miércoles, 20 de junio de 2012
Sobre la oralidad de la poesía
viernes, 13 de mayo de 2011
Poesía espectacular o la poesía como espectáculo
Años 80. Unos jóvenes escritores realizan perfomances poéticas que bautizaron "Poesía espectacular", agotando en esas presentaciones todas las posibilidades del lenguaje, el sonido, el ritmo, la cadencia, el tono, la musicalidad.
Voces como cascadas, voces como piedras rodantes, voces que, en las voces de Martín Pietro, Daniel García Helder y Oscar Taborda se ovillan para desovillarse, subiendo y bajando, descascarando resonancias, susurros, intemperancias...
Quiso la buena fortuna que aquellos registros fueran filmados por un tal Carlos Essmann en el año 1995. Se tituló "Poesía espectacular film".
Que lo disfruten.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
La exposición pública del poeta
En muchos países suelen darse encuentros de variada clase, en algunos casos se realizan semblanzas de reconocidos poetas, como murales tallados en piedra, en otros se producen inquietantes performances donde el teatro cruza límites con los poemas. He visto mucho de eso, en compañía de verdaderos ladrones de fuego (recuerdo ahora, lejanamente, una semblanza realizada en San Telmo sobre parte de la obra de Walt Withman, a sus actores no se les ocurrió mejor idea que prohibir fumar en la sala, el genial escritor se hubiera levantado furioso de la silla).
Ahora se asiste a la exposición mediática de los escritores, a veces en lugares públicos, un bar, una galería de arte, por lo general muestran cómo componen sus versos, y la “metodología” de trabajo que emplean, otros experimentan sobre el poema, como un cuadro de Pollock, extendiendo los párrafos hasta conectarlos con algún sentido, nunca falta la música, o lo que eso signifique.
En ocasiones, cuando me encuentro con un sitio literario diseñado por un arquitecto virtual, me suelo preguntar qué hay detrás, si todo no se trata de un producto convenientemente diseñado, una actuación o un guion de cine con excesivo maquillaje. Hasta que encuentro la palabra detrás del producto, entonces lo demás pierde sentido, es posible adivinar donde terminarán los versos, bajo que apofenia se construyen esas imágenes.
Queda el escritor inmiscuido en su soledad, escribiendo por las noches y cada tanto, intercambiando impresiones con lectores ocasionales, mientras en penumbras su obra lentamente avanza.
