La construcción es, cuando menos, arbórea.
A veces una entidad es anulada, conservando
su existencialidad, porque acaso insustancialmente lo perpetuado será
desbrozado en algún entendimiento.
Se cumplen ciertos desasosiegos con sus
estructuras y su ontología a cuestas, y si acaso se contemplase la
incomprensión de algún concepto, la sola desventura propiciaría otros artefactos
a desollar, nuevos laberintos de un plano que va mutando en otra cosa, conforme
pasa el tiempo con sus variables y su arquitectura impar.
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