sábado, 27 de junio de 2015

El inefable desdén


Esta es la parte en que recojo los papeles, cuando el día era la noche y la noche una tardía ceremonia, bajo esta entelequia me cuesta discernir el sentido del vértigo, en ocasiones semeja un balanceo y por momentos parecen raptos que suben en espiral, sin conciencia de lo que el tiempo mide, insertos como estamos en una jungla donde todo se ve y donde nada se aprecia.

Hace ya dos meses que elegí trabajar en dos espacios, no sé porque lo hago, pero sé que me quita mucho tiempo, sobre todo cuando busco detenerme, intentar en silencio un trabajo con las palabras, y vaya a saberse porqué, me di cuenta, luego de leer unos versos de Osvaldo Lamborghini, que hacia ese lado debería ir mi escritura –una tensión aparente que el desdeñoso gesto reduce con indiferencia– en esa prosa que avanza sin dificultades entre formas nuevas, como si todo lo pronunciase por primera vez.

Porque a estas alturas, lo único digno que me queda con la poesía, es conversar conmigo mismo.

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