sábado, 20 de diciembre de 2014

Epifanía


Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel.
Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz.

Daniel 10.4

Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río.
Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas?

Daniel 12.5

El sol como las puertas, con dos hombres blanquísimos, de un colegio militar en un desierto; un colegio militar que no es más que un desierto en un lugar adentro de esta playa de la que huye el futuro. (1984)

Allá atrás, en mi nuca, vi al blanquísimo desierto de esta vida de mi vida; vi a mi eternidad, que debo atravesar desde los ojos del Señor hasta los ojos del Señor. (1984)

Héctor Viel Temperley

He aquí dos viñetas, imágenes de telas blancas movidas por el viento, en un día de verano.
En el libro de Daniel, en los últimos versículos, el profeta revela una visión, el relato es simple, una figura parada en el horizonte, que apenas era posible distinguir “su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud”, el texto parece inferir la imagen del Mésias, no nacido aún, pero que pudo presentarse ante quien podía ver “lo que otros creen ver”.

En el libro “Hospital Británico” de Héctor Viel Temperley, ocurre una epifanía similar,el poeta comenta que en un día nublado, estando en una playa, cierra los ojos cuando sale el sol y ve dos figuras blanquísimas, sintiendo al instante que tenía que escribir acerca de esas dos personas que parecían hacer guardia en la arena.

Yo podría y como lector me sería lícito suponer– que esas figuras son las mismas, ese alguien ungido por la fe, horadado en las palabras. Pueden pasar siglos y la literatura no superará el cuadro inicial, se podrá escribir mejor lo que ya fue escrito, variará el contexto, se sumarán lecturas, y sin embargo estarán estas imágenes al final de las palabras, en el horizonte o en la playa, bajo un día de sol.

Culmina Viel Temperley:
El verano en que resucitemos tendrá un molino cerca con un chorro blanquísimo sepultado en la vena. (1969)

Hasta ese día...

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