Hago trazos, junturas de oleos negros que
desplazo en una superficie blanca, fijo un lápiz apretando la punta hasta
formar un cráter de carbón, me quedo observando el margen de la hoja, donde
llega el vértigo mudo de un chirrido, inclino lo sopesado en un páramo de tonos
grises, una brizna de claridades en un arroyo cuya infancia ha fenecido, pienso
que se trata de pájaros...
Nada sale del plano, pequeña caja de cartón pintada con manchas de acuarelas, nada discurre porque así lo he decidido, lo labrado tiene contornos desfigurados por las teorías que invariablemente surgen, al final del pasillo alguien discute sobre el canon literario, parece una clase donde se venera lo que no se frecuenta, como un círculo dentro de un círculo, lejos del núcleo, interpretando interpretaciones.
En el papel manchado de pintura, el trazo termina en un signo. Tiene la forma cóncava de una interrogación. Tan incierta como profusa.
Nada sale del plano, pequeña caja de cartón pintada con manchas de acuarelas, nada discurre porque así lo he decidido, lo labrado tiene contornos desfigurados por las teorías que invariablemente surgen, al final del pasillo alguien discute sobre el canon literario, parece una clase donde se venera lo que no se frecuenta, como un círculo dentro de un círculo, lejos del núcleo, interpretando interpretaciones.
En el papel manchado de pintura, el trazo termina en un signo. Tiene la forma cóncava de una interrogación. Tan incierta como profusa.
Nadie lo ve.
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