Como poeta, alguna vez me consideré un hijo ausente de los 90, lo podría resumir de la siguiente manera:
siendo adolescente arrojé una piedra al medio de un arroyo, al poco tiempo decidí olvidar el gesto mientras encendí un fuego en medio de un bosque oscuro, luego de algunos años, cuidé un jardín donde aprendí a cultivar algunas plantas.
Ahora creo que encontré el modo de transformar una brisa en un artefacto, pero no logro entender el problema ético de la puntuación.
Mientras tanto, todos los poetas de mi generación publicaron algo.
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