jueves, 26 de diciembre de 2013

En los bosques...

Otros —los inocentes o bien linfáticos—,
no encuentran
en los bosques más que encantos lánguidos,
soplos frescos y perfumes tibios. ¡Son felices!
Otros se sienten presos —soñadores— de místicos terrores.

¡Son felices! Para mi, inquieto, y a quien un remordimiento

espantoso y vago enloquece sin descanso,
por los bosques tiemblo cual un cobarde
que temiera una emboscada o que viera muertos.

Esas grandes ramas nunca en paz, como la ola,

de los que cae un silencio negro como una sombra aún
más negra, todo ese triste y siniestro decorado
me llena de un horror trivial y profundo.

Sobre todo en las tardes de verano: el arrebol del ocaso

se funden en el gris-azul de las brumas que el tiñe
de incendio y de sangre, y el ángelus que tañe
en lejanía semeja un grito quejumbroso que se acercara
.

El viento se alza caliente y pesado, un estremecimiento pasa

y vuelve a pasar, cada vez más fuerte, por la espesura
cada vez más sombría de los altos robles, obsesionante,
y se desparrama, lo mismo que un miasma, en el espacio.

Viene la noche. El búho vuela. Es el momento

en el que se piensa en los cuentos de los abuelos ingenuos...
Bajo una espesura, allá lejos, unas fuentes vivas
hacen un ruido de asesinos apostados, concertándose
.

En los bosques, Paul Verlaine

Copiado del libro “Verlaine: antología poética. Barcelona: Ediciones 29 [Libros Río Nuevo]”


Quiero terminar el año con un poema. Porque a veces basta leer un único poema, como este del recordado poeta francés, para darse cuenta de los místicos terrores que infunden las cosas vivas. Podemos trasladar el poema a cualquier vicisitud, a cualquier circunstancia, y encontrar consuelo.

Paul Verlaine lo representó en un bosque, Verlaine, el vidente Verlaine, el parnasiano en su hora álgida, el gran poeta de las romanzas sin palabras, el maldito, el místico Verlaine.

Leer el poema da cuenta de la división –trazada con pulso invisible– entre aquellos que son poetas y los que no lo son, entre quienes advierten y entre quienes no pueden advertir, entre quienes ven sombras y entre quienes ven árboles, entre quienes se ahogan, y entre quienes huelen perfumes, entre quienes se pierden y entre quienes se dispersan, entre quienes descubren encantos lánguidos y entre quienes se atemorizan...

Los unos y los otros, un poema para dividirlos, un poema para atravesarlos, un poema para darse cuenta.

Gracias ustedes, los que siempre acompañan con lecturas, fuente viva de toda arborescencia, que pasen un feliz año, vayan a los bosques y dejen que la vida los viva...

Yo me voy al mar a seguir divagando, a encontrar en el mar este poema.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Epistemología

La paloma que va a ser devorada por la serpiente ¿es un error del sistema?
¿un error original?
Si así no fuera ¿Cómo entender el arrepentimiento o la justificación?
¿Se completan en sí mismas esas variables?
¿Se necesitan?

Lo creado, a instancias de un creador ¿la idea de Dios? – no puede fraguar más que complicidades furtivas.
Desentrañar con premura los mecanismos del devenir, el inabarcado universo.
Ser cómplice de reglas arborescentes que adscriben su propia noción de la verdad, acaso contraria a la voluntad de las primeras coordenadas.

Justificar a la serpiente, porque el error se ha multiplicado, porque la verdad no existe, completando lo revisado según la discordia.

Tal vez, porque no es posible saberlo, lo inevitable sea la prudencia.
Y ya no queda vino en mi vaso.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Algo...

Nada se compara
Nada se compara a ti...
la dulce voz de Sinead O’Connor

(mientras pienso en mi mujer)

En algo que no era, una idea, un rapto de energía, me descerrajó, para atravesar extraviado un plano inclinado de violetas...comulgué en éxtasis (como Viel, el epifánico Viel), fui cegado por el sol, apartando la posibilidad de una sentencia. Había espigas doradas bajo el crepúsculo, y mi camino no era el prometido.

Ahora vivo una vida, entonces renegaba por abrir resignadamente la puerta de la rutina, adornada con flores muertas, un jardín que no era mío, y la compasión...
Me tomaba un tiempo para beber café, hacer un fuego a medianoche, mirar las hojas de un fresno llegar al suelo. Simulaciones. Un modo sutil de no pensar en aquello que se imita.
Dejé a un lado las frases inconclusas nunca pronunciadas, las conversaciones previsibles, la conveniencia de un uniforme. Y desde que estas cerca pude ver lo que no he sido.

Un campo seco, de crujiente amarillo, con espinas rosadas, como cuando veía el mundo desde concepciones barroquistas, y lo conjeturaba con distorsiones, con una alambrada que probablemente haya cavado en mis sueños, sembrando límites, curtido por el desamparo.

Entonces no logro entender si la idea es un simulacro, tardíamente devanada, que ofrece frutas amargas, la posibilidad de cultivar una huerta ¿Cuántos de nosotros, oh desangelados poetas, hemos podido?
Intentaré una vez más la construcción, pero solo me importará que estés cerca, porque me empiezo a dar cuenta que nada mas importa.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Aquello...

Mientras escribo algo que intento...

Transformar un texto en otra cosa, creo dedicarme a esa tarea, el asunto consiste en fijar algo que está ocurriendo, luego de un tiempo sucede algo más, acaso un trabajo de construcción con las palabras, imbuir de sentido un correlato de certezas dispares, extender los atravesamientos hacia un páramo donde poder resguardar la frágil estructura. Colmar de significado el texto, mediante un ejercicio de registro arborescente, abrevar, urdir, atravesar, imbricar, deformar, distorsionar, recoger, unir, desbrozar...

"estar en el sino de las altas estructuras, donde se articulan los pretextos", luego aparece algo que se musita "una nueva oportunidad que tarda años en nacer", para después mirar hacia lo alto y dejarse habitar por el realismo "los loros enjaulados que arrancan las aceitunas de los árboles", pronto una convergencia, tal vez una relación: "la jaula que no es, y sin embargo profana los límites", los límites de un jardín cubierto de musgo, que apenas puedo comprender, mientras cruzo sin prisa el patio de la infancia.

Entonces llega el viento...