sábado, 21 de mayo de 2016

Las cartas y los poemas


Leo sobre las cartas que escribió Perlongher, en donde los enmarañamientos ofrecen pautas de entendimiento fijados en poemas, hay algo de este poeta exuberante que trasunta en estridencias verdaderos artefactos líricos, me perdí en aquellas alambradas que retorcían un plano social y político, un cuerpo hecho de palabras, en un contexto en el que estoy desfasado, y sin embargo puedo entrever desde una periferia absoluta, un mero acercamiento, el temblor lejano de una escritura.

Debe ser la única vez que una carta permitía dilucidar el laboratorio de un conjunto de poemas cuyos desprendimientos pueden percibirse en algunos versos, meras conversaciones, algo que se profiere y que se extrae, algo que se licua en algo que no se sabe, y el texto, el entramado, teje su propia discordia.

Hoy plantearía la misma disyuntiva con las construcciones de Alejandro Rubio y Martín Gambarotta, no sabemos si existen cartas, en cierto punto no importa, basta saber que hay encuentros con la palabra que trascienden el ejercicio de la palabra, dentro de muchos años tal vez sepamos como eran los recovecos de esos posibles artefactos no carentes de filosofía.

Pero si algo considero fundamental es la relectura que hicieron muchos poetas de “los 90” de autores como Zelarayán, Joaquín Giannuzzi, Arnaldo Calveyra, Héctor Viel Temperley y Osvaldo Lamborghini entre otros. Tomando prestadas palabras de Fogwill, habría que consultarles antes de emprender nuevas trivialidades.

No quedan aullidos para esta época.

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