Alguna vez, acaso como ejercicio narrativo, tengamos que tensar un arco, arrojar una construcción y medir el tiempo que tarda en llegar esa espera o sentencia, y quizás sea posible, entre ambos puntos (escritura y corrección) establecer un sistema de relaciones de todo aquello que fue poblado y sesgado, ya sea insertando conceptos filosóficos, ya sea imbricando planos arborescentes.
Tal vez a eso, con debidas relecturas, se lo entienda como tener una voz en el poema, por más que pasemos del barroquismo al despojamiento de recursos, de lo deshabitado a procesos de condensación y conceptualización.
Los recorridos y las experiencias juntan cosas o ideas que refuerzan esa noción de la forma y el fondo. Explican, sin alusiones, los colores de todos los atardeceres, las sombras de todos los árboles.
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