sábado, 19 de julio de 2014

Espiral


Las obsesiones son pocas en quien escribe. Siempre pienso en la imagen de Sor Juana, quien definió la belleza, a mi juicio de un modo perfecto: cuando dice que es una espiral, es decir, no es algo cerrado, como decían algunos poetas ingleses del siglo XV que alababan el círculo. Es algo abierto que cada vez se abre más. En ese sentido es una búsqueda, una escritura.
Juan Gelman

Estoy buscando el tiempo donde ha de ocurrir el vértigo amarillo del piélago nunca comprendido. Acaso razones que los actos suponen inútiles. Me recuesto sobre una silla de mimbre para fumar un habano y mirar la única estrella de la noche. Pienso en las volutas de humo mientras el destino es un mapa con líneas trazado en las manos, y no hago otra cosa que bajar la persiana haciendo de cuenta que me voy a dormir, cuando sé que estaré horas mirando el techo.

Acaso será que siempre me creí destinado a entenderlo todo, a construir sentido desde un faro abandonado, donde la humanidad nunca se estrellará contra las piedras del olvido.
Amanece en alguna parte, me abro camino entre la espesura, buscando belleza en un basural, mientras se urden en espiral las incongruencias de siempre.

Ayer pensé que sería distinto, por un momento la brisa dejó entrever una sombra que se parecía a la mía, caminaba sin prisa, con un sombrero un poco largo, casi una galera, pero un viento frío me cortó la cara y me detuvo sin dejar de caminar. Era uno más atravesando el portón de la rutina. El sol ya doraba los pórticos y filtraba una brizna entre los helechos quietos.

Cuando miré para atrás, vi que mi sombra recogía del suelo un sombrero que parecía mojado.

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