sábado, 27 de abril de 2013

Hacer nacer la poesía...


¿Como sería un taller de poesía en el que los participantes puedan desarrollar una escritura propia? ¿Como organizar los ejes, como extenderlos a lo largo del taller?

Siempre me abrumó ese tipo de propuesta.
Se puede decir que en primer lugar, luego de indagar los perfiles estéticos de los concurrentes, convenga sugerir paulatinas lecturas en función de posteriores discusiones grupales o individuales, con la idea de motivar que los participantes escriban, y que refuercen conceptos o adscripciones, allí en la larga mesa vidriada, donde invariablemente el tallerista se sentará en la cabecera.

Lo que sigue después es como una encrucijada con paredes transparentes.

Una opción sería ofrecer textos para llevar a casa, escribir variaciones sobre una idea al azar, o limitarse a indagar literaturas según las inclinaciones literarias de cada quien, considerar los desvaríos o divagaciones si los hubiere, sugerir autores, esquemas canónicos o antropófagos, el desarrollo de un tono, una meseta donde extraviarse (y ser uno con la escritura), un plano perpendicular para que todos vean la caída del poema, donde poder articular vértigos y fulgores, donde advertir lo imbricado de cada verso, donde jugar con las posibilidades y recursos técnicos sin desconsiderar las estructuras propias, ya sea hablando de poesía, o de narrativa, de lírica, de versos rimados o endecasílabos, verso libre, prosa poética, fracturas rítmicas, ah! los haikus...

Al final de todo esto sucederá...la mirada perdida de alguno que parecía haberse equivocado de puerta, el poema que ya era y que ahora se hizo un ovillo, el poema que cobró forma luego de haberlo trabajado con las palabras, los asentamientos del poema, el acompañamiento de un poema no nacido, el poema que quedó igual pero con otro tipo de puntuación, el poema al que se agregó silencios, la cadencia del poema escrito en el taller, la distribución de los versos en el poema vertical, el poema que no era y que tampoco fue, el poema que terminó siendo sin haber sido, el poema del cadáver exquisito, los poetas que se dieron cuenta que nunca en sus vidas habían visto una manzana, la manzana del poema que no era una manzana, el cuchillo que nunca cortó la manzana en dos mitades, el cuchillo que se usó para untar manteca en el poema, las frutas humanas atravesadas por el sol del poema, entibiando los muebles que habitaban el poema, el poema podado, el poema mutilado, el poema corto, el largo poema, el poema coloquial, el poema poblado de metáforas, el poema bifurcado por las lecturas de los otros poemas, el poema de vidrio, de barro, de arena...

El hacha del poeta que corta el poema en varios pedazos ¿que sale de todo eso? Puede que se trate de un método, establecer un ejercicio duro a favor de la poesía, necesaria y extraña tarea, romper los poemas, separar las partes, volver a unir el recipiente para asignarle un mundo a cada verso, un sentido a cada palabra empleada, un leve discurrir de la belleza...

Armar sistemas, crear artefactos, algo que ocurra por el bien de la poesía, para que la poesía nazca, si pretendemos que los poetas puedan desentrañar aquello que probablemente no sepan de qué se trata, pero que es lo único que importa.

sábado, 20 de abril de 2013

Desde la ventana de una habitación


Las hojas amarillas perladas por un sol de cobre, a trasluz de la enredadera tan verde, es esta la ventana de mi cuarto de reposo luego de una pequeña cirugía, el oro desprendido de los árboles de enfrente, y el verde de lo que renace en espiral, la descomposición y lo perenne, voy en círculos hacia una divagación que me mantenga interesado en la postal de otoño, y en este discurrir tan poco profano de mi, hurgando apenas en el devenir-encrucijada, moviéndome de lado lo mínimo imprescindible. Me quedo pensando en los que estaban atados a la camilla, resignando la suerte de saberse inútilmente jóvenes, haciendo un listado de temas comunes para hablar con sus mujeres, pensando que las preocupaciones mundanas son solo preocupaciones, transitando el pasillo de vidrio donde no es posible hacer de cuenta que no formamos parte de esa circunstancia, o tal vez deba decir coyuntura.

El muchacho se quejaba del ardor de sus heridas, la anestesia ya no le bastaba y pedía sin voz por un calmante, su chica musitaba absurdos consuelos, nos separaba una pared de plástico de hospital reciclado, y una cortina de tela que suponía aislamiento, pienso que no es posible ataviar las palabras para evitar que se filtren imperceptibles por los laberintos inmaculados, y que entonces se pierdan sin ser profanadas por extraños. En los pasillos de los consultorios se dispersan los lamentos, los suspiros, las leves respiraciones, el ruido lejano de una tos, los coloquiales comentarios. Todo es una suma de cubículos que encierran historias, una gota que cae del suero, una luz artificial.

Escucho a un anciano que por la voz parece bien vestido, dice con algo de resignación “ya pasé por esto” (en realidad todos estamos con una bata celeste, indefensos y horizontales intentando parecer hermosos perdedores) “me duele acá” dice el muchacho, me da la sensación que la vida se le viene encima como la implosión de un edificio abandonado, se trata de voces que cada tanto son interrumpidas por los barbijos parlantes de las discretas enfermeras ¿qué dirán cuando llegan a sus casas? ¿compararán con sus maridos el semblante de nuestros rostros?

Estamos pálidos y anestesiados, y afuera de esto pareciera que todo comienza de nuevo, porque me doy cuenta que es la mínima aspiración a la que no debiera renunciar nunca la raza humana.

martes, 16 de abril de 2013

Cadáveres...


Según lo reflejaron variados poetas, Nestor Perlongher escribió uno de los poemas más importantes de la literatura argentina. El estilo que cultivó fue denominado por este escritor como “neobarroso”, porque mezclaba lo barroco con el barro local, se trata de un poema extenso cuyas estrofas terminan todas con el verso: “Hay cadáveres”.

Tomé por ejercicio leer el poema (ciertamente se trata de un poema que conviene leer en voz alta), mientras lo escuchaba recitado por el propio autor (todo un documento). Según reseña Pedro Mairal, por los años 90 escuchó el poema recitado por un actor mientras se iba afeitando con espuma. Tuvo una particularidad: cada vez que se acercaba la estrofa “hay cadáveres”, pedía que el público lo repitiera, pero “hacia adentro”, en silencio, con la idea de que el verso suceda dentro de cada uno. Este recurso del recitador fortaleció en la audiencia la idea de los muertos silenciados.

Puestos a analizar el poema, es probable que Perlongher, militante por los derechos humanos y la identidad sexual, lo haya escrito por los desaparecidos de la dictadura y el terrorismo de Estado, hay otras interpretaciones inevitables dado lo extenso del texto. Así escrito, en su contexto, es posible aplicar la idea de que debajo de toda esa gran indiferencia, con su presunta invisibilidad distorsionada por los medios de comunicación, hay cadáveres, que como bien dice Mairal no se los ve, ni se los dice ni se los cuenta.

Al final de su poema, Néstor Perlongher dice:
“No hay cadáveres”.

Aquí el poema y el audio, recitado por el propio autor.

Cadáveres

Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres

En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres

En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres

En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres

En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja por la
ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres

Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa...
Hay Cadáveres

Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía, disimuladamente, al
espejuelo, en la correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas arriba
de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin embargo, en
esa c... que, cómo se escribía? c... de qué?, más,
Con Todo
Sobretodo
Hay Cadáveres

En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la menea de la que
se lagarta en esa yedra, inerme en el despanzurrar de la que no se abriga,
apenas, sino con un saquito, y en potiche de saquitos, y figurines
anteriores, modas pasadas como mejas muertas de las que
Hay Cadáveres

Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano: en la colilla
de los pantalones que se enchastran, símilmente; en el ribete de la cola
del tapado de seda de la novia, que no
se casa
porque su novio ha................!
Hay Cadáveres

En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay Cadáveres

Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las
campesinas
agasajan sus fiolos, en los
fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como
a escondidas, con la bombacha llena; en la humedad de esas bolsitas,
bolas, que se apisonan al movimiento de
de los de
Hay Cadáveres

Parece remanido: en la manea
de esos gauchos, en el pelaje de
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
Hay Cadáveres

Ay, en el quejido de esa corista que vendía 'estrellas federales'
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con una botella
de whisky 'Russo' llena de vidrio en los breteles, en
ésos, tan delgados,
Hay Cadáveres

En la finura de la modistilla que atara cintas de un buraco hubiere
En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
las uñas salitrosas, en las mismas
cutículas que ella abre, como en una toilette;
en el corazón, tan ...indeciso..., que
clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y en los
cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza que se
derrumba, oui
Hay Cadáveres

Yes, en el estuche de alcanfor del pecho de esa
¡bonita profesora!
Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! Traza el rescoldo
De ese incienso

Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón
atravesado por un aro, enagua, en
 
Ya!
Hay Cadáveres

En eso que empuja
 
lo que se atraganta,
 
En eso que traga
 
lo que emputarra,
 
En eso que amputa
 
lo que empala,
 
En eso que ¡puta!
 
Hay Cadáveres

Ya no se puede sostener: el mango
 
de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos,
 
el rosario
 
de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
 
la corriente
 
que sujeta a los juncos el pichido - tin, tin . . . – de un son-
ajero, en el gargajo que se esputa...
Hay Cadáveres

En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también
 
glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
 
porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
 
que se estampa como sobre en un pijo,
en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de
 
la hormiga,
 
Hay Cadáveres
 

En la conchita de las pendejas
En el pitín de un gladiador sureño, sueño
En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas
brechas, en el sudario del cliente
 
que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo,
 
en el polvo
Hay Cadáveres

En el desierto de los consultorios
En la polvareda de los divanes "inconcientes"
 
En lo incesante de ese trámite, de ese "proceso" en hospitales
 
donde el muerto circula, en los pasillos
 
donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
en los huecos
 
de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos
 
se travisten de ''hombre drapeado",
 
laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea)
 
un paladar, en tornos
 
Hay Cadáveres

En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de
 
esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese
 
bies que ciñe-algo demás-esos corpiños, en el azul Iunado del cabe-
llo, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el
 
recIinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños . ..
 
Hay Cadáveres

En esas circunstancias, cuando la madre se
 
lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la
 
hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que
 
va "creciente", o
 
Hay Cadáveres

Ya no se puede enumerar: en la pequeña ''riela" de ceniza
 
que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por
 
los haras, eh, harás de cuenta de que no
 
Hay Cadáveres
 

Cuando el caballo pisa
los embonchados pólderes,
empenachado se hunde
en los forrajes;
cuando la golondrina, tera tera,
vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola
como una sierpe 'leche de cobra" se
disipa,
los miradores llegan todos a la siguiente
conclusión:
Hay Cadáveres
Cuando los extranjeros, como crápulas, ("se les ha volado la
 
papisa, y la manotean a dos cuerpos"), cómplices,
 
arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta,
 
y ella es devaluada!
 
Hay Cadáveres

Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano,
ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un
 
''palo borracho", la estirpe real de una azalea que ha florecido
 
roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje
 
la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo
 
contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y
Hay Cadáveres
Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el su-
ceso de su pica, más
 
atornilla esa clava, cuando "mecha"
 
en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza
 
chueca, cuando la va dándola vuelta
 
para que rase todos.. . los lunares, o
 
Sitios,
Hay Cadáveres
 

 Verrufas, alforranas (de teflón). macanos muermos: cuando sin... acribi-
lla, acrisola, ángeles miriados de peces espadas, millas acneicas, o sólo
adolescentes, doloridas del dedo de un puntapié en las várices, torreja
de ubre, percal crispado, romo clít...
Hay Cadáveres

En el país donde se yuga al molinero
En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado, y donde
todas las Ocupaciones tienen nombre...
En las regiones donde una piruja voltea su zorrito de banlon, la huelen
desde lejos, desde antaño
Hay Cadáveres

En la provincia donde no se dice la verdad
En los locales donde no se cuenta una mentira
¡Esto no sale de acá¡
En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en la
bragueta del que orina ¡esto no va a parar aquí¡, contra los
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y Esmeraldas,
Hay Cadáveres

Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
le abren el c... para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada,
de un camarín donde...
Hay Cadáveres

Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella era una oveja
hecha rabona, donde la perra
lo cagó, donde la puerca
dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos almizclados,
lo sedujo,
Hay Cadáveres

Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre
un bombachón de muñequera, como en
cáliz borboteante ¡los retazos
de argolla flotaban en la 'Solución Humectante' (método agua
por agua),
ella se lo tenía que contar:
Hay Cadáveres

El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados:
Hay Cadáveres

La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas
La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una 'calada'
El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape
de una Kombi,
Hay Cadáveres

La despeinada, cuyo rodete se ha raído
por culpa de tanto 'rayito de sol', tanto 'clarito';
La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de
un taxi;
La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse para no ver lo que veía:
Hay Cadáveres

La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un
buen punto;
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
discreto que no mostrara nada
¡y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase¡; la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse táctilmente en los telares ¡y daba esa textura acompasada... lila...
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
Hay Cadáveres

La que hace años que no ve una pija
La que se la imagina, como aterciopelada, en un cuna (o cuña)
Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
donde los vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le tomaron
los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una profesora...)
Hay Cadáveres

Era ver contra toda evidencia
Era callar contra todo silencio
Era manifestarse contra todo acto
Contra toda lambida era chupar
Hay Cadáveres

Era: 'No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
cuenta'
O 'No le vayas a contar que los vimos porque a ver si se lo toma
a pecho'
Acaso: 'No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta'
Aún: 'Hoy asaltaron a una vaca'
'Cuando lo veas hace de cuenta que no te diste cuenta de nada
...y listo'
Hay Cadáveres

Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello
Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo,
como una corbata se avizora, pinche de plata, así
Hay Cadáveres

En el campo
En el campo
En la casa
En la Caza
Ahí
Hay Cadáveres

En el decaer de esta escritura
En el borroneo de estas inscripciones
En el difuminar de estas leyendas
En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de
la liga,
En ese puño elástico,
Hay Cadáveres

Decir 'en' no es una maravilla?
Una pretensión de centramiento?
Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
muere al amanecer, y descompuesto de
El Túnel
Hay Cadáveres

Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo
de superficie frívola...?
Hay Cadáveres

Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste
a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo cruzaba la calle, una
viejita se cayó, por una biela, y los carruajes que pasaban, con esos
crepés tan anticuados (ya preciso, te dije, de otro pantalón blanco),
vos crees que se iban a detener, Fernando? Imagina...
Hay Cadáveres

Estamos hartas de esta reiteración, y llenas
de esta reiteración estamos.
Las damiselas italianas
pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las 'modelos' del partido polaco¡
no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en
La Matanza!
Cholas baratas y envidiosas cuya catinga no compite en
Quilmes!
Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda!  Barracas!
Hay Cadáveres

Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género 'volante'!
NI
Hay Cadáveres

Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito!
Hay Cadáveres

Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres

Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres

Todo esto no viene así nomás
¡Por qué no?
¡No me digas que los vas a contar?
¡No te parece?
¡Cuándo te recibiste?
¡Militaba?
¡Hay Cadáveres?

Saliste Sola
Con el Fresquito de la Noche
Cuando te sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito
Y
Hay Cadáveres

Se entiende? Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres

Yo soy aquél que ayer nomás
Ella es la que
Veíase el arpa
En alfombrada sala...
Villegas o
Hay Cadáveres

Cadáveres!
Cadáveres!
Cadáveres!
Cadáveres!

No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres

domingo, 14 de abril de 2013

The Cure...


Hace más de 25 años un adolescente cantaba y escribía canciones delante de un poster viviente. En todo ese tiempo la pelota que había arrojado al aire, aquella que tan bien simbolizó Dylan Thomas, no tocó nunca el suelo. Finalmente, el viernes 12 de abril, cerca de las 21.30 hs apareció por el escenario Robert Smith, el artista que acompañó mi juventud, mis gustos estéticos y musicales, mi modo de entender el mundo mientras iba creciendo. Es algo de mi pasado, me permito la ligereza de expresarlo en este sitio. Muchas imágenes pasaron por mi cabeza, como cuando compraba los discos de vinilo de The Cure y llegaba a casa extasiado para escucharlos, porque un buen día había descubierto “faith” y ya nada sería como antes, porque era un ejercicio catártico escuchar las canciones, y escribir sobre las texturas sonoras (se sabe, las letras de canciones son poemas mutilados), todo aquello apareció de pronto mientras lentamente el hombre niño caminaba hacia el micrófono. Hubo asombro de ver cómo un músico, a la manera de Dorian Gray, cautivaba desde su voz intacta, acompañando las concurridas soledades de aquellos ebrios corazones, a los que les bastaba cerrar los ojos para ir atrás en el tiempo, y descubrir que las cosas esenciales no habían cambiado ¿qué más pedirle a un artista?

No es lugar aquí para hacer una reseña crítica del recital, eso lo saben quienes estuvieron, pero en un momento puntual pasó algo que me conmovió, aparecieron los apacibles y sentidos acordes de “trust”, probablemente una de las canciones más hermosas del grupo, aquella en la que musita “no hay nadie en el mundo a quien yo pueda abrazar, no hay nadie en realidad, solo estas tu”, y entonces entendí que desde siempre Robert Smith le escribió al niño que en algún punto dejó de crecer, al niño que se cuestiona cosas, al niño de las encrucijadas existenciales, era sentir como cada uno parecía ver hacia adentro y hacia atrás, cómo a veces una canción pasa delante de uno, mientras nos ocupamos en alguna cosa para dejar de pensar en todo eso.

Se trata de alguien que no maduró desde el punto de vista social, como suele pasar con muchos artistas, este cantante tiene 53 años, lleva cintas de colores en el pelo, los labios pintados como siempre, la ropa negra, la mirada hipnótica, y nos deja absolutamente convencidos que su vida es estar arriba de un escenario, mira al público corear las canciones y sonríe con serenidad, está feliz y todos estamos felices de su felicidad, me doy cuenta que lo bello permanece y que lo esencial queda, le creo cuando dice "nos volveremos a ver", es lo más parecido a una promesa sincera.

Y ojalá así sea.

sábado, 13 de abril de 2013

La poesía interminable


Allí donde intento indagar sobre poetas argentinos encuentro siempre su nombre, aquellos que han sido etiquetados como “poetas de los 90’” lo citan con devoción, sin ir más lejos, Alejandro Rubio ha dicho en alguna oportunidad que se trata del “mejor poeta argentino” que ha conocido, de quien hablo es Osvaldo Lamborghini, recientemente pude adquirir su antología, titulada “Osvaldo Lamborghini: poemas1969-1985” bajo la cuidada edición de César Aira [Editorial Sudamericana, 2004].

Por cierto no deja de ser llamativo que también su hermano, Leónidas Lamborghini, ha sido aclamado como un gran poeta, caso singular si los hay, de poetas hermanos ambos reconocidos por la crítica literaria.

El libro no tiene desperdicio, es ingresar en largos pasillos de escrituras prosaicas, incluyendo manuscritos inéditos, se dice del autor que continuamente escribió hablando consigo mismo, la edición de Aira tiene una virtud, no hay prólogo, no hay presentación, solo poemas de un poeta desconcertante, que en algún punto escribe sobre el sentido de escribir.

Aquí un poema dedicado a Néstor Perlongher, Nocturno.

Fibras de oro, ¡eso era!
El buey torcido y la aurora:
Nace la aurora ¡resplandeciente!
Pero lo que hoy no es el amparo
                                ¡de tu mirar!
Y si no es no es
                (...si no es el amparo de tu mirar...)
El sabio Negro agoniza, hermano.
¡Miles de pirulos!
                Señores argentinos, y no
                                ¡citoyens du monde!
El falo: fálico, y la frase
                ¡frástica!
Aforismo sen Buenos Aires, y dónde si no
                ¡mi alma!
La callecita de perfil y la Noche ya madura para el símbolo:
Gardel lloraba y se comparaba con Lázaro
Porque el arte –él decía– es la resurrección de los muertos.

Nace la aurora (fuma, fuma)
Y yo estoy en pie para sentarme
–...nace la aurora...resplandeciente... –
El estilo, un vuelo de perdiz.
Un desliz.

Un tropezón...

Con la propuesta –de piedra– de no ser alusivo
Me convertí cada vez más en alusivo y alusivo y alusivo,
Y alusivo:
                                No versa de nada.
¡nace la aurora!
¡Si yo pudiera cantar!
Resplandeciente.

La sombra de una lágrima
                                ¡la sola sola sombra de una lágrima!
¿Cómo se acentúa?

Y cada vez menos decir menos.
Y cada vez (¡por favor!)
Más una lengua blanca como la leche.
Cayol: –¡Un cotorrito blanco como la nieve!
Bicharraquear –kafkianamente–

Porque las cosas groseras les pasan a los seres delicados.

                                                                                         8 de diciembre, 1980.

domingo, 7 de abril de 2013

La sincronía perfecta


Hay un momento donde ocurre todo lo imprevisible de la raza humana, donde todas las variables confluyen en armonía, donde es posible compartir sin importar comunicación alguna, donde cada uno dice lo que le parece y el otro asiente y a la vez completa ese bello mecanismo, donde hay empatía sin necesidad de respetar reglas, donde cada encuentro es una epifanía, una alegría sincera, un modo placentero de estar a solas con el tiempo concedido.

Todo esto me ocurre los domingos a la tarde cuando voy con mi mujer y mi hijo al arenero de una plaza pública, la sincronía perfecta de la humanidad, la hermosa inocencia de los niños, darnos cuenta que todo es posible, incluso la felicidad auténtica, el vivir el presente como un obsequio, y disfrutarlo plenamente hasta que termina el día, dejando que la vida nos viva.

la verdadera vida...

A propósito de mi hijo, al llegar a casa en un momento contempló su imagen en la pantalla de la computadora y luego de reconocerse en la fotografía arrojó una pregunta genial:
¿yo soy yo?
No quisiera tener que desentrañar ahora todo lo que oculta esta simple frase.

sábado, 6 de abril de 2013

Voces...


Todo el mundo escucha voces...
esto lo decía Fogwill, el punto es como articular lo que se escucha, como se imita el artificio de lo devanado, como diagramar la estructura invisible, sabiendo que se escribe mientras algo acaba de extraviarse dentro de uno mismo, como establecer mesetas, promontorios, ríos y puentes. Como detenerse mientras se siguen escuchando voces, como interpretar el aullido, la brisa tenue, el pétalo debajo de la almohada. Como hacer de cuenta que las vértebras no arden, que el hambre no es tal, que la lluvia no, que la silla de mimbre tampoco. Como separar los planos, como distinguir el susurro de la invisibilidad, como decir “el poema está listo”, como caminar al lado de lo que se va escribiendo, como acordarse de llegar a casa, la curva exacta, el árbol que parece amarillo. Como corregir lo que se escribe, como tachar lo debido, como extender coordenadas, como habitar lo que se construye. Cómo decir que sé lo que hago, como entender lo que otros entienden, como apagar el único fuego, como hacer para ir a dormir...

lunes, 1 de abril de 2013

Un trabajo con las palabras


hola núbil di
go nube
cómoan
dás

soy yo
                    Violeta Kesselman

Un trabajo con las palabras, algo tan sencillo como eso, algo hay en los textos de Violeta Kesselman que trasuntan esa idea.
Valoro el ejercicio críptico en el entramado de la literatura, cuando la construcción permite acercar astillas de ideas, volutas éteras, ejercicios gramaticales y sintácticos.

Voy a incurrir en una digresión.
Hace unos meses descubrí, que en el mundo del jazz, algunos cantantes emplean la técnica del “scat”, que no es otra que una improvisación vocal mediante el empleo de onomatopeyas que pretenden simular el sonido de ciertos instrumentos musicales. Este recurso le valió, a Ella Fitzgerald, suplir el olvido ocasional de una letra cuando estaba cantando en vivo delante de miles de personas, convirtiendo aquel “scat” en una secuencia memorable posteriormente incluida en una grabación.

Continuo.
Hay quienes tensaron el lenguaje creando artefactos fungibles. Como Oliverio Girondo, o como Pablo Katchadjian, el alcance de lo que se sabe y de lo que no.
Las experimentaciones narrativas extendieron sus límites, yuxtaponiendo sonoridades, atravesando planos, secuencias, articulaciones, esquemas, reglas, sintaxis...

En algún punto, esos troquelados de escrituras imbricadas deberían tender un puente semántico hacia expresiones concretas, alguna suerte de lineamiento caótico, para luego complementar con sentido abstracto el esquema del poema o escritura.

Muchas de estas desavenencias se encuentran “en la masmédula”, de Oliverio Girondo, quien desarticula lo aparente del lenguaje, deconstruyendo sobre lo construido.


Por vocación de dado

A lo fugaz perpetuo
y sus hipoteseres
a la deriva al vértigo
al sublatir al máximo las reverberalíbido
al desensueño al alba a los cornubios dime sin titilar por ímpetu
de bumerang de encelo
de gravitante acólito de tanto móvil tránsfuga cocoterráqueo
efímero
y otros ripios del tránsito
meditaturbio exóvulo
espiritado en Virgo en decúbito en trance en aluvión de
incógnitas
con más de un muerto huésped rondando la infraniebla del
dédalo encefálico
junto a precoces ceros esterosentes dime al codeleite mudo del
mimo mimo mixto
al desmelar los senos
o al trasvestirme de ola de sótano de ausencia de caminos de
pájaros que lindan con la infancia
animamantemente me di por dar por tara por vocación de dado
por hacer noche solo entre amantes fogatas desinhalar lo hueco
y encontrarme inhallable
hora tras otra lacra más y más cavernoso
menos volátil paria
más total seudo apoeta con esqueleto topo y suspensivas nueces
de apetencias atávicas
al azar dime al gusto a las adultas menguas a las escleropsiquis
al romo tedio al pasmo al exprimir las equis a la veinteava
esencia
y degustar los filtros del desencantamiento
o revertir mi arena en clepsidras sexuadas
y sincopar la cópula
me di me doy me he dado donde lleva la sangre
prostitutivamente
por puro pleno pánico de adherir a lo inmóvil
del yacer sin orillas
sin fe sin mí sin pauta sin sosías sin lastre sin máscara de
espera
ni levitarme en busca del muy Señor nuestro ausente en todo
caso y tiempo y modo y sexo y verbo que fecundó el vacío
obnubilado
inserto en el dislate cosmos, a todo todo dime
alirrampantemente
para abusar del aire del sueño de lo vivo y redarme y
masdarme
hasta el último dengue
y entorpecer la nada.