Herrumbro la fuga en el
alcoholico tintineo de los dos cubitos de hielo, el gesto mecánico, cada vez
que alguien entra sacudiendo las cortinas azules, como si despejara un
recuerdo, levantando la mano con la mirada perdida. En el recinto irrumpe un
viento sordo, un murmullo con algo de sol, semejante a una epifanía. Mirando estas cosas sin saber nombrarlas,
pienso en la espera de un “ejercicio narrativo”. Es la hora carmín de los
destellos de luz entre la polvareda de lo que declina. Y algo parecido a una
borrasca pinta de violeta mi silente camino.
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