martes, 24 de mayo de 2016

Hasta pronto


Este blog nació un 24 de mayo de 2009, acaba de cumplir 7 años, me parece un buen momento para decir adiós, si tengo que ser sincero, los últimos textos simulaban borradores que sin embargo, por razones que ahora estimo equivocadas, terminaron publicados.

Me saco el pasamontañas, el mismo que nunca me puse.

Es necesario seguir haciendo un trabajo con las palabras, algo que requiere tiempo.

Como me dijo Rodolfo Alonso una vez “la poesía lo tiene sujetado, no se suelte”
Quiero hacer que valga la pena.

Paz, amor y empatía.

sábado, 21 de mayo de 2016

Las cartas y los poemas


Leo sobre las cartas que escribió Perlongher, en donde los enmarañamientos ofrecen pautas de entendimiento fijados en poemas, hay algo de este poeta exuberante que trasunta en estridencias verdaderos artefactos líricos, me perdí en aquellas alambradas que retorcían un plano social y político, un cuerpo hecho de palabras, en un contexto en el que estoy desfasado, y sin embargo puedo entrever desde una periferia absoluta, un mero acercamiento, el temblor lejano de una escritura.

Debe ser la única vez que una carta permitía dilucidar el laboratorio de un conjunto de poemas cuyos desprendimientos pueden percibirse en algunos versos, meras conversaciones, algo que se profiere y que se extrae, algo que se licua en algo que no se sabe, y el texto, el entramado, teje su propia discordia.

Hoy plantearía la misma disyuntiva con las construcciones de Alejandro Rubio y Martín Gambarotta, no sabemos si existen cartas, en cierto punto no importa, basta saber que hay encuentros con la palabra que trascienden el ejercicio de la palabra, dentro de muchos años tal vez sepamos como eran los recovecos de esos posibles artefactos no carentes de filosofía.

Pero si algo considero fundamental es la relectura que hicieron muchos poetas de “los 90” de autores como Zelarayán, Joaquín Giannuzzi, Arnaldo Calveyra, Héctor Viel Temperley y Osvaldo Lamborghini entre otros. Tomando prestadas palabras de Fogwill, habría que consultarles antes de emprender nuevas trivialidades.

No quedan aullidos para esta época.

viernes, 13 de mayo de 2016

La enseñanza debida


Cita con los ausentes, los que están en mi, cavilando bajo. Salgo a caminar entre los arces, pienso en esa ofrenda amarilla que se desprende, nunca se que viene después del verbo, el poema es una disquisición aparente con un cuerpo extendido, donde los dedos de las manos parecen apresar algo que se escurre, algo que se asemeja a las palabras que intento, balbuceando amaneceres, la manta que nunca cubre los pies...

No abusar de los adjetivos es un precepto que la época sentencia con su gesto adusto, siempre el problema es la forma, lo demás, los textos, parecen arrancados.

Literatura de la literatura, el artefacto que no tiene nombre, supe de quienes lo desarmaron para discernir el plano y los componentes, luego disertaron sobre los conceptos, y se distrajeron conversando sobre poetas. A veces es el nombre lo que desvela, años pensando como asociar el artefacto a un nombre propio, para poder discernir sobre las bondades del nuevo invento, pero el artefacto ya tenía nombre, o al menos eso creíamos.

Hablo de los movimientos literarios, la capacidad que tienen algunos de atravesar todo un contexto con una frase. Yo estoy perdido en medio de un renglón algo confuso, parece que soy simbolista, y este no es mi tiempo. 

sábado, 7 de mayo de 2016

Lo publicado


Tal vez haga un libro, pero aún no sé mi nombre, o lo que eso signifique.

Versos y versos de escritura automática, carpetas guardadas en un baúl de madera blanca, textos que dicen algo de los bordes que frecuenté y que acaso entendí, mientras labraba en silencio una literatura complicada, hermética, incluso hoy por hoy no puedo trazar el límite de aquel desvarío poblado de imágenes veloces, y sin embargo en el medio de aquel paisaje había un fresno de pequeños soles arrancados, nunca pude sentarme en una de esas sillas, nunca había envejecido, la sola idea me parecía extraña, solo troncos oscuros que arrojaban su oro en perezosa calma.

Es complicado, el otro día salí del trabajo y me meti en el auto y tardé en arrancarlo, las amarillas hojas del otoño eran una excusa, luego me dije “que hago acá”, un minuto después encendí el motor y puse marcha atrás, y en ese acto y en esa reversa automática sin mirar por los espejos vi pasar toda una vida.

Todavía no sé que lugar ocupa el poema en todo esto.

sábado, 30 de abril de 2016

En un bar de Palermo a la noche


Yo podría escribir un poema moteado de ribetes opacos, como si envolviera en papel glasé una taza de porcelana blanca, pero me distraigo, y no son las hojas resecas que el viento lleva a la rastra, ni el mozo que tarda más de la cuenta, ni tampoco las señoras empolvadas que hablan y suponen que sos un maldito –porque parece que soy poeta–el problema es que no puedo levantar la vista, porque lo mejor que puedo hacer para evadirme es garabatear versos en servilletas arrugadas, prefiero eso a caminar entremedio de las mesas buscando un rostro conocido, como si no tuviera apuro, cuando yo se que el mundo siempre estuvo en la vereda de enfrente, y sin embargo formé una familia –“vos sí que tenes suerte” decía hace años el psicólogo del traje manchado de acuarelas, que en medio de gases lacrimógenos y en plena dictadura le arrancó los huevos a un milico– vos tenes un amparo, cuando lo lógico hubiese sido que te quedaras más solo que un perro en medio de un desierto, incomprendido hasta decir basta, pero la realidad es que puedo escribir un capítulo sobre la decadencia del oficio, y no sé hasta que punto tiene que ver la comodidad del control remoto, si somos coherentes con lo que hacemos, si todo en el fondo no es más que una farsa que dividimos en capítulos

Mientras pienso en estas cosas estuve viendo desde mi ventana de bar una reunión en el edificio de enfrente, un departamento de ventanales amplios, todos parecían pasarla bien, las bandejas de comida pasaban de mano en mano, no faltaban las sonrisas y los gestos ampulosos, al final, uno salió al balcón a fumar algo, y yo me vi en esa sombra fumando lentamente, soportando el viento de la fría avenida.

Felices los felices.

Al final yo tomaba el último café con dos terrones de azúcar mientras iba entendiendo algunos versos de Alejandro Rubio, cada tanto algunas palabras parecían resaltar sobre otras, como si resplandecieran, sin saber que método fue devanado, que lecturas fueron necesarias.

Todo lo que leí estaba escrito en perfecto castellano.

sábado, 23 de abril de 2016

Hablando de poesía con el tachero


Enfrente de Puan encontré esta “plaquette” de Alejandro Rubio (Ediciones Belleza y Felicidad, 2015) en el que me detuve en el poema que da título al pequeño poemario.

Puede ser que no se entienda
su función, uso, propósito, fin o virtud. Puede ser que cuando uno
anda por la ciudad a todo trapo,
la gente, los semáforos, las bicis, viendo
lo que vemos para parar la olla
sin poderlo creer, alineado o nervioso,
piense que es cosa de ingenuos o parásitos
porque te piden que seas veloz y craso
o te pasan por arriba. Pero mire usted
su propio caso: toda la noche maneja
con Horacio Molina, a volumen bajo,
le guste a quien le guste, así que vive
en la lírica barrial de los 40
como cualquiera que ame a Gracilazo.
Vive envuelto en música
encajado en metal, rodando por calles húmedas
y entiende de qué se trata.
Así que usted vive a su manera
en el mismo mundo
en que yo vivo a mi manera.


Luego coincidí con esta reseña, donde es posible advertir en el autor el tono crítico en clave política, dentro de un coloquialismo no excento de una lírica que lejos se encuentra de la postura autocompasiva. Alejandro Rubio es un poeta de nuestro tiempo, y tiene lecturas de la realidad que habilitan el impulso reflexivo.

Después de esto, solo queda bajarse del taxi y caminar a solas bajo la lluvia.

sábado, 16 de abril de 2016

Lo que dura la nostalgia


Después de un instante de silencio, acaso apacible, percibo el aroma de las hortensias. Se me ocurrió la idea de mirar las copas desde abajo, con el crepúsculo de los nubarrones borravinos los pétalos parecían cultivar en sus bordes un tono amarillento, como si un sol de mediodía las reflejase pálidamente desde adentro.

Entendí que todo en ellas es armonía y expectación, como si estuvieran esperando declinar ante la noche calma, las casas cuyas tranqueras están llenas de mariposas que parecen volar.

sábado, 9 de abril de 2016

El único sostén


Jarcias del único sostén, entremedio de un pronunciamiento, donde disociar lo aparente.
Ahora las casas de verano se pueblan de josefinas en las hileras verdes de musgo –los niños que trepan su infancia– hay pasillos enteros donde las palabras tienen cielos grises que las cubren. Recuerdo flotar en las aguas pardas, nadar al lado de un bote anaranjado, tiempo que me has de callar.

Me desprendo de los tallos, a lo lejos, una mujer teje en silencio un poco de memoria. 

sábado, 2 de abril de 2016

Irse de sí mismo


Irse de sí mismo, sin saber que se sabe, huyendo hacia la alquimia de un verbo del cual desconocemos el predicado, una palabra cuyo referente dependa del contexto lingüístico, como los pronombres, revisar todo eso que parece decirse y que sin embargo se olvida.

Huir sin hallar un bosquejo donde encontrarse, hasta que te das cuenta que nadie puede huir de sí mismo, allí donde uno va, hay espejos que nos deforman la mirada, y silencios que resuenan en el viento que las casas despiden, los espacios que habitamos y que como esclavos recorrimos en aparente libertad, el futuro siempre delante, la sonrisa ingenua.

domingo, 27 de marzo de 2016

Algún día


La primera vez que vi el mar fue en una playa de Mar de Ajó, era niño, y desde entonces esa imagen me acompaña.

Cada vez que llego a la orilla siempre me encuentro repitiendo la misma frase:
Algún día”...

Luego me vuelvo y la vida continua.

Así las cosas, este espacio ya no se parece a un blog de poesía, sino más bien tiene todas las correspondencias de un diario personal, y los diarios permanecen, a pesar del fuego. 

sábado, 19 de marzo de 2016

El vuelo del colibrí


Nunca se sabe si el colibrí esta contento o guarda un pesar mientras permanece suspendido en el aire, dicen los mitos que son mensajeros de espíritus que traen buenos augurios, según la cosmovisión Kichwa, el picaflor es considerado crianza de viento, de las ramas cubiertas de enredaderas cuelgan sus nidos, en el que sus crías recibirán de su propio pico el néctar de las flores.

Anduvo uno por mi casa, protegido con la enredadera que ya llega hasta el suelo, tuvo dos crías que se quedaban quietas largos períodos de tiempo, hace poco ambas volaron, pude reconocer el canto de una de ellas deteniéndose en el cable del poste telefónico.

Dicen que siempre vuelven.
Vaya a saberse donde andarán ahora

sábado, 12 de marzo de 2016

Un tenue campo de manzanilla...


del poema "Cabellos al viento"
Elder Silva

Hermosa,
como un campo de nomeolvides,
has pasado el mediodía para el almacén.
Anoche me decías que para ser feliz
hay que cruzar un puente.
Hay que ir más allá del Arapey Grande,
a la hora en que se van los pájaros
sin mirar nunca para atrás,
porque los huesos de los parientes
pueden pedirte que regreses.

Has pasado para el almacén
con el cabello suelto.
Levanté los ojos del libro de Macedonio
y he leído en tus sandalias mi futuro
y he caminado contigo
(a orillas de tu boca)
por un silencioso campo de nomeolvides.


En su libro "La frontera será como un ténue campo de manzanilla", publicado en la colorida Eloísa Cartonera, el poeta uruguayo Elder Silva pareciera escribir a esa hora de la tarde en que la vigilia del presente se filtra por entremedio de las cortinas junto a los tibios rayos del sol, en algún punto detiene en un manojo de versos la quietud de un instante donde en apariencia nada sucede, mientras la realidad es algo que apenas acompaña al poeta en su leve divagar.

Un poeta que interrumpe la lectura mientras saluda a un conductor, que contempla la ropa que alguien dejó para secarse en el alambre del patio, leer a Elder Silva es como mirar a cierta distancia a Benedetti escribiendo versos en una libreta, rodeado de las palomas de una plaza.

Todo en el es contemplación, en sus manos siempre hay un libro de poesía, y de tanto en tanto escribe frases como esta, pintando un atardecer:

"mientras pasaba un hombre muy viejo / en una bicicleta amarillenta"...

Un poeta de los pájaros, que escribe sobre lo que está por suceder, sin alterar a su alrededor la vida cotidiana, tiene el don de ser invisible, es esa clase de escritores que bien podrían tomar un café en un bar concurrido y dedicarse a leer un libro sin ser molestado, a lo sumo detendrá su lectura y dejará que la vida lo viva.

sábado, 5 de marzo de 2016

El estallido autobiográfico


El estallido autobiográfico...
Detrás mio cae un caracol en un vergel, el único sonido del atardecer.

Unas rosas chinas (rojas) se aplastan contra el techo, el poeta que mira a través de los diamantes, y con esos signos –barras inclinadas– representa la comedia de una mirada tridimensional.
¿caireles?
 –rescato al abominable Miller antes de reventar o la última ola escandinava de León Bloy
(cuando la escritura se convierte en un globo de cristal que el mero acto de escribir estalla en mil pedazos contra el suelo).

–de allí lo fragmentario, como avispas herrumbrosas en una tarde de verano– “amparado” en la idea que todo es poesía cuando solo somos sombras escuchando murmullos en un pasillo.
(esa costumbre de encerrarse en un cuarto con títeres, buscando secretos o junturas mal hechas), la luz del sol que se filtra en las gotas de rocío de la única ventana –la claridad de una sola casa– lo apacible que recubre la opacidad de un escritor, el poema que finalmente estalla –porque he decidido recogerlo, una a una, sus volutas de vidrio– la soledad que todo se traga.

sábado, 27 de febrero de 2016

Asimetría


Decía Alejandro Dolina que la belleza es una regularidad o la falta deliberada de ella. Es siempre simetría. La repetición en el tiempo, la repetición en el espacio, la igualdad de las distancias, "todo eso genera una reacción en el espíritu humano que generalmente responde a la idea que tenemos de belleza".

"Tal era así que los griegos habían sido más rigurosos en esto, ya que la medían con exactitud, y encontraban números como el número áureo, que les servía para ver en qué momento de un segmento había que cortarlo, o en qué lugar de la cara tenían que estar los ojos, o cuándo en una obra tenía que estar el momento más decisivo", en este punto recuerdo un pensamiento de Gilles Deleuze, a propósito del arte que detiene o fija su sentido en la mente del lector “el arte conserva, y es lo único en el mundo que se conserva”.

El tema es que, como dice el locutor de La venganza será terrible, a veces se obtiene belleza vulnerando esa regularidad. Pero aun vulnerada, la regularidad está. La belleza es regularidad, es simetría, pero la asimetría es una idea sin la cual no podríamos tener una idea de belleza. La simetría hace al artefacto conceptual, pero no es posible concebirlo sin aceptar la asimetría de la cual está imbricada su naturaleza, es lo que deviene el caos en el aparente cosmos, la idea de que es necesario un orden, y digo aparente, porque todo lo simétrico así lo parece, genera una sensación de perfección de la cual no es posible "ver" su invisible materia. La simetría es conceptual, pero deviene de lo asimétrico, de algún modo podriamos simbolizar esta disyuntiva  bajo el efecto visual de las salpicaduras de pintura (Jackson Pollock sería un buen ejemplo, su arte es la simetría de lo asimétrico, conforma un esquema semántico donde lo caótico es visible al entendimiento humano).

Mismo en la música es posible advertirlo, cuando ciertas estructuras permiten romper reglas pero desenvolviendo sus ecuaciones dentro del parámetro que esa propia libertad permite, allí todo es asimétrico, sin embargo la estructura conforma al oído una simetría, ese cosmos aparente, una masa de sonidos que el creador controla.

Nunca se sabe en qué momento el artista es consciente de los signos que van poblando su plano, eso que Dolina entiende por regularidad, cuando simplemente estamos detenidos ante la belleza, y nos inclinamos a sus variables tal vez sin comprender. 

sábado, 20 de febrero de 2016

Sobre mi poesía


"Es tarde ya en esta página y no tengo tiempo de comprobar que me equivoco

Luis Chitarroni reconstruye en una silueta el contexto de una disputa intelectual entre escritores, ese tipo de odio que hace que algunas personas se separen precisamente por aquello que los une, así, un tal Victor Eiralis (anagrama de Salieri que nunca advertí como lector) le llegó a endilgar la siguiente sentencia: "yo vivo acorralado en el fracaso, pero a usted le va peor: vive acorralado en el error"

Cuando las pocas veces que me encuentro en la situación de decir porqué hago poesía, solo puedo balbucear que suelo ver - o al menos lo pretendo- algún signo emparentado con la otredad, mi propia tabla de ahogado a la cual me aferro con desesperación, es entonces que siento que mi poesía es un fondo de malezas en el cual creo ver algún atisbo de belleza, pero cuando hago pasar a las personas a esos melancólicos pasillos, solo expresan estar confundidos en un lugar abandonado, diciéndome sin palabras que lo que ven, son aparentes mendrugos, artefactos descuidados en recintos descascarados.

Seguramente tienen razón, y no hago otra cosa que aferrarme a lo que creo, el fracaso lo tengo asegurado, pero...¿el error? 
¿cuantos poetas, enfrentando la indiferencia ajena, padecieron idénticos desalientos?

Creo en algo que no sé que es...
solo entiendo que me abruma pensar si alcanzará el tiempo para darse cuenta.


para darme cuenta.

sábado, 13 de febrero de 2016

Las plaquetas de Schehade...


Dadle la raíz del laurel
Y no flores de un día que hacen la ceniza

Poeta de la nieve y el reloj de arena
Cuando lo que es blanco es honor de la muerte.

Georges Schehade

En algún punto, estoy construyendo plaquetas literarias, o eso pretendo, en los años 70 las consideraron adelantos de libros, hoy podemos entender el concepto como una singular mezcla de libro de arte, fanzine y texto.
Lo que hacía Schehade eran verdaderas "plaquettes" artesanales, hasta entiendo que su modo de escritura cuadraba con el sentido estético de la publicación.

Por Rodolfo Alonso se sabe que el poeta francés-libanés (un francés cuya obra deja al descubierto su origen libanés) fue promovido por Paul Valéry, Saint-John Perse, Jules Superville y Paul Eluárd, con quien coincidió en la estética surrealista. Sus versos breves, que no parecieran interrumpidos en su proceso, brillan con particular inocencia. También su discreción.

Pocas veces una lectura de poemas me ha dejado pensando si detrás de las palabras se ocultaba un mundo que no comprendía.
Espero descubrirlo algún día...

En la montaña
Donde hablan los rebaños con el frío
Como Dios lo hizo
Donde en su origen está el sol
Hay graneros repletos de dulzura
Para el hombre que avanza en su paz
Sueño en ese país donde la angustia
Es un poco de aire
Donde caen los sueños en el pozo
Sueño y aquí estoy
Contra erguidas violetas y esta dama
Cuya rodilla lejos es infinita pena.

Los poemas, Georges Schehadé. Selección, Traducción y Prólogo de Rodolfo Alonso. Hilos editora, 2012.

sábado, 6 de febrero de 2016

Mientras leo a Osvaldo Lamborghini (Parte III)


Como decía el poeta, toda época tiene su álbum fotográfico ¿cuál será el nuestro?
Enumerar, el arte de enumerar, es también un estallido.
Yo creo que a Osvaldo Lamborghini no lo leo para entenderlo, lo leo para escribir.
Pasar de un confinamiento a otro, la materia pura, el encierro del poema –he aquí una representación– un cuchillo untando manteca, una cesta con peces, un pan amarillo –el amarillo del pan– (las hortensias bajo el sol de verano).

La conciencia del presente, este darse cuenta que las palabras encadenan ausencias (todos en la ruta, el sol anaranjado) los últimos pájaros dorados por el crepúsculo, ver la línea que todo lo oscurece, el exacto momento del mosquitero cerrándose por dentro.

sábado, 30 de enero de 2016

Mientras leo a Osvaldo Lamborghini (parte II)


Un paréntesis es eso, un signo seco (uno solo) sin ninguna finalidad salvo la aparente –el aparente diagrama en el que las primeras palabras (las oclusas) hilvanan artefactos– que solo buscarán llenar el vacío de un espacio vacío.
Es el oro brillando en el huevo pulido de una ostra
Es la argamasa cuyo faro es la inocencia
Las piedritas en los pies fríos de la bahía despoblada.

sábado, 23 de enero de 2016

Mientras leo a Osvaldo Lamborghini (escrituras de escrituras)


Suplir
Esa era la única palabra del poema, porque no podía entender las entelequias, el tono –siempre el tono– o la voz propia (nadie me puede decir como es, todos sin embargo perciben la ausencia) en los recodos, en los correlatos, crecen hortensias como un amparo –largos pasillos donde la infancia corretea hacia la puerta, nunca hacia la calle– dejo correr el agua de la canilla de la infancia, siempre el sol lleno, los tobillos cubiertos de algas. De toda esa estructura, apenas puedo nombrar lo que parece posarse.
Largos años deslizados en un vertedero la espuma separada, las cerdas de las escobas como junturas entre los barrotes y las alcantarillas– (ese comprender que se supone, ese verso esquivo, finalmente esta llaga)

No sé donde termina el día.

La única palabra del poema que estalló en el poema, ralado, acaso vertical, y solo quedan vidrios donde se reflejan las palabras en el sol, como una rueca, o un dentelleo.
Versos que no construyen sistemas, trazos que untan aparejos, para finalmente resquebrajar la cal de las paredes. Este pasillo perfecto, en ocres duraznos, con flores rosadas y campanas amarillas, detiene el tiempo de los jardines poblados de conchillas, los años que apenas caben en un escurridero.

La sombra visible que cerró la tranquera mientras el viento abandonaba la casa.