sábado, 2 de agosto de 2025

El poema que nace de otro plano

¿Es posible reducir un plano entre corchetes? 

Sobre todo, si en ese plano está condensado un fulgor del cual se desconoce el origen –propio de una escritura automática– mientras me preocupa como pintar el silencio de unos damascos en medio de un predicado. 

Ahora mismo, una vasija se rompe en el poema, pero falta que las palabras retumben en el suelo, que se pueda ver, al fondo de un párrafo, los pedazos de barro pintado en el declive del atardecer. 

Queda luego acaso la más terrible de las tareas, arrancar de ese artefacto la corteza suficiente para desechar todo lo realizado en el otro plano, que nada de eso se publique, que las ideas nos sirvan, en el tiempo del poema, para hacer canastos donde poder guardar las frutas, como palabras recogidas al final del día.


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