jueves, 26 de agosto de 2010

Sobre algunas erráticas percepciones

Creo que cuando se habla de poetas “condenados” se vincula el adjetivo a una connotación perceptiva que diagrama sus ribetes desde orillas poco transitadas por el oficio de la escritura. Resulta un ejercicio ligero reducir a esa palabra un “estado” pretendidamente espurio del escritor en tanto salvaje, en tanto maldito. Buenos poetas han merecido el elogio sin que se haya bastardeado el concepto. Para algunos, la idea queda asociada al romántico miserable que clava sus puñales literarios desde una periferia, buscando describir cuán “profundo” ha descendido su alma, imbuida del pantano donde mendiga una suerte impropia, un devenir. Hay allí la constante descripción de una cáscara, una imagen del pensamiento buscando adscribir lápidas y moradas desgastadas entre glicinas, alguna que otra mirada perdida, alguna que otra ensoñación.

En verdad prefiero la paradoja de la abstracción, donde discurre lo que no se añora.

sábado, 21 de agosto de 2010

Una sombra y una idea

Hace unos días encontré unas cajas llenas de poemas, se me ocurrió en primera instancia un ejercicio catártico: desmenuzar esos manuscritos, trabajarlos en el blog, cultivar todos los matices del silencio, no sé si estoy preparado para eso.

Discurro entre las diferencias que pueden suscitarse entre la originalidad y la autenticidad. Prefiero embestir los textos y librarlos al azar, a un viento sin nombre, después de todo, los poemas dejan de pertenecernos apenas los arrojamos a los lobos, y yo apenas soy una sombra y una idea.

El problema es como desbrozo la otredad, cuando no hay un detrás.

Suelo bifurcar lo añorado, elevo dicotomías, y todo por ver embebidas mis encrucijadas, mis literarios entuertos.

Anochece, soy un guardián en la azotea, la noche es ahora la más encantadora de los jardines, y mi nostalgia debería tener alas.


viernes, 13 de agosto de 2010

Sobre la antelación de lo creado

Si tuviéramos que analizar corrientes de pensamiento en torno al acto de creación literaria, tendríamos por terreno enormes bifurcaciones con pocos elementos en común. Haciendo escuetas lecturas del caso podríamos enhebrar algunas cercanías. Pero sería evidente la ausencia de puentes donde soslayar la materia, el perímetro, la substancia, el complejo enramado.

Por un lado, hay quienes estiman que la creación literaria se debe a una contemplación de la naturaleza, entendiéndose por naturaleza todo aquello que figura estático y simula un devenir, algo que es habitual y que es preciso apartarse para poder percibir un mundo detrás de las cosas. Paralelamente el espíritu debe estar sosegado, en estado apacible y perceptivo a todo lo que ocurra, por insignificante que parezca. Parecería una receta. Probablemente (quienes recuerden el film “La sociedad de los poetas muertos” tal vez concuerden) aquellos que aprueban la escala de Pritchard para clasificar un poema adscriban a estas ideas.

Creo que necesariamente hay algo más candente, algo que resulta complicado definir.

Siguiendo la disyuntiva, una segunda corriente de pensamiento sostiene que el poeta debería ser considerado un vidente, alguien que ve lo que otros creen ver, idea que se encuentra asociada, tal vez involuntariamente, al descenso de la profundidad del alma, que debemos conocer si pretendemos luego ilustrar sus pormenores a través del artificio de la palabra. Esto ocurre simplemente, no hay premeditación ni proposición, tampoco suposición. No hay elementos afectivos o perceptivos en el "contexto" que se pretende "trazar". Surge lo que debe surgir y en todo caso el poeta hará un trato con la belleza. Si en Filosofía la creación de un concepto incluye una serie de componentes que a su vez deberán estar, en cierta manera, imbuidos en un plano de inmanencia, concentrados en una estructura que igualmente habilita la noción de infinito, podemos decir entonces que, en poesía, o en el poema, ese plano de inmanencia contempla una "fase" anterior que es preexistente al acto de pensamiento, preexistente al propio plano donde se gesta lo concebido volcánicamente. Si el plano de inmanencia es lo no pensado del pensamiento, en el poema necesariamente existe una antelación a esa gestación en trance, probablemente more allí lo revelado, inherente a la verdad y a la belleza (igualmente suponer esto conlleva desbrozar la palabra esquema por esquema, ya que si tuviéramos que ejemplificar perceptivamente el asunto podríamos mencionar el desarreglo de los sentidos como modo de hilar una divagación). Pero ciertamente resultaría imposible corroborar con variables ese estado del alma, imposible discernir con el artificio aquello que el vidente apenas puede apresar. Dilucidarlo sería abrumador.

Frente a estas apreciaciones, quienes representan la primera corriente de pensamiento, experimentan la belleza como idealización o exaltación de lo visible (hacen de la poesía una estatua, un jardín de flores enlutadas, un acto que adscribe a ilustrar lo excelso y lo broncíneo).

Los últimos en cambio logran ilustrar, con su arte, la fealdad de la belleza.

El acto de escritura que supone entremezclar lo aparente, la pintura compasiva que se pinta con desgarro.


martes, 10 de agosto de 2010

Lo que aparta

Enajenado desde lo desfasado, hurgando en recónditos donde evitar resquebrajarme, así van las cosas, si tuviera que apresarlo en un pensamiento escogería el de Rimbaud a propósito de su relación con la poesía: “ya no me ocupo de eso”, y si desde cierta periferia hay algo de eso, lo cierto es que las obligaciones laborales absorben hasta anestesiar los sentidos, y después quedan luces diáfanas en el retorno a casa, vemos algo que en el cotidiano camino resultaba indiferente, y muy probablemente el mundo que habite detrás de esas cosas no importen, pero dan prueba del cansancio con que descubrimos otra mirada, luego de haber estado haciendo aquello que solíamos criticar a los demás.

Siempre tuve conciencia del hombre-engranaje accionando poleas de la gran máquina, lo relativo-causal tornándose masa, único rostro, reloj de fábrica.

Los planos que se bifurcan, las secuencias sin componentes, los conceptos vacíos…

Siempre creí que lo inevitable alimenta con su urgencia esa especie de máscara sin rasgos en que termina convirtiéndose todo, y se anulan las imprevisiones, el juego de los contrarios, lo subjetivo y lo transversal.

Al final quedan las nimiedades, alguna que otra brisa, los bollitos de papel…

Como estos esbozos.

Probablemente haya que practicar aquello de la prepotencia del trabajo, como solía cultivar Roberto Arlt.

miércoles, 4 de agosto de 2010

"La poesía simplemente me ocurre"

El poeta Rodolfo Alonso dice que somos tiempo, tiempo y memoria, seguramente se necesita tiempo para decir estas cosas, se necesita haber recorrido la palabra desde lo calcinado, para descubrir preguntas en vez de respuestas, para encontrarse mientras se es otro.
De tanto en tanto suelen ser necesarios estos barquitos de papel. Resulta interesante acercarse a este escritor, desovilla lo que parece enredado, y ayuda a nacer lo que parece callado.

Para mayor consuelo, leer sus "poemas pendientes", de reciente aparición.