Encrespado en el devenir de una construcción arbórea,
acaso fractal, de una imagen incrustada en la forma (no el fondo) con la cual
extiendo hasta un banco de niebla las posibilidades del recurso.
Apenas una conversación de silencios que se
prolongan, indefinidamente, en una espiral dibujada por un niño en los pliegos
de su infancia, un modo de hallar en el esquema, el verdecer de la brisa que los
versos desprenden,
que sea ese el sentido más puro de lo que se
pretende crear,
el viento que sale del poema.
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