sábado, 25 de junio de 2011

Sobre continuidades y rupturas en la Poesía Argentina


Asistí a este encuentro, luego de años de no frecuentar escenarios, donde se puedan analizar críticamente ciertos aspectos que hacen a la poesía. De entrada nomás, se planteó como un disparate intentar abordar el tema en un encuentro pautado a dos horas, distribuido entre cuatro oradores y un coordinador, pero al menos valió el intento. Entre el público éramos unas 25 personas, algunas de las cuales arrojaron sus discrepancias y adhesiones.
La mesa de reflexión, asistida por Vicente Muleiro, estaba representada por Ricardo Herrera, traductor y poeta, Rodolfo Edwards, quien supo ser editor de 18 whiskies y la Novia de Tyson (emblemáticas revistas de poesía de los 90), y por último Osvaldo Aguirre, también poeta y editor, ausente Tamara Kamenszain.

Ricardo Herrera destacó, en el trabajo de traducción de reconocidos poetas, la necesidad de “darle temple al verso”, para el, repetición y ruptura son términos que se excluyen, imposibles de abordar en el contexto propuesto, pero en un momento dijo algo así como que “el verso libre nos permite abordar la especificidad”, quedando flotando la duda de porqué no cuadraría el soneto en dicha concepción, y si lo dijo desde la posición del traductor o del crítico literario. Hay muchas maneras de entender qué representa la especificidad al momento de analizar poesía, y tal vez el verso libre permita al crítico literario detenerse en determinados bloques para desde allí significar un rasgo preciso del escritor, “algo” que permita descubrir un hilo conceptual que acaso justifique la idea de continuidad en la poesía, o en la formación y experiencia poética del autor. Traducir es, en cierto modo, recrear una lengua, y por tal motivo me parece mucho más complejo de abordar el tema de la especificidad desde esa práctica.

Siguió Rodolfo Edwards, enfatizando su creencia en lo generacional, la búsqueda de un tono representativo, un “paso de antorchas entre poetas”. Hay algo que es cierto, y que el editor de 18 whiskies se encargó de enfatizar, y es que buena parte de los llamados “poetas de los 90” supieron leer de otro modo a poetas como Ricardo Zelarayán, Joaquín Gianuzzi o Leónidas Lamborghini, por nombrar algunos. Hicieron relecturas de sus textos, los difundieron de boca en boca, en recitales de poesía, en debates, en entrevistas o en libros (precisamente Zelarayán, es el título de una publicación de Washington Cucurto). No se trata solamente de una revalorización, sino que allí pueden presentarse aspectos de una continuidad relacionado con el concepto de representatividad, y tal vez con un contexto particular de la poesía Argentina. A modo de ejemplo, leer a Fabian Casas, en cierto modo, nos ofrece una atmósfera propia de la poesía de Joaquín Gianuzzi, hay allí un tono representativo, tiestos de una estructura desde la cual trazar evidencias.

Por su parte, Osvaldo Aguirre mencionó las reediciones de obras poéticas incluyendo en las publicaciones textos complementarios, aparatos críticos y ensayos que habilitaron nuevos espacios de discusión, como así también inesperados redescubrimientos (tal vez la obra de Juan L. Ortiz, un simbolista entrerriano, haya sido la más significativa, también es válido recordar las reediciones de Juan Manuel Inchauspe, Carlos Mastronardi y el propio Zelarayán).

Invariablemente, al escuchar esto, pensé en una idea esbozada por Abelardo Castillo en su novela “El evangelio según Van Hutten”, esto es el pensar que la verdadera revolución puede darse en la lectura, si bien la novela lo plantea desde el contexto de la arqueología bíblica (leer con entendimiento lo que ya está escrito), se puede trasladar a la discusión de porqué ciertos poetas, antaño valorados, fueron reeditados décadas más tarde, ocupando un lugar que nunca dejó de estar vacío ¿acaso no fueron leídos desde una adscripción estética por los propios poetas jóvenes? Creo que en ningún momento se mencionó al lector ocasional, sino a los poetas lectores de poetas, no deja de llamarme la atención bajo que criterio algunos autores se editaron y otros no, pero eso seguramente hay que dejarlo para más adelante.

Al final, la idea de que existen en su mayoría “niveles pobres de comprensión” con respecto al rigor que implica detenerse en la lectura de poesía (citándose como excepción la cultura crítica de Borges) provocó, de alguna manera, que buena parte de la propuesta exhibida reconociera la inutilidad de discutir un tema semejante, ahí lo que hubo fue una ruptura, tanto por la arrogancia de la frase, como por la ínfima posibilidad de analizar con mayor detenimiento los alcances de esa supuesta realidad.

Un poco atribulado, salí a la calle Corrientes, hacía frío, y me esperaba una conversación con un amigo, terminamos en un bodegón de San Telmo, con pizza y cerveza, ofrecida por el “mejor mozo del mundo”, y la idea de volver sobre los textos, para descubrir otras cosas, o extasiarnos en la lectura, cuando queda tanto por descubrir, y que el tiempo sigue siendo poco.

Para quienes gusten, dejo algunos sitios de los escritores citados.

Ricardo Herrera:
http://hablardepoesia.blogspot.com/2010/08/ricardo-h-herrera-editorial-hablar-de.html

Rodolfo Edwards:
http://lainfanciadelprocedimiento.blogspot.com/2007/03/rodolfo-edwards-seleccin-de-poemas.html

Osvaldo Aguirre:
http://www.apuntesdeosvaldoaguirre.blogspot.com/

2 comentarios:

  1. Muy interesante. Tengo la impresión que, lo que superan "los niveles pobres de comprensión", no se atreven a los comentarios, p.e. en los blogs y su importancia como transmisores masivos de poesía queda relativizada ante la ausencia de opiniones.

    te saluda,
    Pedro

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  2. Comparto la observación estimado, aquella frase, un tanto quejosa, necesariamente no puede abarcar un contexto representativo, pero para superar esa idea se necesitan participaciones, espacios de debate, es allí donde veo en los blogs una posibilidad y una apertura.
    Agradezco el comentario, hasta pronto.

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