jueves, 26 de diciembre de 2013

En los bosques...

Otros —los inocentes o bien linfáticos—,
no encuentran
en los bosques más que encantos lánguidos,
soplos frescos y perfumes tibios. ¡Son felices!
Otros se sienten presos —soñadores— de místicos terrores.

¡Son felices! Para mi, inquieto, y a quien un remordimiento

espantoso y vago enloquece sin descanso,
por los bosques tiemblo cual un cobarde
que temiera una emboscada o que viera muertos.

Esas grandes ramas nunca en paz, como la ola,

de los que cae un silencio negro como una sombra aún
más negra, todo ese triste y siniestro decorado
me llena de un horror trivial y profundo.

Sobre todo en las tardes de verano: el arrebol del ocaso

se funden en el gris-azul de las brumas que el tiñe
de incendio y de sangre, y el ángelus que tañe
en lejanía semeja un grito quejumbroso que se acercara
.

El viento se alza caliente y pesado, un estremecimiento pasa

y vuelve a pasar, cada vez más fuerte, por la espesura
cada vez más sombría de los altos robles, obsesionante,
y se desparrama, lo mismo que un miasma, en el espacio.

Viene la noche. El búho vuela. Es el momento

en el que se piensa en los cuentos de los abuelos ingenuos...
Bajo una espesura, allá lejos, unas fuentes vivas
hacen un ruido de asesinos apostados, concertándose
.

En los bosques, Paul Verlaine

Copiado del libro “Verlaine: antología poética. Barcelona: Ediciones 29 [Libros Río Nuevo]”


Quiero terminar el año con un poema. Porque a veces basta leer un único poema, como este del recordado poeta francés, para darse cuenta de los místicos terrores que infunden las cosas vivas. Podemos trasladar el poema a cualquier vicisitud, a cualquier circunstancia, y encontrar consuelo.

Paul Verlaine lo representó en un bosque, Verlaine, el vidente Verlaine, el parnasiano en su hora álgida, el gran poeta de las romanzas sin palabras, el maldito, el místico Verlaine.

Leer el poema da cuenta de la división –trazada con pulso invisible– entre aquellos que son poetas y los que no lo son, entre quienes advierten y entre quienes no pueden advertir, entre quienes ven sombras y entre quienes ven árboles, entre quienes se ahogan, y entre quienes huelen perfumes, entre quienes se pierden y entre quienes se dispersan, entre quienes descubren encantos lánguidos y entre quienes se atemorizan...

Los unos y los otros, un poema para dividirlos, un poema para atravesarlos, un poema para darse cuenta.

Gracias ustedes, los que siempre acompañan con lecturas, fuente viva de toda arborescencia, que pasen un feliz año, vayan a los bosques y dejen que la vida los viva...

Yo me voy al mar a seguir divagando, a encontrar en el mar este poema.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Epistemología

La paloma que va a ser devorada por la serpiente ¿es un error del sistema?
¿un error original?
Si así no fuera ¿Cómo entender el arrepentimiento o la justificación?
¿Se completan en sí mismas esas variables?
¿Se necesitan?

Lo creado, a instancias de un creador ¿la idea de Dios? – no puede fraguar más que complicidades furtivas.
Desentrañar con premura los mecanismos del devenir, el inabarcado universo.
Ser cómplice de reglas arborescentes que adscriben su propia noción de la verdad, acaso contraria a la voluntad de las primeras coordenadas.

Justificar a la serpiente, porque el error se ha multiplicado, porque la verdad no existe, completando lo revisado según la discordia.

Tal vez, porque no es posible saberlo, lo inevitable sea la prudencia.
Y ya no queda vino en mi vaso.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Algo...

Nada se compara
Nada se compara a ti...
la dulce voz de Sinead O’Connor

(mientras pienso en mi mujer)

En algo que no era, una idea, un rapto de energía, me descerrajó, para atravesar extraviado un plano inclinado de violetas...comulgué en éxtasis (como Viel, el epifánico Viel), fui cegado por el sol, apartando la posibilidad de una sentencia. Había espigas doradas bajo el crepúsculo, y mi camino no era el prometido.

Ahora vivo una vida, entonces renegaba por abrir resignadamente la puerta de la rutina, adornada con flores muertas, un jardín que no era mío, y la compasión...
Me tomaba un tiempo para beber café, hacer un fuego a medianoche, mirar las hojas de un fresno llegar al suelo. Simulaciones. Un modo sutil de no pensar en aquello que se imita.
Dejé a un lado las frases inconclusas nunca pronunciadas, las conversaciones previsibles, la conveniencia de un uniforme. Y desde que estas cerca pude ver lo que no he sido.

Un campo seco, de crujiente amarillo, con espinas rosadas, como cuando veía el mundo desde concepciones barroquistas, y lo conjeturaba con distorsiones, con una alambrada que probablemente haya cavado en mis sueños, sembrando límites, curtido por el desamparo.

Entonces no logro entender si la idea es un simulacro, tardíamente devanada, que ofrece frutas amargas, la posibilidad de cultivar una huerta ¿Cuántos de nosotros, oh desangelados poetas, hemos podido?
Intentaré una vez más la construcción, pero solo me importará que estés cerca, porque me empiezo a dar cuenta que nada mas importa.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Aquello...

Mientras escribo algo que intento...

Transformar un texto en otra cosa, creo dedicarme a esa tarea, el asunto consiste en fijar algo que está ocurriendo, luego de un tiempo sucede algo más, acaso un trabajo de construcción con las palabras, imbuir de sentido un correlato de certezas dispares, extender los atravesamientos hacia un páramo donde poder resguardar la frágil estructura. Colmar de significado el texto, mediante un ejercicio de registro arborescente, abrevar, urdir, atravesar, imbricar, deformar, distorsionar, recoger, unir, desbrozar...

"estar en el sino de las altas estructuras, donde se articulan los pretextos", luego aparece algo que se musita "una nueva oportunidad que tarda años en nacer", para después mirar hacia lo alto y dejarse habitar por el realismo "los loros enjaulados que arrancan las aceitunas de los árboles", pronto una convergencia, tal vez una relación: "la jaula que no es, y sin embargo profana los límites", los límites de un jardín cubierto de musgo, que apenas puedo comprender, mientras cruzo sin prisa el patio de la infancia.

Entonces llega el viento...

sábado, 30 de noviembre de 2013

La hermética construcción

Voy a proponer, puerilmente, un ejercicio de escritura un tanto hermética. Tiene relación con la creación literaria, sustancialmente poética, se trata de una esquirla, el mero impacto de una idea transformándose en otra cosa, dice lo siguiente:

A sabiendas, por intrépidos momentos cultivamos el discreto encanto de lo sesgado, acaso desarticulaciones que imaginariamente –se disculpará el modo del adverbio– permiten la sutil construcción de un artefacto.

Se trata, es probable, de inacabadas desavenencias evidentemente irregulares, urdidas en mesetas cuya frondosa arborescencia nos impide conjeturar los límites incandescentes del esquema explorado, desavenencias nunca profanadas por la secreta intención de la melodía.

Así, se extienden los ramajes, se multiplican las distorsiones (sí, Lamborghini) y creemos ver, en el epílogo no pronunciado de nuestra sinrazón, un sentido que de forma a lo naturalmente informe, aquello “arrojado” –horadar con fuego el fuego de nuestras crispaciones deletéreas– pronto acusamos unos puntos suspensivos, mientras volvemos atrás para corregir lo no pautado.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Cuando se sabe que no se sabe...

Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras,
                                            pero no lenguaje,
Parto hacia la isla cubierta de nieve.
Lo salvaje no tiene palabras.
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!
Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.
Lenguaje, pero no palabras  

De marzo del 79
Tomas Tranströmer

1° parte:
Acaso me convertí en un mero compilador de rechazos y nimiedades, ofrecí una obra  fragmentaria, me aproximé a jardines abandonados queriendo encontrar en los helechos y madreselvas un tono que revelara cierto desdén por las estructuras y la prosodia. Una biografía escueta, la promesa de un artefacto hecho de palabras y nunca de afectos ni perceptos, nada riguroso, apenas un diario con anotaciones, la fijación de suposiciones desarticuladas, probablemente un mal entendido.

Este fárrago de vanas constelaciones apenas me sostiene, en ellos pretendo ver, bajo mínimas lecturas, un modo sutil de cultivar una seráfica construcción. Tomar nota de mis conversaciones, cuidar la sintaxis, saber que no sé (en definitiva), que eso es todo lo que pueda decirse. Una diminuta y oscura nulidad, y sin embargo los textos “en esquema de relatos”...

2° parte:
Digitar ecuaciones sobre la superficie de las cosas. Trazar un basamento. Me pregunto si acaso los símbolos solo se advierten fijando los sentidos en un punto abstracto, aquello que determina ciertos patrones de entendimiento. Analizar desde las esquirlas el impacto directo de una idea ¿De cuantas capas se compondrá lo que entendemos como realidad?
No pretendo citar sobre encriptaciones o mensajes subliminales, en toda pirámide hay una raíz que luego se desconoce, quedan ladrillos donde antes hubo tubérculos, digamos que la comprensión de las cosas, la única comprensión visible, es ir hacia lo alto.

3° parte:
Ahora escucho de fondo el ruido de una máquina de cortar pasto, intento filtrar ese sonido en esta escritura, como un sesgo, que atraviese un espacio de construcción, finalmente irrumpe un estado de afonía, una atmósfera blancusca, como una bóveda envolvente, nada que infiera un pequeño rapto de palabras filosas, palabras que cortan pasto, conjeturas...

Sin embargo trazo la línea que divide ambos planos, me quedo observando el artefacto de palabras, agrego variaciones, vuelvo a empezar, vinculo un bloque de amontonamientos con algunas nubes grises (una fuga que no es, versos horizontales sin estructura, un hiato como un puente roto, broquelando figuras), luego arrojo una serie de versos que nada dicen del comienzo... y es entonces que empiezo a saber, inclinando el rostro, que no sé cómo pude erigir este sistema de laberintos. Yo ¿qué es el yo? – estoy atrapado en mi propia construcción, de la cual cuestiono toda intervención (esto es lo que viene después, sentarse a conversar sobre lo que se ha hecho, sin que nada de lo explicado desarticule lo articulado).

Cuando se trata de escribir y nada más ¡lejanos tiempos! Mientras los lectores nadan en las variables que nunca se estudiaron. Tan solo se trata de un puñado de aproximaciones estéticas –palabras, pero no lenguaje– y nada por cultivar en la espesura, como cuando nos encontramos con mesetas áridas, plausibles de ser profanadas mientras vamos hacia el horizonte –Lenguaje, pero no palabras

sábado, 16 de noviembre de 2013

Atravesamientos


Detrás de todo esto hay una cortina color ceniza, un televisor que creo estar mirando, la posibilidad de un discernimiento. Me quedo pensando en el hecho de “poder ver” lo que encierra una escritura, se necesita algo más que comprensión lectora y capacidad de esbozar una crítica objetiva (tuve por intención escribir “subjetiva”, bien sabemos que no es lo mismo) y así separar las malezas, desmalezando literatura, planos filosóficos, escuetas construcciones.
Hallar una hendidura, donde poder desbrozar la apariencia de un desasosiego, aquí donde la subjetividad ofrece hilaturas anudando conceptos invisibles ¡bien las hemos visto! destruyendo adjetivos que permitan trazar un relato sin algoritmos, un modo de fijar la realidad, un lugar con murmullos –“porque todo el mundo escucha voces” – esos segundos antes del alba, sabiendo que no estamos del todo solos en este mundo, es entonces que escribo sobre el amor sin mencionarlo, porque todo me ocupa, porque todo me lastima.

Ah! el jardín resplandeciente, las amapolas que se sostienen en la nostalgia, el último trago que nunca bebí, y estos resquebrajos, estos límites que no puedo, estas celdas que no, meras disquisiciones morales, un viento sin nombre, la posibilidad de una esperanza.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Educación...

Hay un video donde es posible escuchar a George Carlin, gran pensador estadounidense de la contracultura, disertando efusivamente sobre la educación, han pasado varios años desde esa presentación, pero su discurso no pierde vigencia ni actualidad, hoy mismo su lectura de la realidad resulta altamente representativa para buena parte del mundo. En este caso menciona que ante la dificultad en el aprendizaje por parte del alumnado, los directores y maestros proponían precisamente bajar la dificultad, cuando la problemática pasaba por la falta de contenidos que habiliten el discernimiento crítico entre los alumnos. Bajar la dificultad implica disminuir la práctica lectora, implica nivelar hacia abajo para llegar a compartir un plano levemente inferior, implica empobrecer el coeficiente intelectual de un país.

Educación...he aquí la palabra.

Es de suponer que al poder político no le interesa una población que pueda pensar críticamente, y que por lo general ocupan su tiempo en hacerles entender, a cada uno de ellos, que forman parte de un círculo cuyos múltiples espacios integrados habilitan la idea de que para pertenecer no hace falta preocuparse, que todos en definitiva tienen el control, que todos son personas libres haciendo libres elecciones.
Es la imagen del control remoto de la televisión, el que lo posee cree que elige los canales que está mirando, pero al tomar decisiones no puede darse cuenta que las está pulsando dentro de un inmenso lugar enrejado...un plano que apenas comprende, que lo que en realidad tiene (tenemos) son dueños que le indican, en forma invisible, que es lo que puede ver, que es lo que puede comprar, que es en lo que puede creer. Titiriteros que montan la inmensa y cotidiana obra, subsumida bajo el enorme control de los medios de la información, que todo lo anestesian, que todo lo imponen.

Existen alternativas claro, algunas pululan clandestinamente en las redes sociales, en quienes difunden meros contenidos independientes cuyas articulaciones muestran otro tipo de realidad, pero he aquí que el poder establecido necesitan trabajadores obedientes, una idea de obediencia basada en la manipulacion de hacer creer que las personas piensan por sí mismas al evaluar o procesar las diferentes informaciones que bajan de los medios de comunicación, un círculo para lo cual se necesitan arquitectos que han logrado diseñar la idea de una felicidad aparente, donde no sea posible advertir la grieta, donde el secreto objetivo es anestesiar conciencias, dispersar voluntades, distraer mentes, mientras el verdadero problema prosigue su curso. Como diría Carlin: "nadie parece darse cuenta, a nadie parece importarle

La inclinada mesa de la desigualdad social...

Vaya preguntarse porque las personas comunes, que cumplen con su humilde jornada, terminan eligiendo políticamente a quienes desde la política burdamente los excluyen, y la respuesta podría encontrarse en la ausencia de compromiso para cambiar la realidad, porque involucrarse implica dejar de lado el control remoto, porque no involucrarse forma parte del extraño mecanismo. A los digitadores de poder les conviene la sutil idea del movimiento inerte, algo que en algún momento activó la simulación de movimiento, para después hacer creer, a los que menos tienen, que la rueda efectivamente gira para tranquilidad de las minorías, y lo que se mueve es el convencimiento de estar formando parte de una construcción que a todos otorgue beneficios, esto finalmente nunca llega, y la vida continúa con algún desencanto, una queja amarga murmurada por lo bajo, saber que mañana hay que volver a levantarse temprano, imaginar un mundo bajo otro sistema más benévolo, acaso una nueva esperanza.

Paralelamente, existen enigmas, y no sabemos quien controla todos los sistemas. Esa ignorancia tiene un candado en alguna parte, no sabemos quien o quienes lo diseñaron, pero si sabemos que nosotros no tenemos la llave.

sábado, 2 de noviembre de 2013

La despedida de Lou...

No se ustedes, pero para mi, descubrir los discos de la Velvet Underground a una edad tardía significó una amplitud del escenario del rock, nuevas formas de comunicar una expresión estética, absolutamente artística, donde confluía la psicodelia, el teatro, las expresiones pictóricas ensambladas a las canciones, los contenidos audiovisuales, y esa voz de Lou Reed, esa locura creativa, acaso salvaje, más tarde resignificada, finalmente aplaudida.
De esas aguas bebieron muchas luminarias del rock, recuerdo un video del tema "heroine" en vivo, en un teatro, los músicos en trance, desgarrando la canción, llevando a la audiencia a un territorio privado, atravesando malezas de lo que acaso creemos comprender.
Un músico en definitiva, un creador.
Leer este texto de su mujer, la igualmente soberbia artista Laurie Anderson, da un poco de ánimo, se trata de un hermoso modo de partir. Fue publicado en el periódico East Hampton Star de Springs, localidad en las afueras de Nueva York. Lo tituló “despedida”...

A nuestros vecinos:
¡Qué hermoso otoño! Todo es resplandeciente y dorado, y hay una luz increíble y suave. El agua nos rodea.
Lou y yo pasamos mucho tiempo en este lugar en los últimos años y, aunque somos gente de ciudad, éste es nuestro hogar espiritual.
La semana pasada le prometí que lo iba a sacar del hospital y que vendríamos a casa, en Springs. Y así lo hicimos.
Lou era maestro de tai chi y pasó sus últimos días aquí, feliz, deslumbrado por la hermosura y la fuerza y la suavidad de la naturaleza. Murió en la mañana del domingo, mirando los árboles, haciendo la famosa forma 21 del tai chi, sólo sus manos de músico moviéndose en el aire.
Lou fue un príncipe y un guerrero; sé que, al escuchar sus canciones sobre el dolor y la belleza en el mundo, muchas personas se sentirán plenas de esa increíble alegría que sintió por la vida. Que esa belleza nos llegue, y nos atraviese siempre.
Laurie Anderson
Su amante esposa y amiga eterna.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Democracia...

Un día como hoy, 30 años de democracia, no nos olvidemos nunca de esto...

Los caminos del duelo eluden el deber cumplido
tienen audacias para sobrevivir/países/escondrijos
de estar. La imposibilidad de borrar huellas ancla
en el real con péndulos indetenibles/su semejanza
con la muerte es un escándalo...

                                            de Hoy, Juan Gelman

sábado, 26 de octubre de 2013

Cosas veredes...

Hace poco, hurgando en ciertos recovecos virtuales, encontré en un texto la expresión popular “cosas veredes” atribuida históricamente al Quijote. Sin embargo, al igual que lo sucedido con el inmortal “ladran Sancho, señal que cabalgamos”, la frase no figura citada en el libro de Cervantes, si no que fue anónimamente acuñada en el Cantar del Mío Cid. Basta revisar el libro que recoge la historia del juglar Rodrigo Díaz de Vivar, para encontrar en un párrafo estas palabras dirigidas al rey Alfonso VI: Muchos males han venido por los reyes que se ausentan... y el monarca que contesta: Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras.
“cosas tenedes” llegó a deformarse linguisticamente con el paso del tiempo, pasando a entenderse como “cosas veredes”, que no es otra cosa que un estado de perplejidad ante un hecho circunstancial en el cual transitan los personajes.
Esto viene a cuento por una vieja sentencia inmaculadamente agotada por académicos y lingüistas: la gente cada vez lee menos. Por tal motivo se debe agradecer, sentidamente, a los cartógrafos que nos orientan con sus ejercicios narrativos.  Aquellos que leyeron con autoridad, y se tomaron el trabajo de quitar las malezas para que otros puedan hallar algún entendimiento de la Literatura Universal.
Habría que leer el Quijote entonces, y evitarnos citar lo que el escritor no ha fulgurado con su pluma.

Porque leyendo se evitan los intermediarios de la construcción de sentido, leyendo se amplían los esquemas y las estructuras mentales, leyendo se obtiene en forma lícita otro tipo de entendimiento, leyendo podremos decir que esas palabras nunca las dijo el Quijote, y acaso con verdadero sentido, poder ofrecer una opción encantadora para el incrédulo: que vaya a la biblioteca, porque allí estará la respuesta, una verdad que históricamente consistió en no olvidar.

sábado, 19 de octubre de 2013

Adagio...

He aquí un poema, el que una vez leí a Sábato en su casa de Santos Lugares, cuando me dijo  que los versos estaban bien estructurados, allá lejos y hace tiempo, el único poema que aprendí a recitar de memoria...
Simplemente me permito una digresión. El texto es de fines de los 90 y se titula adagio...

Vivo adornando mi lápida
Como un recluso adormecido
Elevado en piélagos hacia el mar.

Del pájaro vencido
Que aún exorna palideces de neón.

Alcanzando las nubes
Hasta llorosos anemocordios
En lenta cofradía hacia el abismo.

Despertando en la cumbre
De algún reciclaje
Y ser polvo de este hastío.

Un muro de huesos que pronto callarán
Sangrando pétalos en el río
Rogando por otra tumba bajo un martirio de arcilla.

Un llanto eterno
De cicatrices en el alma que la piedad labriega
Azotando en la urdimbre un sepulcro de plegarias.

Despertaré ebrio de palomas bajo la muerte del crepúsculo
Y me encerraré desnudo en la cárcel del mañana.

Y no claudicaré ante los ángeles venidos de la aurora
Mi dolor será de espinas
Y mi recuerdo, un salmo póstumo y un canto de remembranza.

sábado, 12 de octubre de 2013

El problema de la escritura

Dice el pintor MarxRothko “Pobre el hombre que hoy debe crear en el interior de un mundo que no tiene siquiera una bolsa de silencio”.
Ese silencio mientras ocurre lo creado, producto del cuestionamiento hacia la construcción que se ha urdido. Tensar los límites de la estructura para indagar una suerte de segunda naturaleza de lo subsumido en el poema. Ya Baudelaire pregonaba la necesaria importancia del aspecto analítico del poeta sobre la consecuencia de su poesía. Un ejercicio poderoso, que necesita silencio, un silencio que a veces hay que producir.

Se trata de pasar un tiempo con un problema, el problema que involuntariamente puede plantear una escritura, allí también se trata de una decisión. Entonces se abren algunos caminos, tal vez paralelos.

A veces suelen ocurrir poemas verticales, luego las correcciones lo tornan arborescente. Las multiplicidades expanden sus esquirlas, de esos colgajos de palabras surgen fulgores, cuyas dilucilaciones resultan atrapadas en bosquejos de ensayos que intentan, vanamente, "explicar" lo acontecido.

Desbrozar las imbricaciones de un problema...una tarea cuya obliteración genera un espacio de tensión que es preciso resolver.

Así, el arte ocurre, ahora es preciso entender el porqué de las líneas veteadas que se pierden en el cuarzo sin partir. Lo que es necesario devanar, es el alarido en la tela desgarrada, el plano de todos los planos, acaso una nueva construcción.

domingo, 6 de octubre de 2013

Ahora...

Me adormezco durante el viaje en coche y me detengo bajo los árboles, junto al camino. Me acurruco en el asiento trasero y duermo ¿Cuánto tiempo? Horas. La oscuridad alcanza a caer.

De pronto estoy despierto y no me reconozco. Estoy bien despierto, pero eso no me ayuda ¿Dónde estoy? ¿QUIEN soy? Soy algo que se despierta en un asiento trasero, algo que se revuelve, con pánico, como un gato en una bolsa ¿Quién?

Por fin viene mi vida de regreso. Mi nombre llega como un ángel. Fuera de los muros suena un toque de trompeta y los pasos salvadores llegan rápida, rápidamente descendiendo la demasiado larga escalera !Soy yo! !Soy yo!

Pero imposible olvidar la lucha de los quince segundos en el infierno del olvido, a pocos metros de la carretera por la que fluye el tráfico con luces encendidas.

Mi nombre 
Tomas Tranströmer

Estoy en la costa. Pasan unos pájaros que se posan sobre un árbol frondoso con las ramas cubiertas de enredaderas. El cielo es inmensamente azul, como el mar. No hay personas, los cestos de basura están vacíos, nada parece moverse. Es entonces cuando me doy cuenta, por un instante, que ahora es el tiempo presente, que pasan autos y no estoy anestesiado, que todo esto es hoy, y que soy yo el que está aquí, acaso escribiendo palabras, acaso invisible.

Esas certezas propias de Tomas Traströmer, poblando con metáforas mundos como poemas.

sábado, 28 de septiembre de 2013

El crepúsculo...

El crepúsculo...que misterio!
Ernesto Sábato

El misterio del crepúsculo ocurre a una hora determinada, ha sido así desde siempre, todas las cosas se apagan naturalmente, hace unos días estaba volviendo en auto por una ruta en medio del campo, y pude comprobar que cuando el último resplandor anaranjado se torna ceniciento, las luces de las estancias no iluminan circularmente, son como faros indicando un punto de referencia, alrededor todo declina sin preocupación, los caballos miran el suelo, los árboles parecen habitados por la vigilia, como dando aviso al horizonte para que disuelva la última de sus cortinas parduscas. Ciertamente nadie ha podido explicar ese minuto en el que el último hilo de luz del día da paso al anochecer más absoluto, es como si el tiempo bajara los párpados, dando paso a lo indeclinable de la naturaleza, al campo que ha pesar de sus alambradas y cercos, de sus animales pastando, de sus palenques quietos, conserva dentro de las casas un poco de lumbre, un silencio de troncos gastados por el paso de la jornada, un anciano que se encoge de hombros ante el débil asombro de la penumbra que avanza.
Es en ese momento que el mate pasa de mano en silencio, que es preciso encender una lámpara, cerrar las ventanas, escuchar a lo lejos los primeros grillos.

Siempre me cuestiono si alguna vez no estaré desde algún hogar contemplando aquel auto con el que ahora atravieso la noche.
Simplemento acelero y no pienso en la posibilidad de ese amanecer, ni en el candado puesto en la tranquera, ni en las luciérnagas danzando sobre el cieno.
Es mejor que así sea.

sábado, 21 de septiembre de 2013

La ceremonia tardía


Herrumbro la fuga en el alcoholico tintineo de los dos cubitos de hielo, el gesto mecánico, cada vez que alguien entra sacudiendo las cortinas azules, como si despejara un recuerdo, levantando la mano con la mirada perdida. En el recinto irrumpe un viento sordo, un murmullo con algo de sol, semejante a una epifanía.  Mirando estas cosas sin saber nombrarlas, pienso en la espera de un “ejercicio narrativo”. Es la hora carmín de los destellos de luz entre la polvareda de lo que declina. Y algo parecido a una borrasca pinta de violeta mi silente camino.

sábado, 14 de septiembre de 2013

La poca memoria...

Me desperté pensando, en medio de la noche, en algo que tenía que escribir. Ahora no lo recuerdo. Debe ser similar a cuando un músico tiene un acorde en la mente y no cuenta con un instrumento para fijar ese vértigo, luego se despierta y no recuerda lo que había escuchado. Acto seguido ocurren otras entelequias, bloques de relatos se dispersan, atravesándose en registros paralelos, en irrealidades enfrentadas, plano con plano, sin que tengan mucha relación o sentido. Luego todo pasa, aparecen algunas nubes, los laberintos parecen rectangulares, los perros aúllan y la noche se corre como quien despeja una habitación llena de cortinas. Aún falta para el amanecer, la lumbre tenue del alba, que todavía no existe, nos recuerda nuestra propia finitud.

El rol inacabado de otro día en el mundo.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Segunda parte

Demasiada lluvia en el cielo con nubarrones “las nubes están llenas de murciélagos” dice mi hijo mientros intento ver, entre los charcos negruscos, vestigios de una infancia sin barro en los pies. Huyo hacia los páramos, hacia las conjeturas del poema, en un sesgo vuelan pájaros, las estructuras están lejos de tornarse complejas, un sutil barroquismo baña las costas de mis encrucijadas literarias, me veo irrumpiendo en el salón de los espejos diciendo en voz alta que ya no puedo sostener esta mentira, y la mentira, o lo que se entiende como tal, es un límite que ya no puedo atravesar con el discernimiento de la creación, todo es fuga, todo es intentar atrapar algo que se torna niebla, conversaciones estentóreas en un bar lleno de humo, una vida paralela donde las rutinas forman bloques de sentidos que día a día resultan profanados, ya no puedo ir más allá del entendimiento, y yo que me creí en el vasto mundo de las inquietudes literarias, y todavía en la vida!

Segunda parte del vaso sin terminar, una luz amarilla me devuelve la imagen del adolescente ataviado por el destino, el que ahora dice que la frase “casas sin terminar” debería ser parte de un poema, porque es algo que no he dejado de ver entre las calles del barrio de la infancia, porque ahora todo de algún modo quedó detenido. Sigue lloviendo, los charcos se multiplican, cada tanto un resplandor anaranjado atraviesa los alambres de púas cubiertos de violetas, como las flores que se trepan a los costados de los trenes, los capullos semejan la imagen de un plano quieto. A veces, infinitas vidas transcurren en un rectángulo que no se sabe si es vertical u horizontal, y cuyo único consuelo es cuidar la enredadera de un jardín atemporal. Sin embargo algo que se parece al amor me atraviesa, rodeado de azaleas y no me olvides, donde el tiempo se apiada, sé que todo pasa, giro rápido la cabeza, el ruido sordo me cubre los oídos, ahora me acuerdo que siendo niño buscaba con una linterna ver la vida nocturna de los insectos en la huerta, luego tomaba anotaciones y la vida proseguía.

Ya no queda ginebra en el vaso, y no se muy bien si estas palabras me pertenecen.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Los literarios hallazgos

Un hombre llega a un recinto poblado de estantes con libros viejos, hurga entre papeles llenos de polvo,  de pronto algo lo encuentra, un texto apenas legible, una carta, un manuscrito, una libreta poblada de anotaciones; resulta ser un poema no publicado de un gran poeta, resulta ser una correspondencia compartida entre escritores, resulta ser un ensayo inédito de un reconocido novelista.

Es lo que ocurre con los hallazgos literarios, un tema que probablemente se encuentre atravesado por múltiples variables: la causalidad, la serendipia, la curiosidad, el conocimiento o acaso la voluntad de profanar silencios con la minuciosidad de un investigador. A veces, siglos de quietud nos devuelven en el rostro apagados clamores de la historia.

Recientemente se supo que dos libreros franceses encontraron por casualidad un correo manuscrito no fechado, enviado por Albert Camus a Jean Paul Sartre, aportando una nueva iluminación sobre las relaciones entre ambos filósofos, históricamente enfrentados en el imaginario colectivo. El descubrimiento permite arrojar cierta complejidad a una relación signada por la tensión y el enfrentamiento, en especial considerando que la correspondencia completa entre ambos escritores ha sido destruida.

Mucho más cerca en el tiempo, se acaba de descubrir un nuevo manuscrito de Jorge Luis Borges, hallado en los depósitos de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, entre las hojas de una edición de la revista Sur, el texto en cuestión presenta un final alternativo del famoso cuento "Tema del traidor y del héroe", aunque en este caso el producto del hallazgo tenga relación con el Programa de investigación y búsqueda de fondos borgeanos de la Biblioteca Nacional, que ya arrojó como resultado la colección Jorge Luis Borges y el catálogo que la describe, publicado con el título Borges, libros y lecturas (2010).

En este caso, los bibliotecarios involucrados en el proyecto, que desde hace tiempo siguen los vestigios que dejó Borges en los libros esparcidos por la Biblioteca, manejaron una hipótesis: que el autor utilizaba sus escritos originalmente aparecidos en publicaciones periódicas como soporte de nuevas correcciones: la reescritura como base de la trama, el texto circular, infinito. Así, este ejemplar de Sur formaría parte de un corpus mayor que incluye, hasta ahora, seis números intervenidos por el autor.

Todavía está fresco en el recuerdo el gran hallazgo de cajas con documentos en la sala Leopoldo Marechal de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) donde se encontraron manuscritos, cartas y textos originales de reconocidos escritores de la historia Argentina, entre ellos Leopoldo Lugones, Domingo F. Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Ricardo Güiraldes, Alfonsina Storni, José Hernández y Marcelo T. de Alvear, como así también de la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou y del inmortal Rubén Darío. A modo de ironía del destino, estas cajas estuvieron a punto de ser desechadas sin revisar.

La biblioteca es un sitio especial para trabajar con este tipo de documentos, en muchos casos, con el fallecimiento del escritor, la familia decide donar parte de la colección personal a una institución de carácter público, con el objeto de facilitar documentos valiosos para la crítica literaria pero también, aunque parezca extraño, con la intención de “liberar espacio” en la casa.
Acaso un paradigma de esta controversia lo represente la colección de la Biblioteca Personal Alejandra Pizarnik, cuyo acervo es actualmente investigado en la Biblioteca Nacional de Maestros.

Cuando se llevó a cabo la presentación del evento, el catedrático y escritor Daniel Link disertó sobre la colección de la poetisa, que tenía la particularidad de realizar anotaciones marginales sobre los espacios en blanco de los libros que leía. El abordaje sobre estas prácticas lo llevó a preguntarse algo que tal vez no tenga una única respuesta:
¿Cómo usaremos esta biblioteca que llega hasta nosotros como el fragmento vivo de una memoria muerta? ¿Como una reliquia? ¿Como una experiencia de videncia? ¿O como una historia de fantasmas?

En esas marcas hay construcciones, inquietudes intelectuales, afinidades literarias, afirmaciones, correcciones, silencios...vaya suerte la de quienes, sin intermediarios, pudieron ser testigos de un tiempo que ya no existe, y del cual solo quedan simples notas para intentar atrapar, por un segundo, aquello que irremediablemente tuvo por destino ser profanado.

sábado, 31 de agosto de 2013

La imperceptible claridad

Ayer cuando entraba al trabajo, a la misma hora de siempre, el cielo estaba oscuro y apenas una línea entre bermeja y amarillenta se asomaba por entre las copas de los árboles más altos, hoy ya se notaba otra claridad en el cielo, como si el mundo girara levemente en su eje, anunciando tibiamente la proximidad de la primavera, pero el sauce de las ramas vencidas aún no tiene hojas, y la hierba ya no amanece blanca. 

Ocurre invariablemente, los ciclos de los árboles que frecuentamos se tornan nuestra medida del tiempo, el otro día pensé “ya vi florecer cinco veces este mismo árbol” y quisiera que no vuelva a ocurrir, que aparezcan otros horizontes, otras rutinas cuadriculadas, otros rostros ocasionales.
Vaya a saberse porqué, al ver las primeras flores, pensé en un cuento de Oscar Wilde, un pequeño fragmento, tan simple como puro:

De pronto se frotó los ojos, como si no pudiera creer lo que veía, y miró, y miró…
Ciertamente era un espectáculo maravilloso. En el rincón más lejano del jardín había un árbol completamente cubierto de flores blancas; sus ramas eran todas de oro, y de ellas colgaba fruta de plata, y al pie estaba el niño al que el gigante había amado...

Era el cuento del gigante egoísta, aquel que mostraba el amanecer de la luz en la naturaleza, como estrellas de día, titilantes, donde los doce melocotoneros se cubrían con delicadas flores color rosa y perla, donde todo lo que emanaba del cuento eran niños cantando con dulzura, rodeando con la escritura las orillas de un paraíso terrenal. La feliz patria de la infancia.

Oscar Wilde decía que solo podía haber dos clases de personas: los que son encantadores, y los que no lo son.

Y creo que tenía razón.

sábado, 24 de agosto de 2013

Ginebra con coca...

No trazo proyecciones vulgares del alcanzado estado creativo, todo eso urde apreciaciones vanas, colgajos literarios hacia vericuetos de jardines siempre abandonados, donde es evidente la ausencia del discurso intelectual, a la vez que la hiedra crece salvaje e indómita en los subterfugios de la razón. Allí el poema nace y lo demás se detiene, lo que se va bebiendo no es el vaso de alcohol, es la ida del poema sin sentido, abrazando cónclaves de bastarda ironía, sucumbiendo al desbrozar de lo imperecedero y de todo lo destilado, lo expulsado de sí, lo que no vuelve porque queda fijado en arrugados papeles, y no se entiende hacia donde se va, pero se sabe que no es posible volver, que irremediablemente lo fugado estalla en algún lugar del intelecto, y después queda ir descendiendo en la recta luminosa, dejando el pedregoso camino y callando por inercia, riendo de los lentos actores que caminan a nuestro lado, marchando con mansedumbre hacia sus cuevas, porque ya no queda atisbo de las estrellas que nos cubrieron piadosamente, porque el poema no fue pronunciado, porque se deshizo en palabras (mera representación de lo caótico) profanando sentencias absolutas, como si todo se tratase de una  pretendida paradoja, por la cual los críticos desestimarían considerar la hilatura de un esquema, acaso la articulación de algún sentido, una simple conjetura de mesa concurrida con cadáveres exquisitos.

Hoy los poemas se escabullen hacia fuera, pareciera que es propio de una bitácora ofrecer simples mendrugos, nada que suponga la idea de publicación, o el simple hecho de encontrar un hilo conductor entre tanto ovillo desmesurado.

martes, 20 de agosto de 2013

Líneas y puntos

Una vez dentro del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, yo era una línea que se trazaba entre puntos inamovibles, como si estos fueran canteros con flores de plástico, bajo reflectores de luces blancas recubiertas de filamentos fluorescentes, podía desplazarme o trasladarme entre las obras de arte fijadas en el lienzo, y detenerme en movimiento delante de una columna griega, absolutamente anacrónica, tratando captar el sesgo de una mancha en el óleo atiborrado de nervios y tensiones, para luego dispersarme en un cielo amplio celeste con nubarrones violetas y detrás un rancho, un caballo atado a un palenque y un árbol seco, el sol pálido, las espinas con violetas marchitas. A dos metros un conde del Renacimiento dejaba de parpadear para siempre, la luz ínfima pero plena, la capa roja brillante, la espada sin envainar. Un ópalo amarillento me trajo al pasillo de los helechos mientras una pareja de ancianos mutilaba la escena con un gesto desdeñoso. Cuadros de una galería de arte, las líneas se entrelazaban con otras que parecían serpentear vívidamente, los puntos se reiteraban en zonas cohesivas, los visitantes eran sombras de secuencias veloces, el plano era un cristal ubicado en lo alto que reflejaba nuestra efímera inmediatez, el cristal deforme de personas en tránsito, he allí una palabra inadecuada para el contexto, que todos representan bajo la figura del dramaturgo que hace hamlet en la cola de la verdulería; estar en tránsito, mientras el significado se apaga en la tela rasgada de una improbable coyuntura.

Un sutil ejercicio.
Enumerar los enmarcamientos del blando desfile y hacer un ostentamiento de la ignorancia circunstancial, literatura de folletos, y todo en un pasaje fatuo de visita guiada, fijando la vista en la fotocopia, formando parte de un itinerario.

El tiempo del pasillo artísticamente iluminado prosiguió hasta el final del recorrido. Me detuve en una obra, una única obra, pequeña, perfectamente solitaria, se trataba de una pintura de Rouault, el rostro granítico del payaso que parecía tallado en una piedra, estuve 10 minutos sin moverme, solo dos metros me separaban de la obra, detenido en cada línea, en cada rasgo, en cada tono, en cada punto, pero aquello eran bloques de sensaciones, y lo que tenía enfrente era la fijación de una mirada incólume, una mirada de cruce de tiempos y caminos. No supe explicarme como volví de aquella abstracción, como atravesé la puerta llena de autos que me invadieron con gestos mecánicos, ni siquiera entendí cual era mi lugar en todo ese circuito. No entendí nada.

Ahora salgo del plano. Fumo un habano y bebo vino. Hay luna llena. Es bueno saber que las volutas de humo forman parte de mi sombra. Un ruido de motor se pierde entre los ladridos de la noche, estoy pensando como sigue esto mientras las colillas se dispersan entre las baldosas.
Con un cuchillo de campo rasgo un tejido pintado de verde, se desprenden hilos de un amarillo en tono pastel, vuelvo a hundir la pálida hoja de metal, y al hurgar entre los filamentos advierto una tenue capa rojiza, con veteados minerales, adheridos a la madera...

Siempre hay un debajo en el arte, mientras hago un ejercicio de líneas y puntos, sin saber que pulso desgarró la tela que acabo de profanar. 

viernes, 16 de agosto de 2013

La quieta voluntad

Me duelen las manos, la piel se agrieta y sale sangre que se coagula y resquebraja como lija, tuve un día particularmente gris, últimamente ando corriendo porque pienso que eso me va a hacer bien, la realidad es siempre inalcanzable, el cuadro siempre es el mismo, una sombra cansada corriendo contra su propia voluntad, buscando sentir asombro cuando todo lo que tiene por delante es un perímetro que le recuerda su propia esclavitud. Así se forjan las resignaciones, y se apartan las secretas ilusiones, confinadas al cajón de las palabras, donde se articulan sin elegancia buscando alcanzar el dominio de un plano. Hace tiempo que me duele la espalda, en casa no hay espejos, de lo contrario sería difícil aceptar que eso que se ve es uno mismo, inclinado por habituarse a no ser, y a las constantes sinrazones de entender lo que el tiempo mudó en calmo desasosiego. Fracaso puntualmente, y eso es todo lo que pueda decirse. Parece que las llagas de las manos están cicatrizando, pero cada vez me arden más, hace poco tuve que comprar lentes para la lectura, “es el paso del tiempo” pensé...y ahora me doy cuenta que la primavera está cerca y que estas cosas se tienen que marchar, como los capullos cuando caen en su hora, o las mariposas que se desprenden de su membrana, o incluso el barrendero que se lleva las últimas hojas del invierno con una escoba sin memoria, recogidas en una bolsa negra, en el exacto momento que la luna se posa sobre el tejado, mientras las ramas del único fresno la atraviesan por dentro.