martes, 22 de diciembre de 2009

Hasta otro año...


No sé desenvolverme…
No sé hablar…
¡Oh!, si todo consistiese en pensar
no temería a nadie.


Arthur Rimbaud

Dar vuelta una hoja, cerrar un capítulo indefinido como un vocabulario, asir lo inasible del paso del tiempo y quien sabe cuánta entusiasmada languidez esconde esto que pienso, propio de quien vuelve a vivenciar una navidad (me despojo del contexto religioso, esta fecha es un indicio como tantos otros que el tiempo avanza), suelo hacer balances en esta época, suelo pensar que el áureo espantajo dejará de protegerse bajo una lluvia del mundo con su paraguas endeble, que seguirá recogiendo tiestos de la belleza a su paso
¿Qué otra cosa puede hacer?.

Pienso en las palabras que me fueron dictadas, aquellas que elegí para significar este tránsito en el que vamos, casi como autómatas, hacia lo cotidiano.
Pienso en aquello denominado "causalidad", ontología que me ha ocurrido con algunos visitantes (Rafael, Chandra, Ignacio...), pienso en las "supuestas realidades" como me escribió Rafael ¿cuántos se habrán dado cuenta de esto?

En este tiempo solo encontré preguntas y paradojas, tal vez me termine por dar cuenta que nunca tendré las respuestas, que siempre seré una sombra y una idea, que esto que necesariamente somos no podremos cambiarlo, es nuestra naturaleza...
Quiero dejar en esta última entrada de 2009 un saludo a todos aquellos que nunca conoceré más que en el pensamiento de una pantalla nocturna, acaso un simbólico modo de conocer a una persona, y que la noche nos pertenezca.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Conjeturas sobre videntes

Si lo que trae de allá tiene forma, él da la forma…”

Algo así escribió Arthur Rimbaud en su famosa carta del vidente.

¿Qué quiso decir?

¿Que si el vidente alumbra la forma, porque le ha sido dado ver, el poeta entonces recoge esa representación, porque le ha sido dado verbalizarla?

Si el poeta trae lo que ve, y no hay en ese trance una decodificación, una tarea de “traducir” lo que ve, el poeta estaría ofreciendo tinieblas de esos recónditos inhabitados por el hombre.

Estaría fijando ese vértigo haciendo un trato con la belleza, la misma que será convertida en fósil para la posteridad.

Esto no siempre es así.

A veces esos versos se cantan, y provocan con su evocación que legiones de poemas se disparen como flechas hacia pantanos desconocidos.

Versos que de algún modo conservan la mohosa hierba del fangal donde nadaron sus videntes.

Astillas de la madera hundidas en la uña del poema, algo que permanece, algo que es…

Algunos de esos poemas han sido conjeturas de penumbras, algunos de esos versos ardieron como braseros en los ebrios corazones.

Leerlo a Rimbaud conlleva esa evidente paradoja.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Preguntas...


¿Cuándo empezó el tiempo y donde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es solo un sueño?
¿Acaso lo que veo, oigo y huelo no es solo apariencia de un mundo ante el mundo?
¿El mal existe de veras y acaso existen personas que son malas?
¿Cómo puede ser que yo, el que soy, no existiera antes de que yo fuera, y que en algún momento, el que soy ahora, ya no será el que yo soy?


El ángel Damiel, las alas del deseo

Cuando hacemos lo que hacemos ¿no dejamos de ser?
Y lo que somos, cuando creamos ¿no es acaso sombra de una sombra?
¿Somos videntes los poetas cuando ocurre lo que ocurre?
¿No vamos como transportados a la computadora o al cuaderno?
¿Escribimos poesía cuando escribimos poesía?
¿Dejamos de ser?
Entonces ¿Qué nace?
¿Simplemente una escritura?
¿No somos otros?
¿Cómo puede ser que el poeta, cuando es, no existe más que en su fragmentada abstracción?
¿Y que en algún momento, el que deja de ser, busca denodadamente salir hacia dentro?
¿Cómo es posible que el poeta quiera leer lo que escribió como si no lo recordara?
¿A qué se debe esta soledad, y ese vaso vacío, y esta orfandad de estar quieto después del después?
¿Crea el poeta un mundo ante el mundo o lo crea dentro de el?
¿Cómo hace para tomar su desayuno sin desprenderse los pájaros detrás de las orejas?
¿Busca el poeta fijar un vértigo?
Y si lo atrapa en algunos versos ¿qué hace?
¿Lo embellece con otros versos?

Aquello que nació de lo impostergable ¿deber ser resignificado?
¿Para qué?
¿Para que otros lo entiendan?
Si lo que está oculto al entendimiento el poeta lo resignifica y lo arroja al viento de lo que se comprende ¿no sería entonces el poeta un ladrón de fuego encargado de traducir lo incorpóreo para luego fosilizar los vestigios de la razón?
¿No se pulveriza de ese modo lo candente de su vórtice?
¿Es esa la tarea? ¿Extraer la simiente del éter difuso para luego ofrecerlo como mendrugos a los lectores?
¿Eso no lo hace infeliz al poeta?

A veces siento la inutilidad de este gesto, y después sé, porque me ha sido dado saberlo, que otra cosa no puedo hacer más que balbucear paradojas y absolutos, beber un licor áureo donde nadar en lo disoluto, y no saber que es lo que sigue, ni porqué…

y así hasta no llegar donde apenas se prosigue.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Divagaciones y desmembramientos

Añoro el vaso de vino del poema, ese detenerse en una totalidad que es en sí misma la poesía, el descreimiento de pertenecer hacia algo que abruma, una idea inconstante que ha perdurado por milenios, como la idea de Dios, o como prefiere Saramago, de dios…

Buenos poetas han bebido de raíces amargas y sin embargo extasiaron a los lectores como si nadaran en dulces viñedos, donde todo es posible. Allí lo anacrónico y lo irreverente queda subsumido a la observación atenta, nos asola un desierto del cual nada sabemos, pero podemos ver las huellas, el terror por sabernos videntes y que esa sola presunción podría sin esfuerzo alterar nuestro sistema de pensamiento, nuestras absurdas creencias.

No hay en dicho vericueto una mirada apocalíptica, solo puedo ver este desmembramiento en que se convierte una idea ante la quietud, lánguidas rutinas de caminos cuadriculados, debajo de un pálido cielo violeta que siempre tendrá pájaros.

En esta disyuntiva, a pesar de la perplejidad de la cual beben infundadas conjeturas, busco consuelo en la lectura, acaso un encuentro cuya ecuación simula un atavío.

No sé cuándo volverá a ocurrir.


viernes, 27 de noviembre de 2009

Bollitos de papel

¿Por qué el seudónimo?

Tal vez porque esto que soy poco tiene que ver con esto que soy, tal vez porque vivo una suerte de doble vida y no haya razones para aclarar razones, para bosquejar algo impropio con un nombre y un lugar, y una profesión que algún día saldrá a la luz, y no ser como los otros que exponen certezas y fórmulas matemáticas de la felicidad, que citan a los citados, que mutilan los versos musicales y al otro día celebran ser mendigados.

A estas alturas tengo inciertas razones para nombrar lo que nombro. Todo me parece vano, siento compasión, me hago simbolizar por un dibujo sosteniendo un paraguas imposible, porque parece que estuviera bajo una lluvia del mundo, y que solo las poesías pueden mitigar tanto espanto, porque siempre habrá un lugar vacío en esta suerte de encuentro, pero también un corazón, al que elijo sostener en una mano, mientras escribo en esta noche tranquila, ofreciendo un acto sincero, como quien arroja bollitos de papel destinados a juntar hubiéramos, murmullos, flores, soles blancos, rojos y amarillos.

Cosas así…


jueves, 19 de noviembre de 2009

La inmensa obra...


Publicar un libro es en cierto modo cerrar un círculo, algo que alivia y a la vez nos encadena a futuras ornamentaciones, todo lo anterior se edita y lo que queda es un sentimiento de orfandad que solo es posible suplir con la escritura de nuevos poemas y así hasta alcanzar un horizonte sin crepúsculo, algo que no podemos esbozar sin desconsuelo.

Suelo posarme en mi discordia, inpertérrito, absorto, camino como transportado mientras mi mujer me prepara el desayuno, el vértigo de pertenecer a lo irremediable, entonces me pregunto ¿Qué viene después del después?, trazo una abstracción paralela, nuevos poemas surgen intentando sostener lo que invariablemente suele discurrirse, como las ideas, estas irrumpen, alcanzan una cima y luego declinan, es probable que sea posible trazar un derrotero, pero necesitaremos algo más que los toscos lineamientos de la ciencia.

Algunos poemas perduran, buscamos consuelo en los repetidos versos, volvemos a leerlos una tarde de lluvia y entonces nos hacemos la terrible pregunta, imbuida de lo que se supone podremos algún día aportar: un verso, un poema, acaso una imagen para que la inmensa obra colectiva prosiga, llenando cántaros de agua en una fuente muda, donde acaso miles de poetas nadaron desolados las profundas aguas del devenir.

Hablo de la inmensa obra sin prefacio.
Pocas veces encuentro una respuesta.

El tiempo, como las capas de la cebolla, guarda en su núcleo fundamental lo entremezclado, conjunto de abstracciones que nada explican de lo acontecido, los que suelen dogmatizar al respecto portan antorchas herrumbradas por el paso de las fatuas interpretaciones, como variables de una constante que no posee registro del momento de la eclosión, antorchas que no alumbran el misterio de la creación, esto es algo que apenas podemos desbrozar, como saber que nos queda un desierto por delante, y apenas contamos con una alforja con un poco de agua y un pedazo de pan duro.
Si el contexto subjetivo en el que enmarco mis desolaciones no se encuentra imbuido de lo desarraigado probablemente elabore reseñas empobrecidas de mi empobrecida inspiración.
Digo que es preciso dejar la huella, ser videntes.
Después el poeta, compulsivamente escribirá al acecho de su propia sombra, y con suerte, si el desánimo no le enturbia la mirada y el dolor le disimula las heridas, dejará un cuchillo latente con el cual cerciorarnos que estamos vivos.
Para darnos cuenta y no darnos cuenta, que teníamos el corazón en la mano, que alguna gotas de sangre cayeron al suelo.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Dispersión


Estaré disperso algunos días, como quien se detiene a examinar mendrugos, buscando pasar las cosas mientras nos ocupamos en preocuparnos por hacer otras.
Al azar leo estos versos de Juan Gelman, de un libro cuyo título ahora me representa (interrupciones).

Cuerpo que me temblás entrando al alma
frío que me enfrías, manito tuya
manando sombra/sombra/sombra/sombra
¿paro tu deshacerte en algún lado?...

Me hago siempre las mismas preguntas
deshago lo aparente, discurro sobre el devenir
y siempre es lo mismo
y no sé cuando retomaré esto que hago.
Porque estas palabras son como pájaros no nacidos
Porque ahora me quedo pensando lo que no hice y lo que hago.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El Cartero de Neruda


El Cartero le pregunta a Pablo Neruda que se necesita para ser poeta, luego de meditarlo, este le aconseja caminar por la orilla del mar, a que observe cada piedra, cada pájaro, cada nube…
Lo que no intuyó el poeta es que el cartero devolvería poesía a través de sonidos precariamente grabados, fijando el instante del agua que discurría, las redes tristes de los pescadores, el viento que nombraba ausencias, la lluvia lenta en el lago…
A la contemplación inicial encontraría resguardo la poesía en el carácter oral de su transformación. Desde allí la poesía, en manos del poeta, recogería las flores de su propio vestido.
No dejó de parecerme una bella parábola.

martes, 27 de octubre de 2009

Lo que no está en papel


Cuando se habla de la lectura en Internet, los libros electrónicos, el hipertexto (esa especie de lectura arborescente), la compra de libros mediante una pantalla, la escritura online y demás apriorismos, pienso y hallo consuelo en mi pequeña biblioteca.
Una vez Umberto Eco dijo más o menos lo siguiente:
“si el libro se hubiera inventado después del ordenador, ciertamente para muchos hubiera sido una evolución”.
Se trata de aprovechar herramientas en este mundo digital sin olvidar acaso el más significativo invento del hombre, testigo de nuestras miserias y nuestros aciertos, de nuestros inabarcables tratos con la belleza: el libro

sábado, 24 de octubre de 2009

Hallazgos

Cuando algo se pierde para siempre solo queda el silencio, hasta que el azar conecta un hallazgo con un desamparo.

Pienso en aquel que encontró los ejemplares de “Una temporada en el infierno” cuando se creía que el gran Arthur los había destruido, pienso en los “papeles encontrados” de Julio Cortázar, mismo los rollos del Mar Muerto, fabulosa literatura que un viejo mercader comerció ingenuamente. Pienso en los manuscritos de Tombuctú, aquellos que los vientos del Sahara no pudieron ocultar.

Que vicisitud la de quienes pueden compartir, tiempo después, aquello que por elección o decisión estaba destinado al olvido o al fuego, al oscuro encierro de un cajón. Luego ocurre un extraño e inquietante mecanismo: el texto rescatado de profundas arenas pasa a las manos de alguien que estaba destinado a comprender sus símbolos, luego ese alguien convence a un editor de publicar el hallazgo, que se creía perdido. Meses después, otro alguien lee, desde un suburbio de un país perdido, aquello que tal vez condicione su sistema de pensamiento.

Alguien teje, y a su vez, es tejido por una inextricable cadena de construcciones deletéreas, la infinita trama de la lectura, el precario derrotero del desvaído manuscrito.


miércoles, 21 de octubre de 2009

Desbrozando malezas

Leo un reportaje realizado a Juan Gelman y entonces me pregunto:

¿Qué hace que en algún momento el trabajo del poeta -ese sumergirse en sí mismo- encuentre en su propia maleza la expresión necesaria para descifrar lo calcinado que en él habita?

Intentar una respuesta me dejó en la periferia de una pesadumbre.

Ahora bien, lo que viene después, si es que viene, es un completo silencio. Tratar de enhebrar una coexistencia (la persona que se es y aquel que escribe), así como intentar sobrellevar una condición, pueden acarrearnos infinitos desasosiegos que la mera poesía mitigaría con dolor, al sabernos parte de un rebaño que marcha a ciegas buscando comprender…

A este angustiado discurrir Gelman lo llama obsesión.

Otros prefieren hablar de inspiración, una visita crepuscular o creer que se trata de un dolor agudo y zumbante.

En lo personal nunca pude calmar ese estado, cada vez que ocurría lo que ocurría, parado como un insomne en el horizonte de lo creado, acaso un letargo poblado de pájaros.

Digamos que solo me limito a exponer esta incapacidad, siendo consciente de la inutilidad de mi gesto.

Y que las máculas estallen...


lunes, 19 de octubre de 2009

El tiempo

El tiempo que pasa, predestinado a cumplir rigurosas cronologías, a enmendar fragorosas profecías urdidas en dogmáticas sentencias, a cubrir con el manto del olvido los pies fríos de la nostalgia.

Alguna vez no fue así, el tiempo no importaba, “pero recuerdo cuando éramos jóvenes” cantó alguna vez Ian Curtis.

Entonces contemplaba un barquito de papel flotando en un estanque, el sordo silencio de la tarde y la brisa tenue, apenas perceptible...

Un sol blanquísimo en la infancia que aletarga la tibieza del atardecer, como quien traza un puente en el crepúsculo de una existencia.

Eso sería el tiempo.

Solemos agregarles años a esas lloviznas

y lo único que ciertamente anhelamos es estar en casa.

Traigo a la memoria aquel barco ebrio de Rimbaud...

Si yo deseo un agua de Europa, es la de la charca

negra y fría donde hacia el crepúsculo embalsamado

un niño en cuclillas lleno de tristezas, suelta

un barco frágil como una mariposa de mayo.

Yo ya no puedo, bañado por vuestras languideces,

oh olas, seguir la estela de los cargueros de algodones,

ni atravesar el orgullo de las banderas y los gallardetes,

ni nadar bajo los horribles ojos de los pontones.


miércoles, 14 de octubre de 2009

Evocando atisbos

Encontré esto en una carpeta:

Vemos el mundo desde un ente ficticio, y sin embargo hay en esa representación una suerte de abstracción objetiva, en donde quebramos inconscientemente la estructura, pero terminamos creando dentro de sus límites y reglas.

Escribo poesías para exaltar la palabra, pero no es esta la única razón, suelo aferrarme como un demente a la belleza, encrucijada en la cual trazo una extraña relación, tanto desde la injuria como desde la evocación. El resultado me deja como un náufrago, a la orilla de algo que apenas puedo comprender, mientras veo alejarse otro barco ebrio.

Creo que mi escritura es un jardín algo descuidado que trato de preservar de ciertas inclemencias incomprendidas, como si el tiempo arrojara los pájaros no correspondidos de la posteridad.

Siempre me ha sido revelador observar el hilo de agua moribunda que atraviesa un bloque de cemento, extendiéndose hacia algo que debe nacer, algo sin nombre ni memoria, algo que no se puede razonar.

Así ha sido mi comprensión de la literatura, un “atisbo de entendimiento” en medio de absurdas conjeturas, un viento atravesando un campo de grosellas bajo un cielo plomizo.

Tengo una imagen para este texto, es una piedrita de mar, y lo que tiene color no me pertenece.


domingo, 11 de octubre de 2009

Los que recaen


…“Un hombre puede usar de carnada para pescar un gusano que ha comido de un rey, y comer el pescado que se comió al gusano.

¿Qué queréis decir con esto?

Nada, solo demostraros cómo un rey puede seguir su camino por las tripas de un mendigo…”

Hamlet, William Shakespeare

En “me caigo y me levanto”, Julio Cortázar simbolizaba la costumbre que tenemos por recaer constantemente, y arrojaba el desarrollo de una teoría:

Hay quien ha sostenido que la rehabilitación

sólo es posible alterándose

pero olvidó que toda recaída es una desalteracion

una vuelta al barro de la culpa

perfecto!

somos lo más que somos porque nos alteramos

salimos del barro en busca de la felicidad

y la conciencia y los pies limpios

un recayente es entonces un desalterante

de donde se sigue que

nadie se rehabilita sin alterarse

pretender la rehabilitación alterándose es una triste redundancia

nuestra condición es la recaída y la desalteracion

y a mi me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera

que por lo demás ignoro…

En un intento por trasladar semánticamente este entendimiento lúdico al plano de la lectura, he registrado ciertas recaídas en mi adolescencia con algunos textos de Shakespeare.

Me llama la atención, que en buena parte de la obra del genial dramaturgo inglés, la figura de la mujer no tiene por destino un buen lugar, la reina Gertrudis ilustra de buen modo el ejemplo, una figura desafortunada en su juicio y sus actos, que en el único momento en que decide obrar por sí misma, es para negarse a no beber la pócima envenenada que el rey tramó para Hamlet, su hijo bienamado y temido, es el único momento de la obra que la reina no hace caso a su marido, y termina muriendo por ello, sin alcanzar a comprender, desencadenando la tragedia.

Decía Oscar Wilde que había dos clases de personas, las que son encantadoras, y las que no. Traslado a la escritura esta aseveración, y abriendo al azar una página cualquiera, me deleito en el encanto de sus versos inmortales, prescindiendo de lugares calcinados, e imbuido del artificio y la bella arquitectura.

¡Así se rompe un corazón! Buenas noches, dulce príncipe, y que un coro de ángeles arrulle tu descanso.

martes, 6 de octubre de 2009

Añoranzas

Cuántas veces el poema debía concluir al final de la hoja mecanografiada.

Horas y horas golpeando las teclas en la cinta carbónica, corriendo la hoja hacia arriba y hacia la izquierda, escribiendo hasta rellenar el silencio, dando forma a lo que tenía forma, alguna que otra lobreguez, algún que otro trago en la noche sin luna.

El blog recrea un poco aquella atmósfera, atisbos nocturnos donde discurre lo impensado, en cierto modo las computadoras han venido a reemplazar aquellas viejas máquinas de escribir, aquellas resmas de papel A4.

Ahora no tengo más que la luz de la pantalla, una certidumbre de saber que alguien está despierto, que mañana será otro día.

Leo esto, de Juan Gelman, antes de irme a dormir…

Amarte es esto:

Una palabra que está por decir

Un arbolito sin hojas

Que da sombra


domingo, 4 de octubre de 2009

De quienes escriben en el vértigo

Hay quienes no pueden, por cuestiones impropias de analizar, “embellecer” lo que se encuentran escupiendo en el papel o en la computadora, podríamos decir “desgarrar” y al caso sería lo mismo, el asunto es que muchos autores no se molestan en corregir lo que un espasmo de creación afiebrada los movilizó a escribir durante horas o prolongados minutos, aquello que surgía mientras descendían a su propio infierno.

Andrés Caicedo, el colombiano que planeó su muerte tanto como su literatura (no solo la que escribía, también se puso en listado la cantidad de libros que según él debía leer), fue acaso un ejemplo propio de este paradigma. Calculo que la prosa de Arlt pasó por idéntico “mecanismo”, o los poemas en prosa de Alejandra Pizarnik (mismo ciertos cuentos de Cortázar, deliberadamente concebidos con arquitectura anacrónica) o las poesías de Oliverio Girondo, aquellas del lenguaje “verbal”, del uso disruptivo de las palabras, como lava ardiente o leves salpicaduras incontroladas.

Muchos de estos escritores pudieron haber sido considerados inoportunos en contextos académicos, de algún modo labraron a ciegas una literatura de volcanes catárticos, urdiendo o profiriendo, desestimando los hiatos y las fracturas rítmicas. Encontraron a la belleza sentada entre tomates podridos, y aun así la pudieron reconocer, a pesar del hollín en la cara, los vestidos arrugados y la sangre que no era.


jueves, 1 de octubre de 2009

Lo encontrado

A veces encuentro la palabra, allí donde guardamos los tiestos de lo arrancado, un recóndito áspero, poblado de muérdagos, donde algunas cosas suceden.

Acaso la tarea consiste en recoger esos devaneos de hojarascas, lograr que el viento se detenga, tratar de entender el resquemor de las alegorías, de nuestros fantasmas rondando, la incomprensión de lo que se súbitamente se abandona.

Entonces después, siempre después del después, empieza otro tipo de trabajo, penumbras que barremos con escobas de viento, en el patio amarillo de nuestra presunta calma.

Hay algo hondo en el apagado fuego de un murmullo, a veces me alejan las escamas del horizonte, busco ser absuelto, creyendo que todo se trata de percibir, pero me equivoco, siempre.

El poema surge y el día está tan quieto como una osamenta

Lo encontrado es un humano rostro de elefante, que guardo en mi morral al terminar el día.


lunes, 28 de septiembre de 2009

Lo simple y lo complejo

La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque

aún no ha tocado el suelo

Dylan Thomas

Los dibujos que hacen los niños tienen la virtud de expresar con pocos trazos lo que a pintores reconocidos les significa una abigarrada arquitectura de tonalidades y bosquejos laboriosamente labrados y urdidos.

Algo así ha comentado Pablo Picasso, y es cierto, siempre lo más sencillo de crear esconde detrás la complejidad de una ecuación. Acercarse a esa mirada, en el que todo destello puede urdirse sin más artificio que el trazo de una carbonilla, es tarea propia de quienes conservan retazos de la niñez, esa economía de recursos simboliza, en ocasiones, imágenes inabarcables e inauditas. Pienso (lejanamente) en los dibujos de Kalil Gibran, las pinturas de Roualt, los versos apacibles de Omar Kayyam, el cubismo, el arte prehistórico…

Todas estas expresiones, a su turno, han representado bosquejos de lo creado, sin necesidad de edificar complejos paisajes, o abigarrar múltiples abstracciones. Sin embargo, cada uno de esos trazos podía abarcar y contextualizar el sentido de una cultura, el misterio de alguna religión…

Por estas y otras cosas elijo publicar dibujos en el blog, donde pueda acompañar el poema, del modo más breve y precario posible.

Verdaderamente nada, fuera de este frágil contexto, me importa tanto.

Es como las poesías que nunca corregimos, y no nos atrevimos a publicar.


domingo, 27 de septiembre de 2009

XVII Festival Internacional de Poesía Rosario


Ya sucedió, no crean que mi función se acercará al contexto periodístico, pero me resultó interesante acceder a nuevas (y no tan nuevas) lecturas de poesía. Este encuentro propició que toda una ciudad se movilizara en torno a las lecturas de poetas de diversas latitudes. No pude leer todo, pero me gustaron los poemas del cubano José Kotzer, la española Chus Pato, los argentinos Francisco Garamona, Laura Wittner, Marcelo Ahumada, Diana Bellessi, Marcelo Díaz (en la línea de Washington Cucurto), el paraguayo Lito Pessolani (con brisas a lo Oliverio Girondo), la alemana Nikola Richter (pequeña polémica por uno de sus versos “soy una linaje en extinción y vivo en un container”), la frescura de Meliza Ortiz y Florencia Volonté y tantos otros.
El festival realizó un homenaje a la figura de Paco Urondo, pero en general rescato lo que podría significar un espacio recuperado en el mundo de los poetas, ese “espacio de resistencia” del que alguna vez habló Juan Gelman y que propicia que muchas voces puedan ser descubiertas.

A propósito, sería interesante que se abran espacios, dentro de este tipo de eventos, para quienes publican en los blogs. En ocasiones las bitácoras generan escrituras que salen a la luz sin pasar por los circuitos de publicación impresos. Un buen pretexto para descubrir nuevos modos de acercarnos a la belleza y a la experimentación, o lo que ello signifique cuando nos encontramos a solas con nuestra alma.

A todo esto, la imagen de esta portada corresponde a Victor de la Viña López.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Los goliardos

Pocas veces me ha interesado tanto un movimiento poético como el que aquí intentaré reseñar. Si nos atenemos a la etimología, se coincide en afirmar que el término "goliardo", del francés Goulliard, significa algo así como "clérigo que lleva vida irregular". A su vez se recupera del latín vulgar la descripción Gens Goliat, "gente del demonio", del latín Gölias "el gigante Goliat muerto por David", "el demonio". He allí una simbiosis candente.

El concepto es propio de la Edad Media, en torno giraron clérigos, vagabundos y estudiantes que deambularon por los claustros de las universidades europeas del siglo XIII. Solían encontrarse en las tabernas deslizando ásperas críticas a la estructura social del medioevo, en especial las enseñanzas de la iglesia y las costumbres tradicionales de la época. No la pasaban nada mal.

Un desvarío al margen ¿bebieron los goliardos de las orillas poéticas de Omar Kayyam?. Las encantadoras cuartillas del gran poeta persa, dedicadas al vino y los placeres terrenales, tejen a mi entender un vínculo secreto con la poesía goliarda, logrando cohesionar en una obra el desdén hacia las religiones y el propio sentido metafísico de la existencia. De haber accedido a esta obra, los clérigos errantes tal vez hubieran apostolado estos versos, no podría ser de otro modo.

Los goliardos nos han legado escrituras poco pretenciosas pero esenciales para entender un segmento cultural y social de la Edad Media, en la figura de jóvenes burlones e inconformistas. Han sobrevivido manuscritos, odas sarcásticas y las candentes "Carminas Burana", posteriormente musicalizadas por Carl Orff (y explotadas en el cine hasta el hartazgo). Al respecto, a principios del siglo XIX se encuentran en el monasterio de Benediktbeuern (Baviera), un apergaminado manuscrito que contiene alrededor de 250 obras líricas, escritas en latín, con algunas interpretaciones en alemán antiguo. La posteridad conocería estos cantos realizados por poetas en su mayoría anónimos, aunque se conocen algunos poemas firmados: Hugo de Orléans, el Archipoeta de Colonia, Serlon de Wilton y Gautier de Lille entre otros.

¿Quiénes serían hoy los goliardos?

Alguna vez, escuche de mi amigo Rafael una teoría que por lo inaudita resulta reveladora, llegó a trazar una línea histórica que vinculaba el movimiento de los goliardos, la poesía beatnik y el concepto "no future" del punk. Lástima que esta literatura gris no se encuentra en la Web para regocijo de los internautas deseosos de cultivar otro tipo de conjeturas, queda abierto el espacio para reflexionar en torno a esas y otras ideas.

Por mi parte me despido con un poema de algún autoproclamado Goliardo, vale un extracto que bien hubiera merecido ser incluido en la Sociedad de los poetas muertos.

A todos me queda decirles, "Carpe Diem".

En la taberna

Cuando estamos en la taberna,

no nos preocupa nuestra sepultura,

sino que nos precipitamos al juego,

que es nuestro perpetuo desvelo.

Lo que se hace en la taberna

donde la moneda es el copero

esto sí importa averiguarlo.

¡Pero escuchad lo que os voy a decir!

 

Unos juegan, otros beben,

otros viven licenciosamente.

Pero entre quienes se dedican a jugar,

unos acaban desnudos

otros se visten allí mismo,

otros se cubren con andrajos.

Nadie teme allí a la muerte,

sino que a Baco su suerte dejan.

 

Primero por el precio del vino:

por éste beben los libertinos;

una vez beben por los cautivos

después beben tres por los vivos

cuatro por todos los cristianos

cinco por los fieles difuntos

seis por las hermanas vanas,

siete por los caballeros salvajes.

 

ocho por los hermanos perversos,

nueve por los monjes dispersos,

diez por los navegantes,

once por los desacordados,

doce por los penitentes,

trece por los que van de camino.

Tanto por el Papa como por el Rey,

beben todos sin ley.

 

Bebe el alma, bebe el amo,

bebe el caballero, bebe el clérigo,

bebe éste, bebe aquél,

bebe el siervo con la criada,

bebe el activo, bebe el perezoso,

bebe el blanco, bebe el negro,

bebe el constante, bebe el versátil,

bebe el rudo, bebe el amargo.

 

Bebe el pobre y el enfermo,

bebe el desterrado y el desconocido,

bebe el chico, bebe el viejo,

bebe el prelado y el decano,

bebe la hermana, bebe el hermano,

bebe la vieja, bebe la madre.

Bebe ésta, bebe aquél,

beben cien, beben mil.

 

Seiscientas rondas poco

duran, cuando sin medida

beben todos sin meta,

aunque alegremente beban.

Así, todas las gentes nos denigran

y siempre seremos pobres.

¡Quienes nos denigran se vean confundidos

! y no se cuenten entre los justos!

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Lo que ocurre

El otro día, en un canal de televisión, me detuve en un programa que tenía por protagonista a un ejecutante de bandoneón, el muchacho leía en el pentagrama y componía, pero algo me detuvo, mientras la música fugaba hacia algún destello, sentí que aquel tránsito llevaba a un inexorable recóndito.

Al principio fue contemplar el contexto, una casa llena de un sol tibio, pero no había nada amarillo en aquel espacio, el músico miró las paredes, algunas fotos, el marco gastado de la ventana, también el silencio, o eso parecía, a esa hora de la tarde en que algunas personas suelen dormir y otras simplemente perciben algo que pasa. En minutos el músico empezaría a balbucear notas, como un adagio, y cada nota lo llevaba a descubrir un paisaje interior, ese que construía sin saberlo, ese que tenía la honda quietud de la casa sin habitar, y era a la vez una casa que despedía viento…

Como fuera, algo ocurrió, algo me hizo ir al cuaderno, esbocé partituras con lo deshabitado de aquel instante, lo poblé de pájaros negros, le pinté de rojo un estanque, puse en silencio un barquito de papel…

Es una derivación, se tensan las palabras luego de soslayar un vaivén de notas que van fijando un instante, del pentagrama a la hoja en blanco, el hilo del ovillo que viene de algún lugar.



sábado, 19 de septiembre de 2009

El Cristo Jesús

¿Qué hizo que un hombre como Jesús dijera lo que dijo, en una época donde el viento era amarillo y la memoria forjaba murmullos proféticos?

¿Cómo sucedió lo que sucedió?

¿Por qué hizo lo que hizo?

Ernesto Sábato creía que necesariamente tuvo que encontrarse el amor cuando Jesús conoció a María Magdalena, no pudo ser de otro modo.

Películas como el "Lado oscuro del corazón" afirmaron cinematográficamente que Jesús conoció el amor corporal, imaginando incluso un escenario donde Jesús vence a la muerte amándola: el triunfo de la vida sobre la muerte a través del amor.

Aún Jorge Luis Borges escribiría estos versos en "Cristo en la cruz"...

El alma busca el fin, apresurada.

Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.

Anda una mosca por la carne quieta.

¿De qué puede servirme que aquel hombre

haya sufrido, si yo sufro ahora?

Hay algo trascendental en la vida del ungido: cuando Jesús fue el Cristo, ingresando al mundo de las profundidades, aquel por el que cantarían numerosos poetas. Ese lapso, que el tiempo terrenal y la literatura bíblica midieron en 72 horas, en el que Jesús, el candente Jesús, descendió a los infiernos y liberó a los paganos.

Libérrimo misterio..

martes, 15 de septiembre de 2009

El amargo reposo


Cansado del amargo reposo donde ofende
mi pereza una gloria por la que huí antaño
de la infancia adorable de los bosques de rosas
bajo azul natural, cansado siete veces
del exigente pacto de cavar por velada
de mi propio cerebro,
de la esterilidad cruel sepulturero
¿Qué decirle a esta Aurora, oh Sueños, visitado
por las rosas, con miedo de las lívidas,
cuando junte el extenso osario los vacuos agujeros?...
Stéphane Mallarmé

Bastan estos versos para entender un paraje donde lo pueril del discernimiento se posa, lejos de lo extasiado, a la hora fatua de las falsas quietudes, donde la remembranza no entiende de poesía. Así añoramos a veces la perfecta quietud, pero no es esto de lo que habla el poema, es otro estado de inmovilidad, es algo levemente transitorio que ocurre mientras la obra declina.
El poema ubica a un poeta que ocasionalmente observa su propio crepúsculo, y tal vez lo desprecia, inclinándose hacia la mesa de los mendrugos, devorados con desdén.
Seguramente después la noche le entregará sus nocturnos soliloquios.
Vaya a saberse porque traje a la mesa estos versos de Mallarmé, quizás me otorguen augustas respuestas para la aurora.
Leves fulgores de mi amargo reposo...

sábado, 12 de septiembre de 2009

El vórtice

Hay un sistema

Y el sistema tiene un vórtice, algo que está adentro y a la vez no se encuentra, algo que tiene significado, engranaje, métrica, segmentación, teoría…

Hay quienes han intentado, a lo largo de la historia, decodificar los parámetros de esa arquitectura, desbrozar lo aparente de su construcción.

Y el sistema, digitado por algún oráculo, lo excluyó del sistema, lo hizo desaparecer, lo dejó a la deriva.

Indagando, el sistema tiene otro sistema que lo contiene, y otro, y a su vez otro.

Concebir lo infinitesimal de su mecanismo implica conjeturar el matemático ejercicio de un Dios que opera con mano ajena.

Ergo: el sistema se encuentra instalado para tranquilidad de quienes conforman una sociedad, otorga elementos jurídicos y éticos que, aun sabiendo que controlan nuestro movimiento, nos ahorran el preocuparnos por tener que tomar decisiones, o poner el cuerpo a las ideas.

Entonces ¿qué decirle a un hijo?

¿Que las ideas son peligrosas?

¿Que la naturaleza tiende a desequilibrar lo que necesita estar balanceado?

¿Qué subjetividad digita esa única ecuación?

¿Qué conciencia es la que dictamina “esto es la verdad”?

Si el cosmos implica control ¿Por qué no tornar emergente lo caótico?

De sus fluctuaciones lo homogéneo depende para preexistir. Estos volcanes no pueden ser disruptivos, pero en su vórtice se origina lo que da movimiento a la bestia.

Aun así, lo establecido prevalece. De estos mendrugos están constituidos los gobiernos, los lineamientos de la fe, los códigos morales, la ciencia de la ciencia…

Necesitamos otro Jesús que nos venga a decir lo que todos sabemos, necesitamos poetas que nos digan aquello que todos aprendimos a aceptar.

Como cuando los niños eran niños y jugaban sin darse cuenta que siempre fueron esclavos, que nunca fueron libres.

¿Hasta cuándo?


miércoles, 9 de septiembre de 2009

La exposición pública del poeta

“ya sabe usted que nosotros, pobres artistas, tenemos que dejarnos ver en sociedad de cuando en cuando, lo suficiente para recordar que no somos unos salvajes” 
De “El retrato de Dorian Gray”, Oscar Wilde. 

Llega un momento, en que la producción intelectual, cuando genera adhesiones, conduce invariablemente al encuentro público entre el escritor y sus lectores, extraño encuentro por cierto, las palabras de Basilio Hallward, pintor de la famosa novela de Wilde, se corresponderían con el silencioso pensamiento de muchos poetas.

En muchos países suelen darse encuentros de variada clase, en algunos casos se realizan semblanzas de reconocidos poetas, como murales tallados en piedra, en otros se producen inquietantes performances donde el teatro cruza límites con los poemas. He visto mucho de eso, en compañía de verdaderos ladrones de fuego (recuerdo ahora, lejanamente, una semblanza realizada en San Telmo sobre parte de la obra de Walt Withman, a sus actores no se les ocurrió mejor idea que prohibir fumar en la sala, el genial escritor se hubiera levantado furioso de la silla).

Ahora se asiste a la exposición mediática de los escritores, a veces en lugares públicos, un bar, una galería de arte, por lo general muestran cómo componen sus versos, y la “metodología” de trabajo que emplean, otros experimentan sobre el poema, como un cuadro de Pollock, extendiendo los párrafos hasta conectarlos con algún sentido, nunca falta la música, o lo que eso signifique.

En ocasiones, cuando me encuentro con un sitio literario diseñado por un arquitecto virtual, me suelo preguntar qué hay detrás, si todo no se trata de un producto convenientemente diseñado, una actuación o un guion de cine con excesivo maquillaje. Hasta que encuentro la palabra detrás del producto, entonces lo demás pierde sentido, es posible adivinar donde terminarán los versos, bajo que apofenia se construyen esas imágenes.

Queda el escritor inmiscuido en su soledad, escribiendo por las noches y cada tanto, intercambiando impresiones con lectores ocasionales, mientras en penumbras su obra lentamente avanza.


jueves, 3 de septiembre de 2009

La carta del vidente


¿Por qué no admitir que una gallina ponga un trasatlántico, si creemos en la existencia de Rimbaud, sabio, vidente y poeta a los 12 años?
Oliverio Girondo

he resuelto darle una hora de nueva literatura…”
Así comenzaba Arthur Rimbaud su célebre carta del vidente, dirigida ha Paul Demeney el 15 de mayo de 1871 en Charleville, Francia.
Aún me sigue asombrando que esta carta –terrible por lo inaudita, proverbialmente soberbia– arrojó al vacío un pensamiento en estado de verdadera eclosión.
La carta comienza por un análisis severo injuriando aquellas acciones que enmohecieron la poesía, legitimando en el porvenir de la literatura la antigua poesía griega. Luego defenestra, ahorrándonos con su escupida perder el tiempo en saborear eventuales fósiles, un listado de autores correspondientes al movimiento romántico. Creo que es preciso detenerse en este apartado, Rimbaud asevera que no se ha juzgado nunca de modo correcto al romanticismo, la vara analítica que utilizó se encontró imbuida de un carácter dogmático simbolizado en la frase “yo es otro” (interesante el ardiente contexto subjetivo, desestimando con soberbia el paradigma del hombre no cultivado que intenta vanamente utilizar un discernimiento académico en torno a una estética literaria). Posteriormente mencionará en el texto una de las célebres frases que reforzará lo anteriormente planteado:
digo que es preciso ser vidente, hacerse vidente…”
En todo este asunto es inevitable el propio conocimiento interior ¿cuántas veces, al leer la inmortal frase heredada por Sócrates “conócete a ti mismo” nos hemos detenido a medir conscientemente el alcance de nuestra alma? “palpar el alma, comprenderla, cultivarla” es evidente que el poeta lo ha logrado, su obra hubiera sido imposible de no haber descendido hasta lo profundo de su propio infierno, en ese sentido, la traducción francesa fortalece la penumbra de este pensamiento: Une Saison en enfer significa “una temporada en infierno” que es algo así como decir una temporada “en estado de infierno”, el artículo agregado en traducciones posteriores fortaleció la idea de lugar pero probablemente le quitó significado.
Sigo. Luego de un intervalo un segundo salmo intercalado en el texto y allí otra idea candente “el poeta es realmente un ladrón de fuego”. Si involucráramos en el análisis las ideas de Heráclito podríamos vincular una mutación entre lo creado y lo “robado”, del fuego se crea lo uniforme si lo que el poeta trae desde algún tránsito es uniforme, estas lucubraciones son relevantes en el proceso de creación, originan un vórtice calcinado desde donde surge lo que no se comprende.
Pero veamos lo que sigue: “esperando esto solicitaremos a los poetas lo nuevo, ideas y formas”.
Aquí me detengo.
No puedo ni pretendo abarcar otros subterfugios de la literatura, me basta este, escrito por un adolescente francés en pleno siglo XIX. Feroz y amargo trago que le corresponde beber a la poesía:
!ser videntes! y que reviente en su salto lo que no se nombra.
A veces hemos profanado sin culpa los arrebatos del horizonte poético, y al encontrar incomprensión sepultamos con tristeza nuestras herméticas ilusiones ¿lo hemos desbrozado? ¿lo hemos razonado entre los miles de blogs que arden apagados y dispersos por el mundo?
Sabemos quienes de nosotros ha hecho un Rolla, quien ha escrito un Rolla, esto es perceptible de comprobar en el mundo académico, vale decir que algunos probablemente hayan muerto al hacerlo, solo que no se han dado cuenta: "escribiendo visiones detrás de la gasa de las cortinas", esto sigue sucediendo: generaciones idiotas alimentando el fuego de una creación que no se comprende más allá de afirmar cuán "profunda" y "oscura" resulta la obra, haciendo relecturas de viejos esqueletos acumulados en los rincones de las antologías literarias...
La lectura consciente de esta carta de Rimbaud provoca esta eclosión en la mirada, me evade de una realidad calcinada arrastrándome donde no sé qué hallar. Sobre el final de la carta declama nuevamente: "las invenciones de lo desconocido reclaman formas nuevas".
¿Qué ha sido de los poetas simbolistas? algunos han llegado hasta lo inaudito, observaron con desprecio las corrientes literarias y los análisis académicos, se dejaron caer donde moraba lo inabarcado y lo caótico pero pocos como Rimbaud inventaron lo desconocido. He ahí un postulado: conocer el alma y cultivarla, irrumpir desde lo despedazado, hallar lo que no se comprende (no por nada lo reitero, siempre volveré a este recóndito abandonado a comer de los mendrugos, y sin embargo me extasiaré).
¿Hemos visto desde entonces formas nuevas? ¿las hemos hilvanado?.
Hacia allí quiero llevar mis pies descalzos, y hago mías sus palabras finales:
"Así, yo trabajo para volverme un vidente, y terminemos todos por un canto piadoso".

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El cuaderno de Saramago

Acabo de leer la despedida de José Saramago de su blog, acaso una tabla menos donde aferrarse, pero quedan sus textos.

En algún momento de nuestras vidas el azar -desbrozado de lo ontológico o epistemológico que pueda sugerir lo metafísico del término- nos otorga el sinsentido de extasiarnos en las lecturas providenciales, que nos llevan en un momento del día a ejercer el pensamiento, esto incluye a los blogs de literatura por supuesto.

Pensar, esto que llamamos el entendimiento humano, el uso de la razón.

José Saramago así lo ha hecho, nos llevó hacia lugares que no hubieran sido visibles sin una mirada crítica de por medio (hoy que resulta tan difícil encontrar a un portador de antorchas, justamente él, un pesimista, nos brindó esperanzas).

Que extraño ejercicio será, de aquí en más, leer una noticia, sabiendo que en esa cadena de acontecimientos, alguna variable tuvo su contexto, analizado por este escritor.

Yendo entre matorrales aplastados, con guadañas sin afilar.


martes, 1 de septiembre de 2009

Lo arrancado

Sucede como a los hierbajos.

Un texto va mutando, hasta alcanzar un horizonte incólume de tachaduras y revisiones, pero nunca es definitivo, nunca alcanza…

Publicamos para no tener que seguir corrigiendo” dijo alguien alguna vez.

Escuche de un pintor que si seguía pintando estropearía el cuadro, que llega un momento en que conviene dejar de desgarrar la tela.

Kurt Cobain firmó su carta triste con un epitafio ajeno “es mejor quemarse que desvanecerse lentamente”.

Estos dichos se corresponden con lo que vanamente pretendo decir.

Ciertas letras de canciones resultan poemas mutilados, deben corresponder a la forma para hallar su contexto, encuadrar con la música, cuya métrica obliga a ubicar ciertas palabras donde antes había silencio.

Figuras negras en un pentagrama, donde saltan las palabras al mismo tiempo, desprendiéndose de la semántica.

En poesía no es necesario que esto ocurra, el verso libre y la prosa poética tienden puentes de hilo hacia infinitos campos amarillos.

Allí, el umbral se abre, indefinido, y sin embargo todo lo conecta.

Siluetas de sombras que obliteran figuras en perfecta sincronía.


domingo, 30 de agosto de 2009

Dioses que danzan


“Yo solo podía creer en un Dios que sepa danzar”
Friedich Nietzsche


¿Dónde estarán los chamanes?
Los brujos médicos de las comunidades indígenas suelen tener visiones que, empleadas con el canto, permiten la cura y el restablecimiento del enfermo.
De tanto en tanto escuchamos estas historias en los recónditos de los pueblos, y lamentamos que no trasladen lo que ven en un contexto literario. Algo de esto nos refrendó el cine con hechiceros consumiendo peyote y curando a la tribu, en muchos casos la industria cinematográfica se acercó cinematográficamente a estas ceremonias, quitándole cuánto de valor simbólico y descenso metafísico guarda para sus adentros esta experiencia de siglos.
En ocasiones ha sucedido, un hombre entra en trance y entonces ve. Detrás de sí, los antiguos resplandecen. Allí donde había árboles aguardan los hombres que los tiempos se cumplan, aguardan pacientemente que alguien los convoque.
Por tiempos inmemoriales estuvieron horas danzando, elevando la tierra hacia el cielo.
Danzando en comunidad los ancianos y los jóvenes.
Danzando con los pies descalzos, añorando que los ciclos se cumplan.

Los chamanes han sido los verdaderos guardianes del saber comunitario, aún se conservan registros de su arte, perpetuado en las paredes de las cuevas, junto con recipientes de piedra donde machacaban raíces de plantas medicinales, mientras pintaban en las rocas lo que el subconsciente les dictaba.
Por siglos han estado danzando, haciendo llover
Danzando danzando danzando…
Hasta completar un círculo.

martes, 25 de agosto de 2009

Congregación de pájaros

En ocasiones ocurre, a una hora no acordada, una congregación de pájaros, posados sobre los cables eléctricos de las calles.

Vaya enigma.

Al principio hay un solo pájaro, a los pocos minutos, otros de su misma especie van y se apoyan al lado, así hasta formar un cordón, una cadena oscilante. Imposible saber en qué piensan. 

En literatura existe esa manía de antropomorfizar a los animales. Para José Saramago resultó una preocupación que debía dejar clara en su última novela, el no agregar sentimientos al elefante, el autor decía, con justa razón, que como escritor y sobretodo como hombre no podía entender que pasaba por la cabeza de un elefante, el elefante es “otro” y no había razón para humanizarlo.

En la Comedia, Dante ofrece un recurso interesante para situar al lector en un momento exacto de un día cualquiera, nos dice “aquella hora en que los mosquitos reemplazan a las moscas”, es cierto, rara vez podemos ver juntos a estos insectos, forma parte de una ley no escrita y acatada sin escándalo.

Recuerdo que una vez, esperando el semáforo de la avenida Córdoba y 9 de Julio, en plena Capital Federal, contemplé en un árbol una bandada de pájaros negros que estaban junto a dos loros, algo los asustó, y salieron volando hacia la vereda de enfrente, donde había dos árboles gigantes. Todos los pájaros negros fueron hacia el árbol de la derecha. Los dos loros al de la izquierda.

¿Ejemplo banal del “choque de civilizaciones”?


jueves, 20 de agosto de 2009

Mientras tanto...

Alguna vez me pregunté cuánto inciden las interrupciones en los procesos creativos, el té que es ofrecido ocupa la mesa, pero la interrupción queda, y con ella acaso una disrupción que puede no completarse.

Ecuaciones queriendo ser descifradas, que tornan difuso lo que se encuentra en un erial de perplejidad, que asigna elementos simbólicos a una ventana real del mundo.

Ya hemos visto lo que los sentidos significan en la óptica de algunos poetas, pero si tomamos lo que creemos ver, como un modo de expresión literaria, probablemente profanemos sin culpa la exteriorización de esos sentidos, más sensible en nuestros actos abstractos, que en las mareas humanas alejadas de toda orilla poética. Esa percepción es aún incompleta, no posee arquitectura ni pájaros, ni se cruzan los demonios en ese estado de las cosas.

De aquello no registrado solo quedan hendiduras en el aire, figuras pálidas que salen de sus recuerdos, arropadas y urgentes, volviéndose palabras.

El viaje prosigue, mientras tanto la vida quieta me absorbe, como aquella única espina rosada del campo, en aquel viaje que era un regreso.


viernes, 14 de agosto de 2009

Lo que se publica y lo que no

El uso de la palabra trae consigo una connotación que escapa al poeta, esto no tiene porqué analizarlo, de esa parte se harán cargo los lectores y los críticos. Las palabras traen significaciones que, profundizadas en el poema, escapan a los designios de la realidad.

No existen decisiones literarias en el momento de escribir, cuando el poema surge no hay premeditación ni análisis objetivo de lo que se pretende decir, de lo que se pretende alcanzar.

Algunos pintores han desgarrado la tela, ensimismados (Sábato)

Algunos poetas han afiebrado trances de escritura automática (Pizarnik).

Pulsos que marcan el papel, signos que conjuran un entendimiento.Hay quienes afirman que las expresiones primarias no deben ser publicadas, por algún motivo las piezas se exhiben y los poemas quedan expuestos, lo que revelan, o tratan de revelar, encaja en algún destino, y pierde su memoria.

Creo que fue Mario Benedetti quien dijo que una vez escrito el poema debía guardarlo en un cajón para dejarlo descansar, y que después de un tiempo estaba en condiciones de retomarlo y corregirlo, que ahí empezaba el trabajo literario.

Se decía que Juan Gelman caminaba como transportado cuando se encontraba a solas con “la señora” que lo visitaba….

Creo que la verdadera literatura genera una fisura en el tiempo, el vértigo de lo creado abre un portal, por donde fugan los candentes versos, alejados del ornamento y de la forma, lo que resulte será una causa no correspondida con el efecto, solo serán palabras con su aparente unidad resquebrajada en alguna entelequia no correspondida.

miércoles, 12 de agosto de 2009

La poesía heroica

Acabo de encontrar una vieja edición del libro “La épica medieval” de José María Valverde Pacheco y Martín de Riquer. Este volumen fue encontrado en la calle, sin tapas, pero con todos sus capítulos. En la página 221 comienza una detallada descripción que trata sobre la épica medieval, la poesía heroica en la Edad Media, las epopeyas germánicas, los cantares de gesta y el arte oral, el recitado juglaresco…

Abarcar estas lecturas requieren tiempo, pienso sumergirme unos días en este libro, a bucear los entramados de indelebles manuscritos recuperados por antiguos amanuenses, aquellos objetos que los juglares de la época recitaban utilizando la memoria y a veces improvisando, agregando o suprimiendo estrofas según las características del auditorio o las intenciones del recitador. 

Aquellas obras que sucesivos bibliotecarios catalogaron como “anónimas”,  como el cantar del Mío Cid, la Chanson de Roland, la gesta anglosajona de Beowulf,  el cantar de los Nibelungos o las sagas nórdicas, representaron a su tiempo un saber colectivo, una significación vinculada a la identidad y a los recuerdos de un grupo humano particular, confiriéndole una subjetividad que a su vez pertenecía a la esfera pública, enriqueciendo con nuevos contenidos cada párrafo que se iba leyendo, a la vez que documentando cada experiencia que se iba agregando. Aquello ha sobrevivido, desde las tabletas de arcilla hasta los actuales registros electrónicos.

Cuando nos encontramos con estos textos es como si desbrozáramos malezas intentando hallar en ellas una significación, la desnudez de un contexto, aquello que los siglos fueron moldeando, susurrando, callando…

Voy a disfrutar de esta lectura.

Por cierto, la foto de esta entrada se titula “Eritrea” y pertenece a Luis Sánchez Davilla.


domingo, 9 de agosto de 2009

Música y poesía


En ocasiones la música acompañó el silencioso andar de los poetas, y en algún punto, orientó un estado de catarsis hacia el poema, el transitar de un bosque paralelo.
En ese contexto experimenté una práctica de laboratorio con el proyecto "The Globe", aquel disco surgido de la unión entre Robert Smith, creador de The Cure y Steve Severin, bajista de Siouxie and the Banshees, en especial la canción “Relax” significó un interesante desvarío creativo y lunático. Esta canción fue utilizada en ocasiones como intro de los conciertos franceses de The Cure, probablemente la banda que marcó un antes y un después en mi concepción musical (el vinilo Faith significó, a lo lejos, una verdadera fuente de inspiración en aquellas épocas de poemas mutilados).

En otra ocasión recuerdo que las fugas para órgano de Johann Sebastian Bach devanaban ovillos en la conciencia, así mismo algunas sinfonías de Beethoven o los cuartetos de violines de Mozart. En un punto, lo escrito estaba imbuido en la percepción musical, y las encrucijadas o quietudes se transformaban en poemas, como luces en un laberinto.
Suele suceder que ciertos climas (en especial los adagios, la música de cámara o composiciones cinematográficas) le otorgan profundidades al poeta, entonces queda esparcir lo sonoro y darle una tonalidad al subconsciente.
Lo que me inquieta es qué tipo de lector le pudo haber pasado, al leer, el “escuchar” la música que inspiró al escritor, un poco como la escena de la ventana pintada por Castel, aquel personaje de “El túnel” de Sábato que terminó matando a la única mujer que lo comprendió.
Tal vez les haya pasado, que la canción terminaba y con el silencio el poema daba un giro, transformando los claroscuros en habitaciones llenas de luz. En esos casos el silencio otorgaba otra atmósfera, entonces podía ver una escisión que solo yo sabía, pero también, indefectiblemente, una continuación.

Le debo mucho, en un momento de mi vida, a los discos de Tori Amos, una voz que desnuda la melancolía tanto como al desgarro existencial, pude entrever una fragilidad hiriente que hacía trizas su propia desnudez, porque era lo único que tenía. Algo de lo que hice se lo debo a esa compañía, y ahora me voy a escuchar “Closer”, aquella desesperanzada obra de Joy Division, mientras espero releer a Dylan Thomas, poeta de frondosos y abstractos sedimentos musicales (huelga aclarar, el dibujo de esta entrada corresponde a un tributo a The Cure).

martes, 4 de agosto de 2009

Imprecisión

En ocasiones divisamos una abstracción, le otorgamos una arquitectura, y sin salirnos de la periferia, esquematizamos los posibles límites de un desierto, donde el poema es fraguado con un viento amarillo.

En algún punto he padecido el estado creativo, un encierro paulatino que deviene en trances de escritura automática, hojas acumuladas en el piso, vasos que se amontonan y después el sol que duele, filtrándose entre una hendija de madera...

Alguna vez no era como ahora, yo era diferente, pero los años me agregaron algo de sosiego.

En esos casos me parecía terrible que la vida prosiguiera como si nada hubiera sucedido, en algún horizonte avizoraba la teoría del eterno retorno, manchas de tinta en una pared, acaso licuando un pequeño contexto, mientras que en algún afuera todo lo que representaba la cotidianeidad abría sus acostumbrados desalientos al día, jardines ocultando verdades. Entonces todo parecía parte de una obra actuada por extraños, allí los títeres éramos (somos) pululados, influenciados, tergiversados.

Si hago una lectura indolente, creo que las sociedades suelen avanzar en esas condiciones, porque todo debe continuar, porque en ocasiones el vértigo condiciona.

De tanto en tanto, una publicidad idiota distrae a la muchedumbre, siempre hay alguien que sostiene una lámpara dentro de esa cueva, siempre hay alguien que acepta ese relato.


sábado, 1 de agosto de 2009

El oficio de la escritura


A James Macpherson, poeta británico de fines del siglo XVIII, le encargaron que publicara todo lo que documentara sobre antiguos manuscritos gaélicos, con el objeto de compilar la narrativa oral de los pueblos pertenecientes a las Highlands de Escocia, las tierras altas de este pueblo de guerreros. Tareas como esas ya no se encomiendan a los poetas contemporáneos, como tampoco se estila que cada monarca tenga su poeta que cante las gestas que lo enaltecen.
Se sabe que Macpherson acepto el pedido y estuvo cerca de un año investigando manuscritos mientras recorría las aldeas escocesas. Lo ayudó el oficio y el haber escuchado de niño narrativas épicas recitadas en gaélico, tal cual se estilaba en la Escocia de esos años. Lo cierto es que Macpherson tenía un conocimiento oral de la cultura celta, el había escuchado siendo niño a los bardos, quienes solían recitar textos épicos escoceses en idioma gaélico, por lo tanto reunió esos fragmentos y los publicó en Edimburgo bajo el nombre de los “Poemas de Ossian”.
Nos sorprendería saber que ese encargo lo podríamos llevar adelante con las actuales comunidades indígenas, si bien se pudo recopilar mucha tradición oral, aún quedan pueblos enteros en las periferias de grandes ciudades que día a día van perdiendo lo poco que rememoran de sus ancestros.
Libros dispersos van deambulando por allí, sin que nadie lo percate.
Es el fuego de la memoria que se lleva a los ancianos y deja inconclusas las historias que nunca tuvieron un final.
Extrapolando la cuestión ¿No fueron acaso los rapsodas quienes, seguramente sin saberlo, le otorgaron un contexto y una arquitectura a la Ilíada y la Odisea? Homero simplemente estableció un punto de fijeza, y desde entonces aquel poema dejó de suprimirse, y de extenderse.
Por lo visto, dado los testimonios que se fueron perdiendo, y las referencias dispersas, los poetas actuales tendrían por delante un territorio devastado para poder completar la transcripción de una narrativa oral y conformar una compilación, confiada a los pocos escritores de pueblos originarios que intentan, con su oficio, recrear y recuperar tiestos de una cultura.
Lo que aún queda es la memoria desvencijada de diversas lenguas autóctonas, que resisten murmurando, los embates del pensamiento único.

jueves, 30 de julio de 2009

La soledad del escritor

Alguna vez, Alejandra Pizarnik escribió estos versos mientras languidecía en la sala 18 del hospital Pirovano:

“Pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:

se separó

fue demasiado lejos en la soledad

y supo -tuvo que saber-

que de allí no se vuelve.

 

Se alejó –me alejé-

no por desprecio (claro es que nuestro orgullo es infernal)

sino por qué una es extranjera

una es de otra parte,

ellos se casan,

procrean,

veranean,

tienen horarios

no se asustan por la tenebrosa

ambigüedad del lenguaje

(no es lo mismo decir Buenas noches que decir Buenas noches)…

Muchos poetas padecieron la soledad, y sin embargo la estrujaron, la hicieron una especie de coraza, le otorgaron significación para crear, lejos de lo que el entorno entiende por vida civilizada, descarnados versos nacidos para ser olvidados en un cajón, urdidos para ser arrojados al fuego, socavados en el mejor de los casos para ser publicados en un sello independiente, como remiendos que arropan atavíos…

Así finalizaba Pizarnik aquel poema, titulado “Sala de psicopatología”, y escrito en 1971, a un año de su muerte:

“El lenguaje

yo no puedo más,

alma mía, pequeña inexistente,

decidíte;

te las picás o te quedás,

pero no me toques así,

con pavura, con confusión,

o te vas o te las picás,

yo, por mi parte, no puedo más”.


No hubo lilas para esta ausencia.

Alejandra las hubiera despreciado.