Estoy tratando de cruzar el páramo donde el poema se arremolina en una curva sin edad, preguntándome si el viento del poema hará girar las bolsas de este lado de la realidad, si las playas blancas del día después no terminarán en otro sueño, sin muertos ausentes ni despertares con gaviotas clausurando el horizonte.
Entonces pienso en qué lugar el poema termina abandonado, como si pudiera tener un control de cada pliego conjeturado desde la arborescencia, o si acaso los preceptos literarios se reducen a una explanada de cemento y musgo donde pacen los cuervos que nunca tuvieron un pasado.
Construir ese dique, en este momento de mi vida, se tornó un improperio del cual no tengo la más mínima certeza, solo ir hacia el promontorio esperando que algo ocurra.
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