Cuando en un texto, que se va extendiendo, busco un sinónimo para pintar una cerca, pareciera que como autor estoy parado en un pedregal sin flores, sin entender demasiado la visible presencia que sugiere una conjetura dentro del verso, sin embargo, esta eventual suposición pierde el sentido de lo que encierra su pequeño universo, y se limita a situarse como un sintagma, a medio camino entre el poema y la idea del poema.
Es entonces cuando me pregunto en qué momento tiene lógica aplicar un monólogo interior, para que esa línea no requiera ser adornada con acepciones ni que tengamos por gesto sentar a la belleza en las rodillas, que ese trazo y esa fuga marquen las coordenadas de un mero ejercicio de asociación, sin preocuparme que sigue del otro lado de la penumbra, si caso importa si hay silencio o resplandor.

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