domingo, 30 de enero de 2011

Variaciones en torno a lo creado

Alguien mató algo…

L. Carroll

Una idea es desarticulada de su raíz, luego prorrumpen los meros anacronismos, las conjunciones pictóricas, algún que otro adjetivo (que tipos como Hemingway recomendaban no utilizar), los planos se esparcen, bosquejos de imágenes se dispersan como colores en una tela desgarrada, algunos vislumbres acontecen, el poeta prosigue su poema, establece variables en torno a una estructura circunstancial, enramados que claman por cohesionar atisbos, presunciones, divagaciones, lamentos, ensoñaciones, ecuaciones.

Todo parece cuadrar en este escenario, puede habitarse el devenir de una asolación, un cielo poblado de nubarrones, pronto las líneas lumínicas son desestimadas, se proyecta un plano sobre otro, cobra significado el hilo del ovillo sin tensar, alcanza ribetes enhebrados por la belleza, al poco tiempo calla, dormita quejumbrosamente, bajo una lluvia de cuchillos que pintan de negro el estallido de un atardecer.

Luego es abierto el cajón de los pinos hachados en tiempos pretéritos, entra luz, desaparecen piélagos, alas, coloraturas, algunas palabras hilvanan nuevas esferas que se entrelazan con el círculo del primer movimiento, la raíz deja entrever tejidos de lo inmutable (lo es en esencia, solo variarán cuestiones estéticas, meros tratos con la armonía), el poeta se posa en un horizonte que le pertenece, de el corresponden los diagramas y los entuertos, las edificaciones, las tempestades.

Pronto se sabrá alejado, pensando en lo próximo, otros lo frecuentarán tardíamente, desde una periferia sin nombre.

El dormirá despierto, mientras tanto.

Como un lobo en medio de un bosque rodeado de máquinas.

El complicado problema de la sentencia.


jueves, 27 de enero de 2011

Sobre máscaras y desasosiegos


Nada más...De tanto andar con sombras, yo mismo me he convertido en una sombra -en lo que pienso, en lo que siento, en lo que soy. La añoranza de lo normal que nunca he sido entra pues en la substancia de mi ser. Pero es sin embargo esto, y sólo esto, lo que siento.
De “El Libro del desasosiego” Fernando Pessoa

El oscuro oficinista escribió este poema en prosa, no deja de inquietar que en lengua portuguesa Pessoa significa Persona, que a su vez etimológicamente representa el término "máscara".
Es la que ha llevado puesta el genial escritor, estigmatizando todo destino, toda encrucijada, hollándolo y clamándolo sin que nadie lo advirtiese, probablemente sin que él le importase demasiado.
En el diccionario se encuentra que desasosiego equivale a inquietud, intranquilidad. El largo poema de su libro le adquiere mesetas y promontorios a la palabra significada, socavando lo que está detrás, la sombra del concepto, su propio estanque y periferia.
La evidencia de un vórtice candente y triste...
No hay mejor modo de explicar la palabra que hundiendo nuestra sed en estos versos, hasta extraer toda miel, con paciencia de animales.

Más adelante el poema prosigue:
Y, en un momento, estoy pensando en otra cosa, inevitablemente, debido a un impulso que no sé que es. Y entonces, como si estuviese delirando, se me mezcla con lo que no he llegado a sentir, con lo que he podido ser, un rumor de árboles, un ruido de agua que corre hacia los estanques, una quinta inexistente...Me esfuerzo por sentir, pero ya no sé cómo se siente. Me he vuelto la sombra de mi mismo, a la que entregase mi ser. Al contrario de aquel señor Peter Schlemil del cuento alemán, no he vendido mi sombra al diablo, sino mi substancia. Sufro de no sufrir ¿Vivo o finjo que vivo? ¿Duermo o estoy despierto? Una vaga brisa, que sale fresca del calor del día, me hace olvidarlo todo. Me pesan los párpados agradablemente...Siento que este mismo sol dora los campos en los que no estoy y en los que no quiero estar...De en medio de los ruidos de la ciudad sale un gran silencio...!Qué suave! !Pero que suave, quizás, si yo pudiese sentir!

viernes, 21 de enero de 2011

Zelarayán

La canción me la guardo para otra ocasión.

La hora se sumerge como tiburón en las negras profundidades,

y no hay tiempo para la canción

ni para la discusión,

ni para el fuego que hubo que dejar para mañana.

Las uñas crecen como las moscas

y las moscas vuelan sobre la vida.

Asisto por fragmentos a los pormenores de la obra que intento dilucidar. Deambulo en sus textos, ahora que la posteridad ha empezado para Ricardo Zelayarán, no tengo otra opción que una aproximación subjetiva subrayada por construcciones ajenas. Como bien dice el poeta Daniel Freidemberg "la cuestión acá es la poesía, no el mito".

Zelarayán se presentaba de esta manera en las contratapas autobiográficas de sus primeros libros:

Narrador, poeta y panfletista anónimo. Entrerriano de nacimiento y para siempre salteño-tucumano de tradición y santiagueño de vocación, exiliado desde hace años en Buenos Aires. Conserva intacta su cuota de provinciano resentido y mantiene firme su condición de marginal casi inédito.”

Bien vale para entender muchos de sus versos esta definición de sí mismo, pero esencialmente su derrotero como poeta en las periferias de los marginales contextos literarios. Por años se lo leyó en fotocopias y en algún que otro libro agotado, leer sus poemas permite entender el porqué de algunas estéticas que surgieron en la Poesía Argentina de los 90, escrituras que establecieron un modo de escudriñar lo que acontece y tornarlo poema. De alguna u otra manera, preparó el camino por donde divagarían agradecidos poetas como Fabián Casas, Martín Gambarotta o Washington Cucurto.

En muchos casos a Zelarayán se lo ha leído desde lo que se ha logrado reunir en torno a sus papeles, como un gran texto que se puede unir aisladamente a una idea de unidad que no existe. Como escritor se apartó lo suficiente para crear a oscuras, a la vez que su figura de poeta maldito o marginal se hilvanaba a sí misma en el ocasional recuerdo de quienes lo conocieron, ofreciendo trazos al propio mito.

Probablemente las generaciones venideras encuentren modos de conceptualizar su poesía, en tanto construcción de un tiempo y una estética. Abruma pensar el día después de esas lecturas.

La decisión

No me lo preguntés.

Si usted no tiene nada que hacer no lo haga aquí.

¿Usted o yo?

¿Yo o vos?

Las ganas no se dan así nomás.

No se dan árboles de ganas

como el árbol que da las manzanas

ni como los peces del árbol inmenso del mar.

¿Vieron?

¿Viste?

Vestido de punta en blanco,

listo para tomar el barco,

listo para el olvido,

mustio como la última gota de vino

que crece como las semillas

(eso es lo que vos te creés).

Pero creer no es crear...

La gota de vino se muere por la sal del desierto.

Una hamaca liviana, con vista al río,

el río que crece,

que crea orillas para ser río...

(¿pero él lo sabe?).

El cigarrillo medita por uno,

naturalmente con humo,

vive sus horas de humo,

vive acostado,

junto al río.

No hay desplantes

cuando aquí me planto

en medio de bolsas de humo.

La mar de caricias me resbala...

pero escucho el río.

!Sí! el río que me enseñó las caricias.

El río vacila

(aquí no hay vacilaciones: si el río vacila, hay río encerrado!).

Un canasto siente nostalgia de los tomates rojos

y espera,

una espera que lo llenará de acelga,

de espinaca,

de melones,

!para que se olvide de la nostalgia!

Hoy justamente me olvidé como se arrancan los cabellos,

los cabellos de los árboles,

de las piedras,

del río,

de las chispas que saltan de las piedras.

Hoy los recuerdos viajan en jet,

porque estamos en el siglo XX

y todavía hay piedras que duermen de día y de noche,

desde el siglo XV,

junto al mismo río,

esperando al príncipe de la Bella Durmiente

o a "la mano de hierro que las llame a la realidad"

como un llamado telefónico urgente pero equivocado...

Los equivocados no necesitan teléfonos

porque los cabellos se asoman por todas partes,

cuando esperan...

pero nadie espera para crecer

(si lo dejan).

!Pero a mí si me dejan llego!

¿O me quedo?

¿Qué significa quedarse junto al río,

o irse del lado de los tomates rojos que esperaba el canasto?

El canasto que flota en la creciente

junto a la mesa

y la cama

y los cigarrillos,

mojados naturalmente...

y el humo fugitivo y ruiseño.

Una hamaca con los cabellos,

cabellos de humo junto al río,

un río envuelto con el papel de las manzanas,

y dulcemente dedicado.

Porque el río es bocas, manzanas, piel, acelga, espinaca...

¿Y el pobre canasto?

¿Yace o no yace?

¿Yace o no nace?

No.

Murió ayer por decisión municipal.

El duelo se despedirá por tarjeta.


martes, 18 de enero de 2011

Sobre las percepciones y afecciones en el poema

No hagas versos sobre acontecimientos.

No hay creación ni muerte frente a la poesía.

Ante ella, la vida es un sol estático,

ni calienta ni ilumina.

Las afinidades, los aniversarios, los accidentes personales no cuentan.

No hagas poesía con el cuerpo,

ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan indefenso a la efusión lírica.

Tu gota de bilis, tu careta de gozo o de dolor en la oscuridad son indiferentes.

Ni me reveles tus sentimientos,

que prevalecen sobre el equívoco e intentan el largo viaje.

Lo que piensas y sientes, eso todavía no es poesía.

 No cantes a tu ciudad, déjala en paz.

El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.

No es música oída al pasar; rumor del mar en las calles junto a la línea de

espuma.

El canto no es la naturaleza

ni los hombres en sociedad.

Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.

La poesía (no saques poesía de las cosas)

elude objeto y sujeto.

 No dramatices, no invoques,

no indagues. No pierdas tiempo en mentir.

No te aborrezcas.

Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,

vuestras mazurcas e ilusiones, vuestros esqueletos de familia

desaparecen en la curva del tiempo, son algo inservible.

 No recompongas

tu sepultada y melancólica infancia.

No osciles entre el espejo y la

memoria en disipación.

Si se disipó, no era poesía.

Si se partió, cristal no era.

Penetra sordamente en el reino de las palabras.

Allí están los poemas que esperan ser escritos.

Están paralizados, pero no hay desesperación,

hay calma y frescura en la superficie intacta.

Helos aquí solos y mudos, en estado de diccionario.

Convive con tus poemas antes de escribirlos.

Ten paciencia, si son oscuros. Calma, si te provocan.

Espera que cada uno se realice y consuma

con su poder de palabra

y su poder de silencio.

No fuerces al poema a desprenderse del limbo.

No recojas del suelo el poema que se perdió.

No adules al poema. Acéptalo

como él aceptará su forma definitiva y concentrada

en el espacio.

Acércate y contempla las palabras.

Cada una

tiene mil rostros secretos bajo el rostro neutro

y te pregunta, sin interés por la respuesta,

pobre o terrible, que le dieras:

¿Trajiste la llave?

Fíjate:

huérfana de melodía y de concepto

ellas se refugiaron en la noche, las palabras.

Todavía húmedas e impregnadas de sueño,

ruedan en un río difícil y se transforman en desprecio.

Búsqueda de la poesía, Carlos Drummond de Andrade.

Estos versos del recordado poeta brasileño expresan un devenir. Si redujéramos la finalidad del arte, tal como lo entienden filósofos de la talla de Gilles Deleuze, a unos pocos poemas, tal vez estas escrituras representen dicho concepto. Aquello de “arrancar el precepto de las percepciones de objeto, y arrancar el afecto de las afecciones, como paso de un estado a otro” bien pueden estar reflexivamente representados en el poema.

Siguiendo estas ideas, el arte conserva bloques de sensaciones, esto implica un conjunto de preceptos y de afectos, independientes de un estado de quienes los experimentan. Estas nociones se encuentran imbricadas en la obra de arte, que nada tiene que ver con lo que el artista siente, digamos que esas expresiones, en Drummond de Andrade, se encuentran en la obra sostenidas por sí mismas luego que el artista las ha depositado.

Nociones que existen por sí mismas y en sí mismas.

Tal vez nos corresponda asentar, sobre bases inmutables, aquello que ocurre en la mente del poeta, poemas fraguados en lo indeterminado, y cuyas nocturnas lecturas nos otorgan una extraña calma, a la vez que inquietan.

A modo de epílogo, cabe decir que lo primero que tradujo Rodolfo Alonso fueron poemas de Andrade, a su decir, un endeble modernista brasileño, probablemente un paradigma de dicho movimiento.


sábado, 8 de enero de 2011

Acerca de la poesía y los modos de definirla

Alejandro Jodorowsky, en su libro “La danza de la realidad”, escribió la siguiente definición acerca de la poesía: Excremento luminoso de un sapo que se ha tragado una luciérnaga… Leí al azar este intento de materializar lo abstracto por parte del autor, la definición me recuerda un capítulo de Hamlet, cuando el príncipe de Dinamarca le dice a su tío Claudio, el rey asesino casado con su madre Gertrudis:
Un hombre puede pescar con el gusano que ha comido de un rey, y comerse luego el pez que se nutrió con aquel gusano
a lo que el Rey, luego de preguntarle que quería decir con esas palabras, Hamlet contestó:
Nada, sino mostraros cómo un rey puede hacer un viaje de gala por las tripas de un mendigo.
La definición de Jodorowsky me inquieta. Podemos discutir si algún adjetivo está de más o no, pero pareciera vislumbrar algo. Luego ofrece otras materializaciones, tanto más sugestivas, tanto más enigmáticas: La alegría: río lleno de hipopótamos abriendo sus hocicos azules para ofrecer diamantes que han extraído del barro. La confianza: danza sin paraguas bajo una lluvia de puñales. El odio: cuerno de la abundancia dentro de un cofre del que hemos perdido la llave. El amor: camino donde las huellas en lugar de seguirnos nos preceden. Muchas de las inquietudes literarias del autor parecen atravesadas por diferentes disciplinas, en este cruce de caminos se entreve acercamientos hacia el psicochamanismo, la psicomagia y demás experiencias teatrales con las cuales ha puesto el cuerpo a las ideas (a juzgar por las fotos del libro, hasta límites extremos). Para quienes gusten de esos temas, es probable que con  el libro de este autor tengan un buen punto de partida. Yo no puedo decir que lo haya leído.

jueves, 6 de enero de 2011

Sobre la poesía mientras ocurren otras cosas


Desengañemos esto, ocasionales escrituras no pueden urdir las postrimerías de una arquitectura, no tengo registro de la evidencia poética, apenas lo vislumbro, lo demás es callar (callando se han desarreglado las cosas mientras se construían a sí mismas), a su debido momento, me pararé en un puente a contemplar el desasosiego, lo demás será el recuerdo de un tiempo pasado, como barco de papel en un estanque de lo creado.

Hay quienes escriben y que ven, hay quienes apenas comprenden el vuelo raso de una parábola. Hay quienes se dejan adoctrinar por nuevas imposturas, y hay, según dijo Oliverio Girondo, quienes nos echan cuando tenemos frío y sed.

Horadar una periferia, tal vez de eso se trate. Los poemas que esperan nacer, que ya fueron esbozados, diagramados, imaginados, destruidos, miles de poemas que duermen en cajones (o que dormitan que no es lo mismo), miles de poemas de aquella obra que prometimos a nuestros semejantes y jamás cumplimos, miles de espacios frecuentados y de espejos reventados, miles de palabras que se encadenaron a sí mismas hasta volverse silencio. Miles de elucubraciones y de construcciones clamando por ser asociadas, vinculadas, criticadas, comulgadas…

En estas desavenencias, de vez en cuando, los poetas cruzan planos sin ser vistos.

Hasta un día siguiente, donde una niebla cubre el anaranjado río de la infancia. 

sábado, 1 de enero de 2011

Seis mil millones


Si fuera cantante me hubiera gustado interpretar esta canción, y tal vez lo haya hecho, con esa misma voz, con esa misma mirada al vacío, en algún recóndito calmo de mis adolescentes sueños.
Creo que el mundo necesita canciones de cuna, donde mecernos en alguna infancia, para recordarnos íntegros, cristalinos, conscientes.
Es como la pelota arrojada de Dylan Thomas, aquella que no ha tocado el suelo.
Una de esas cosas que de vez en cuando nos motivan a reflexionarnos, a buscarnos entre el devenir de las esenciales razones.

Solos, y a la vez acompañados.
Uno y el universo.
Como cuando miramos el nocturno cielo estrellado, buscando aquello perdido, aquello encontrado, desangelados de tanto callar lo que ignoramos.

Seis mil millones de almas buscando algún consuelo.