual del ser humano" ante este lema Juan Gelman se preguntó ¿Qué significa reconstruir la poesía? Ningún poeta nace de la nada y, cada uno a su manera, sigue el consejo de Basho: no hay que imitar a los antiguos, hay que buscar lo mismo que ellos buscaron. Es cierto que vivimos en una época en la que la improvisación, la trivialidad y la ligereza parecen dominar. Pero el poeta abre caminos interiores para escribir cada poema, desbroza las malezas de su subjetividad, no escucha el estrépito de la palabra impuesta. No vive para escribir, escribe para vivir…

Esto me recuerda a lo que opinaba Gilles Deleuze sobre el sentido de la filosofía: la creación de conceptos. El pensador francés se preguntaba qué valor tendría un filósofo del que se pudiera decir: no ha creado conceptos, no ha creado sus propios conceptos.
Por ende ¿de qué serviría reiterar, corroborar o justificar lo ya recorrido, si en el acto de pensamiento no elevamos nuestra propia teoría, nuestro propio significado de las cosas?

Se trata de construir lo que otros en su tiempo construyeron, pero desde otro plano.

Deleuze definió al concepto por la inseparabilidad de un número finito de componentes heterogéneos, recorridos por un punto en sobrevuelo absoluto, a velocidad infinita.

Esta sentencia debería obligarnos a ir más allá de nuestras posibilidades, a corroborar cuáles son nuestros límites, precisamente allí donde somos libres, allí donde nada nos ata, allí donde simplemente podemos crear.

sábado, 19 de junio de 2010

Adios maestro...

El sol se muestra en uno de los ángulos superiores del rectángulo, el que está a la izquierda de quien mira, representando el astro rey una cabeza de hombre de la que surgen rayos de aguda luz y sinuosas llamaradas, como una rosa de los vientos indecisa sobre la dirección de los lugares hacia los que quieren apuntar, y esa cabeza tiene un rostro que llora, crispado en un dolor que no cesa, lanzando por la boca abierta un grito que no podemos oír, pues ninguna de estas cosas es real, lo que tenemos ante nosotros es papel y tinta, nada más…

De “El evangelio según Jesucristo”, José Saramago.

Duele saber esto, duele saber que algún día estas cosas llegan, que las trincheras cada vez son menos, que ya no queda donde poner a resguardo el alma, que la palabra, tan elevada en su uso, es apenas una necesidad de decir que estamos un poco más solos, un poco más callados, no importan las comas ni los puntos suspensivos, tampoco importa si dios va en minúscula, importa esto que ya no es, y que sin embargo seguirá siendo, importa que apenas se tolera que ya no es ayer, que mañana es otro día de junio, frío como este, con un poco de sol.

Saramago bogaba por la necesidad de elevar conceptos, inquiría por filosofía, por conciencia social, cometía verdaderos deleites con esto que llamamos el entendimiento humano.

Si bastara reducir su aporte a la literatura tendríamos bastante consuelo, bastante que indagar, pero no, su talla moral, su lucidez reflexiva, su inquebrantable sentido de la ética, hacen insoportable esta ausencia.


martes, 15 de junio de 2010

Pinturas rupestres

Nada surge desde lo abúlico, segmentos de impresiones van tallando un cuerpo acostumbrado a la reiteración, socavando con el acto creativo la concepción de la anterioridad, de la que el tiempo desprende sus ubérrimos conceptos. Trazos que necesariamente vuelven a un mismo punto de partida, por muchísimo tiempo.

Si esos trazos se dispusieran unos sobre otros, remarcando con la misma intensidad el mismo recorrido, tendríamos al cabo de unos años la figura pétrea de un animal extinguido antes de nacer. La inevitable obra sería en realidad una exposición muda de una acción consecuentemente desesperada, realizada con resignada abnegación para que otros no cometan el mismo desvarío, completando mecánicamente el idéntico trazo.

Se sabe que en esta intención original no prima el desfiguramiento del símbolo temporal, sino el hecho de alertar silenciosamente a sus congéneres para que abandonen la cueva, para que sepan que el tiempo ha pasado, que allí no hay nada más que hacer.

Nota:

La imagen corresponde a una pintura rupestre realizada por la etnia San, pueblo de cazadores-recolectores que vivieron en todo el sur y el este de África durante miles de años antes de ser desplazados por tribus africanas y colonizadores europeos. El pueblo San sigue viviendo en el desierto de Kalahari de Namibia. 

sábado, 12 de junio de 2010

Sobre las escrituras simultáneas

Hace algunos meses, leí un pequeño artículo sobre diversos proyectos de un escritor llamado Pablo Ramos, en una primera lectura no pude absorber la posibilidad de tantas escrituras simultáneas, luego pensé que sería interesante abarcar dicha producción desde donde el escritor elige avanzar, y me llegué a preguntar, si dispusiese de otros tiempos, dónde enfocaría mis entuertos literarios.

Ahora bien, en este caso concreto, o se avanza desde lo que se planifica o se avanza desde el llamado de la obra en tanto creación genuina (donde no es precisamente el escritor el que elige escribir). Cuesta creer esto último cuando lo que se tiene entre manos son géneros dispares.

No todos tienen esa facilidad. Para escribir poesía no puedo concebir abarcar otras cosas, necesito abstracción, o tal vez deba decir que la abstracción se impone por sí misma, paulatinamente modifica el contexto hasta absorber lo que se encuentra fuera de la periferia. Mucho antes de todo eso el poema ya estaba siendo creado. Se ingresa como en un túnel, los lobos muerden la conciencia, afuera no hay nada, y a la vez, una totalidad le otorga presunciones al poema, lo esquematiza (extraña paradoja), finalmente lo deja librado a su suerte.

Me sorprenden estos casos, busco el método pero los procesos creativos imponen sus coordenadas, porque cuando se está dentro de un sistema pareciera que un rasgo de mutilación de la escritura se apropia del escritor, como el músico que poda sus versos para que los sonidos no queden desmembrados de la palabra, asimismo cumplir con tiempos impuestos por editoriales atentaría contra ese estado de belleza en transición, el cuerpo pasa a ser una máquina que ya conoce los mecanismos, los vericuetos, y las salidas tal vez armoniosas, y lo que se gesta sale al mercado (horrenda palabra) bajo el esquema de una producción (tal vez no sea así, en todo caso haya que corroborarlo inútilmente).

Aun así, tal vez resulte posible, desde un sobrevuelo, descubrir en la simultaneidad las pequeñas fragmentaciones del conjunto, una especie de limbo donde no se sabe bien dónde terminan las cosas.

Los lectores, mientras tanto, esperan ingresar al inmenso jardín.