Heredé un bosque oscuro donde rara vez voy. Pero
llegará un día en que muertos y vivos cambien de sitio. Entonces, el bosque se
pondrá en movimiento. Aún nos queda esperanzas. A pesar del trabajo de
numerosos policías, el crimen más grave queda sin resolver. Del mismo modo, hay
en algún lugar de nuestras vidas un gran amor sin resolver. Heredé un bosque
oscuro, pero hoy camino por otro bosque, el claro. ¡Todo lo viviente que canta
serpea se sacude y repta! Es primavera y el aire es muy intenso. Me he graduado
en la universidad del olvido y tengo las manos tan vacías como la camisa que
cuelga en la cuerda.
Este poema de Tomas Transtromer, titulado Madrigal,
pertenece al libro “De para vivos y muertos” (publicado en 1989), puestos a
ceder a la inútil tarea de interpretar poesía, me permito inducir algunas
digresiones. El premio Nobel de literatura empieza su poema diciendo que heredó
un bosque oscuro “donde rara vez voy”, ese bosque, intuyo, es la
Literatura Sueca, y continúa “pero llegará un día en que muertos y vivos
cambien de sitio, entonces, el bosque se pondrá en movimiento” muertos y
vivos, los autores clásicos canonizados por la crítica y los autores
“emergentes”, contemporáneos, que acaso sin representar aquella oscuridad
debieran ser incluidos en otro contexto, anhelar que algún día “cambien de
sitio” implica una revisión profunda de la literatura, o tal vez un tiempo
que invariablemente esté por ocurrir. Decir que “el bosque se pondrá en
movimiento” es asumir un modo de reparar –y realmente conocer– el pasado de
una escritura, acaso un rasgo identitario de la literatura sueca mediante el
trabajo con las palabras, poetas que probablemente hayan bebido de las aguas
frecuentadas por los antiguos (que a su vez visitaron historias de vikingos,
piedras rúnicas destinadas a la magia, primitivas sagas nórdicas, muerte y
soledad), probablemente un reclamo históricamente eclipsado por los estudios
literarios de los primeros “exegetas” de la materia.
Luego aparecen unos versos a modo de respuesta “a pesar
del trabajo de numerosos policías, el crimen más grave queda sin resolver”
los polícias en este caso vendrían a ser los críticos literarios, dejando en
evidencia que, si bien existieron abordajes serios, no se pudo resolver el
porqué de un tono sombrío que unívocamente determinó una suerte de anclaje (una pesada herencia) que muchos
escritores no pudieron (o no quisieron) evadir.
Así, el gran poeta sueco pareciera tener en claro la
necesidad de interpelar críticamente aquella literatura, asumiendo también los propios
cuestionamientos “Del mismo modo, hay en algún lugar de nuestras vidas un
gran amor sin resolver”
Transtromer aclara que a pesar de haber heredado el oscuro
bosque de la literatura sueca elige caminar en otro bosque, el claro, el
luminoso bosque del cual beben sus escrituras, maravillándose –y
maravillándonos– de todas las cosas vivas que se mueven entre los “árboles”,
reconociendo que se graduó en la universidad del olvido –donde le enseñaron a
olvidar– dejándolo vacío, sin saber que hacer con ese pasado, con esa ausencia
de revisión histórica (la desamparada imagen de una camisa que cuelga en una
cuerda) para luego intentar repararlo desde su propia poesía:
Cansado de todos los que llegan con palabras,
palabras, pero no lenguaje
parto hacia la isla cubierta de
nieve.
Lo salvaje no tiene palabras.
¡Las páginas no escritas se
ensanchan en todas direcciones!
Me encuentro con huellas de pezuñas
de corzo en la nieve.
Lenguaje, pero no palabras.
De marzo del 79
Hay allí una niebla que el poeta intenta disipar, el
lenguaje representa la antigua literatura nórdica, las palabras parecieran ser
hurgadas por los poetas que no intentan desnudar conceptualmente aquel pasado,
basta partir hacia la “isla cubierta de nieve” para encontrar enseguida “huellas
de pezuñas de corzo”. Así, con el tiempo se suman en esa hilera las camisas
colgadas bajo la tibieza del sol.
Probablemente la vasija que Transtromer construye con las
palabras contenga pequeños fragmentos del oscuro bosque, están allí, mezclados
con el barro de una nueva forma de escritura, hasta formar un cuenco. Lo vemos
beber en calma al poeta, invisible en su invisibilidad, mientras el poema
ocurre. Tal vez los críticos deban romper la vasija y examinar los tiestos, es
probable que recién entonces el bosque se ponga en movimiento.