Hay días en que siento que no entendí cuando Fogwil dijo “se necesitan malos poetas”, si lo que vale es un concepto y no el vuelo lírico fragmentado sobre jardines abandonados.
Salto
el cerco y me prolongo en otra escritura (la de un personaje conceptual que no
escribe poesías): “voy
hacia la digresión de un texto estructurado en formas perentorias, donde el
devaneo de algo que se rompe cede a la curvatura del poema. Hay allí un límite
del recurso que no debemos dejar de frecuentar, por más que nos cueste admitir todo
lo que aún no sabemos de la poesía. El ejercicio me aleja de lo único que
debería importarme: construir arborescencias indirectas con inflexiones
recogidas de un silencio por habitar”.
En todo
caso, espero algún día ser uno de esos malos poetas que Fogwil reclamó.
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