sábado, 17 de septiembre de 2011
Sobre la evidencia como hecho poético
"Hay ambigüedades que forman parte del lenguaje porque también forman, me animaría a creer, parte indisoluble de nuestra condición humana. Y de esa ambigüedad, para mi gusto prácticamente orgánica, raigal, constitutiva, que bien puede considerarse de algún modo una carencia, hace la poesía no obstante su cantera. De esa incapacidad del lenguaje humano para decirlo todo claramente, que tanto inquietó en nuestra época a un Ludwig Wittgenstein («Si el signo y lo designado no fueran idénticos en lo tocante a su pleno contenido lógico, entonces debería haber algo todavía más fundamental que la lógica»), la poesía intenta extraer justamente su capacidad para decirlo todo".
Rodolfo Alonso
Me parece interesante este acercamiento del autor, incluyendo la cita que permite entender la idea que entre el signo y lo designado hay una imposibilidad, una escasez, una hendidura, entonces debería ir algo que va más allá de la lógica, y eso sería la poesía. Con lo que se podría reducir que la poesía trata de cubrir la carencia del lenguaje con aquello que “ve”, con el hecho concreto de la evidencia en tanto poema, en tanto relámpago fijado en un conjunto de palabras.
Ante la perplejidad de lo creado, el poeta desbroza lo aparente, allí ocurre algo, luego, con el tiempo, la idea adquiere un plano, de algún modo, finaliza en sí mismo. Detrás del acto quedan vestigios de una imbricación, un devenir encontrando significado, si tal cosa es posible.
Podría divagar un poco más, ir hacia los recursos o licencias que el poeta se permite, mientras se deja llevar por lo que ocurre, para descubrir su propia meseta, su propia isla, su propio desierto. Esto puede darse en tiempos diferentes, en ocasiones retomando ciertos versos que fueron corregidos o incluso en aquellas escrituras automáticas que poco advierten de las reglas que sin embargo están implícitas en el poema, como cuando escribimos en verso alejandrino sin saberlo o descubrimos azorados que en todo este tiempo no hicimos otra cosa que hablar en prosa. En este caso me quiero acercar a quienes utilizan el recurso de la enumeración en el poema, palabras consecuentes que reiteradas en su conjunto, refuerzan el sentido del verso, su necesaria prolongación. Todo esto, que puede ser riesgoso, tiene su sentido.
Se describe sobre una realidad aparente, luego, como si fuera un hemistiquio, la irrupción de un elemento fantástico, surrealista o ilusorio, modifica el sentido lineal del poema, hay palabras que tal vez no tengan etimología para acompañar ese tono, pero que en su musicalidad encierran cierta belleza que se corresponde con la idea del poema, su invisible plano interior.
La utilización de ese recurso parece agotar en sí mismo la presunta idea de que el poeta no encuentra modo de finalizar una suerte de recorrido sin aparente rumbo, y sin embargo esa reiteración (no de palabras sino de sentido) refuerza el tono del que viaja hacia otro horizonte con el riesgo probablemente asumido de abandonar aquella ida por mera elección.
Como aquellas películas con finales abiertos donde solo quedan rostros que presagian lo no ocurrido, y sin embargo se trata, en ambos casos, de invisibles puntos suspensivos.
Y un poema que se lee hasta que se descubre que ya no quedan palabras.
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