sábado, 29 de noviembre de 2014

Hacia adentro


Sacar al otro, al yo sin sombra, la ventana siempre cerrada de la infancia, con los goznes verduzcos de musgo y no de la pintura amarillo pálido que alguna vez fue, pintar sobre la madera, acaso el más noble de los oficios, escribir hasta que los sentidos se entremezclen en algo inapropiado, y aquí en la vida, remando en una barca rojiza, con una camisa a cuadros en blanco y negro.

El cielo del estío se empantana en los bordes de las orillas barrosas, la existencia tiene el tono oscuro del agua imposible de medir ni de prever, un centro de energía que se atomiza, el ruido de las paladas en los remos que chirrían, el envío hacia atrás y ese no ver donde se ocultan las palomas, ese ir hacia la nada o hacía uno mismo, hacia adentro.

Dejar al otro en el crepúsculo, una línea bermeja cruzando el charco, el aleteo de las mariposas en la arena, algún ulular entre los árboles, ningún fuego al anochecer.

Ahora la luna es lo más parecido a la infancia, surca un camino tembloroso entre el silencio y el asombro, se abre camino dejando una estela que permanecerá yerta, las estrellas que siguen sin aparecer y en las orillas un fantasma nos despide hasta el otro día.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La indeterminada materia


Ando recorriendo distancias contemplando soledades en blanco y negro, me veo envuelto en disyuntivas que me alejan de las inútiles construcciones, se trata de un mecanismo, intuyo que no es el modo en como se comienza una divagación, todas las cosas pierden su nombre cuando las tomamos, y el amanecer es algo próximo a ocurrir.

En el medio de la creación se extiende una materia indeterminada, cobra formas extrañas que escapan al discernimiento del poeta, este las deberá comprender, palpar, imbricar, desbrozando mendrugos, socavando inconsistencias.

Honestamente no sé que sentido cumple mi intervención criptográfica, este divagar en torno a las ideas, como atavíos que dejan estelas incumplidas en su propósito, porque tal vez no hay propósito, y todo sea un irse permanente, la sombra que camina delante, en la ruta solitaria, aparentando entendimiento.

sábado, 15 de noviembre de 2014

El problema de las ecuaciones



Es allí que los límites se profanan para que la confusión –siempre subjetiva– se instale en los prolegómenos de algún tubérculo conceptual, que mañana será raíz, tallo, hoja y fruto de ideas nacidas para anestesiar entendimientos.

Así, de este modo, se perpetúa el error original.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Lo que el amor les hace a los poetas


Vaya la lucidez de este poema, cuya lira pertenece a Ezequiel Zaidenwerg, recordemos este nombre...

no es trágico: es atroz. Les sobreviene
una luctuosa ruina a los poetas que el amor captura,
sin importar su orientación o identidad
poética. El amor lleva al total desastre
de la uniformidad a los poetas gay,
a los poetas pansexuales y bisiestos,
y a las poetas y poetrices feministas, fementidas o veraces;
a los obsesionados con el género
y a los degenerados por igual, y a los perversos polimorfos:
y hasta los fetichistas de los pies
del verso capitulan a las plantas del amor,
que no distingue ideología,
programa ni poética. A los vates de la torre de marfil
los precipita del penthouse ebúrneo
directo a planta baja. A los apóstoles
del Zeitgeist, que proclaman sin empacho que la lírica está muerta,
les permite insistir en el error
y en sus prolijas parrafadas. Les produce una hemorragia palatal
a los que comban parcos aforismos diagonales,
a los herméticos de lata, a los que envasan
sus versos al vacío, a los falsarios del silencio,
y a los que fraguan haikus castellanos
al itálico modo. A los puristas de la voz les corta en seco
su dulce lamentar, y a los maniáticos del ritmo
les quiebra las falanges, y estropea
el íntimo metrónomo que llevan junto al corazón
para marcar el paso de sus versos. Les compone el sensorio
a los videntes y malditos y demás
rebeldes e insurrectos sin razón ni causa
poética, y les cura el desarreglo razonado
de todos los sentidos. Desaloja de su noche oscura
a los que piden luz para el poema
en las cavernas del sentido, y los devuelve sin escalas
a la trasnoche de la carne literal. Lo que el amor
les hace a los poetas, con paciencia y mansedumbre,
mientras las mariposas lentamente les ulceran el estómago
y el páncreas poco a poco deja de funcionar,
es harto inconveniente. A los que buscan con ahínco
y precisión de cirujano la palabra justa les arruina
el pulso, y en lugar de dar la vida, la aniquilan en su afán.
Y a los que con ardor y devoción persiguen
un absoluto en el poema, como un grial
todo de luz, tirante, diáfana y febril,
les nubla las certezas, y el deseo mismo
de saciar su ansiedad. Lo que el amor
les hace a los poetas, inadvertidamente,
mientras cosen y cantan y se atoran de perdices, es agudo, terminal
y fulminante. Es un torrente arrollador
de prosa, que espolea y multiplica, en progresión exponencial,
a los zopencos y palurdos de la poesía:
a los que cortan sin razón sus versos diminutos;
a los jinetes compulsivos;
a los diseñadores tipográficos del verso;
a los que quiebran la sintaxis sin saber
torcerla; a los que escarban en el éter a la busca de inauditos neologismos inaudibles;
a los modernos sin pretexto; a los que creen descubrir
la pólvora en sus versos balbucientes;
a los contestatarios automáticos y a los porno-poetas;
a los que sueltan grandes nombres por la densa
fronda de sus poemas, como Hänsel y Gretel esparcían
migas; a los que impostan en su voz
vacante los mohines de una infancia lobotomizada;
a los poetas bellos y felices, caprichosos;
a las tribus urbanas y los groupies de la poesía pubescente;
a los poetas pop y los rockstars del verso;
a los videopoetas y performers;
a los ovni-poetas, voladores o rastreros, identificados;
a los objetivistas sin objeto
ni vista; a los que exigen que el poema
se vista de mendigo; a los filósofos poetas;
y a los cultores convencidos
de la "prosa poética". El amor,
que mueve el sol y a los demás poetas,
los lleva hasta el postrero paroxismo: los convierte
en tierra, en humo, en sombra, en polvo, etcétera:
en polvo enamorado.
...............................Y si resulta todavía que entre ellos
se aman amorosos los poetas pares,
felices en su amor solar sin escansión,
como si fueran en verdad el uno para el otro
un agujero negro de opiniones nebulosas,
tácitas palmaditas en la espalda y comentarios tibios al pasar,
enanos, enfriándose, se absorben entre sí
y desaparecen.

domingo, 2 de noviembre de 2014

La lluvia rauda


Oleadas de esquemas sobrevuelan el movimiento inerme de las cosas, apenas puedo ir hacia los claustros cubiertos de lluvia –la lluvia rauda, horadando el tiempo donde toda fe es profanada- para evitar un falso dilema en el blando desfile, donde las ecuaciones intentan vanamente ilustrar lo semántico y lo ígneo.

Allí cruzo las aguas de la desidia impar, aplico la severidad de un entendimiento, en tanto mi vida se vadea en una barca con los remos cruzados, creyendo saber las profundidades y las corrientes, mientras destellan las aguas en el infinito clamor de los arroyos bajo el sol. 

No puedo concebir la calma en este desasosiego, así las cosas, las promesas de siempre cuelgan como glicinas sobre una pérgola invisible.


Nada indica que deje de llover...

sábado, 1 de noviembre de 2014

Poemas de Leandro Llull


Hace poco participé de un concurso de poesía organizado por el Fondo Nacional de las Artes, vaya a saberse porque uno conserva ilusiones, los poemas fueron leídos por Diana Bellesi, Laura Wittner y Fabian Casas, nada menos, siempre pensé lo bueno que sería recibir una mención, para luego tratar de hilvanar desde una periferia el resignado trance de quienes no ocuparán un lugar en la memoria, los hermosos perdedores de la literatura, aquellos que escriben sin publicar, condenados a seguir siendo, subsumidos bajo los mendrugos del más absoluto de los anonimatos, la invisible entidad de los que callan.

Esto viene a cuento con los descubrimientos literarios que cada tanto ocurren, mismo Borges alguna vez expresó, con motivo del enésimo Nobel negado, que alguna vez le hubiera gustado  ser descubierto, es un sentimiento invariable, que atraviesa el anhelo de muchos escritores. El concurso lo ganó un interesante poeta, Leandro Llull, rosarino, nacido en 1983, quien alguna vez dijo: "Creo que escribo por una incomodidad. Pero la incomodidad más grande está en la lengua, por esa relación de prohibición y permiso para decir cosas. Leer y escribir es algo cotidiando y tiene que ver con un deseo", un tipo que escribe como si narrara lo detenido del tiempo, donde todo aquello que lo rodea cobra sentido, donde parece haber al final de las palabras una tensión sin resolver, como sea, bienvenidos sean los concursos cuando se hacen visibles los buenos poetas.

A modo de posdata, Leandro Llull participó en el libro La lengua en soledad, incluido en la obra colectiva Prueba de soledad en el paisaje (Mansalva, 2011), aquel interesante proyecto denominado Estación Pringles, diseñado en base a una idea de Juan L. Ortiz, basado en una experiencia de creación poética en contrastación con la llanura pampeana, donde cuatro jóvenes poetas convivieron durante cuatro semanas en el Espacio Quiñihual, situado en un paraje rural a 550 km. de Buenos Aires. Entre esos 4 estaba Leandro Llull, junto con el poeta mexicano Inti García Santamaría, el chileno Christian Aedo y la argentina Valeria Meiller, aquí, tres poemas de aquel libro:


EN EL CONFÍN un azul sin nubes
y tu pecho estremece
en pozo tan hondo.

Hay la espesura que le habla al alma
y el sol más lejos del día.

A las cosas,
. . . . . . . . . . ¿para qué mirar?

¿A qué abrir
abismos?

¿Por qué no
. . . . . . . . . . los ojos del cuis
cuando en dos patas se para
y hacia el cielo mira?

- - -

¿PUEDE EL GRITO DE LA TIJERETA
solitario cruzar el cielo
y tejer esta camisa en llamas
que arde en el pecho sin motivo?

Es tu corazón al acecho, los oídos de la liebre
que el paisaje te ha prestado,
la cacería del alma que lee
donde nunca nadie ha podido.

- - -

PENSAR QUE UN DÍA TODO ESTO ESTUVO EN OTRO LADO.
Entre dos manos
una alianza tramó el exterminio.

"Gran-Macá" le decían al hombre que defendió la tierra.
Murió enrollado como un tatú
por aguantar el palo.

Hubo un tiempo en que se acariciaban los pastos
como el primer pelo en la cabeza de un niño.

Pensarlo ahora.

Hacerse la imagen.