Una vez, aprendí a surcar las aguas nadando, como si estuviera en el espacio, sostenido por la oscuridad, sostenido en la nada -ese estar suspendido sin poder afirmarse, la luna como blanca vasija rota- un territorio en apariencia apacible, lejos del lobo marino que parece llegar a la orilla, mientras mis ojos se nublan en medio de las brazadas.
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