Tal vez haga un libro, pero aún no sé mi nombre, o lo que eso signifique.
Versos y versos de
escritura automática, carpetas guardadas en un baúl de madera blanca, textos
que dicen algo de los bordes que frecuenté y que acaso entendí, mientras
labraba en silencio una literatura complicada, hermética, incluso hoy por hoy
no puedo trazar el límite de aquel desvarío poblado de imágenes veloces, y sin
embargo en el medio de aquel paisaje había un fresno de pequeños soles
arrancados, nunca pude sentarme en una de esas sillas, nunca había envejecido,
la sola idea me parecía extraña, solo troncos oscuros que arrojaban su oro en
perezosa calma.
Es complicado, el
otro día salí del trabajo y me meti en el auto y tardé en arrancarlo, las
amarillas hojas del otoño eran una excusa, luego me dije “que hago acá”, un
minuto después encendí el motor y puse marcha atrás, y en ese acto y en esa
reversa automática sin mirar por los espejos vi pasar toda una vida.
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