martes, 29 de diciembre de 2015

Cavilando sobre aullidos


Omar Khayyam consideró a la vida como un bien no elegido, que solo debe ser devuelto con indiferencia, así a veces presiento mi relación con el poema, es algo que no logro dirimir, que no sé hacia donde me lleva.

Todo tiene que ver con la comprensión de la poesía, cuyo entendimiento se aleja mientras intento avanzar entre malezas.

Supuse una despedida, pero algo me turba,
En el medio, un jardín prolijo, una vida conflictivamente apacible, y estos balbuceos...

Dejemos por el momento, es tiempo de desear un feliz año, y que los lobos aúllen.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Las vocales de Rimbaud


Soneto de las vocales, de Iluminaciones

" A negra, E blanca, Y roja, U verde, O azul: vocales, 
algún día diré vuestro origen secreto;  A, negro corsé velludo de moscas relucientes 
que se agitan en torno de fetideces crueles, 
golfos de sombra; E, candor de nieblas y de tiendas, 
lanzas de glaciar fiero, reyes blancos, escalofríos de umbelas; 
I, púrpura, sangre, esputo, reír de labios bellos 
en cóleras terribles o embriagueces sensuales; 
U, ciclos, vibraciones divinas de los mares verduscos, 
paz de campo sembrado de animales, paz de arrugas 
que la alquimia imprimió en las frentes profundas; 
O supremo clarín de estridencias extrañas, 
silencio atravesado de Angeles y de Mundos; 
O, la Omega, el reflejo violeta de sus Ojos! "

Arthur Rimbaud

Hace unos días, ingresando en la página Web de Sociedad Lunar, me encontré con un libro de Belén Gache, publicado en 2006, entre las imágenes, hubo una que me llamó la atención, un procesador de texto con las vocales coloreadas tal como las contempló Rimbaud en vida (entre las teorías figura la posible sinestesia del genial escritor), si fuera cierto, si es así como el poeta francés veía su escritura, “ver” este texto es algo parecido a un consuelo.

¿Cuándo iremos a adorar –los primeros– la Navidad sobre la tierra?

Leer las palabras según las leía Rimbaud, feliz modo de mendigar sobre la alquimia del verbo.

sábado, 19 de diciembre de 2015

El decálogo de la soledad


El decálogo de la soledad
La televisión que no
Un par de medias en el rincón
El cable del velador que no funciona hace un mes
La puerta que cierra mal pero no importa
Acostumbrarse a cerrar la puerta haciendo presión con la llave
Pensar que algún día debería cambiar la cerradura.
Siempre migas de pan sobre la mesa ratona
Una hilera de hormigas
Pasar la escoba antes de que oscurezca

Un plato con atún

Sé porque rememoro esto
Se porque supe que alguna vez no tuve llaves ni compromisos
Pero estaba concurrido, acompañado
Y no me importaba.

Ahora pienso que debería apreciar el día
Tengo mil motivos
Pero el pasado es como un lastre.
Entonces llega el día en que te dicen que mires hacia adentro
A eso lo llaman psicoanálisis
Alguien que pregunta algo, alguien que no sabe pero desea escarbar un corazón
Las palabras que no alcanzan porque la mesa es inmensa.
Encontrar el motivo, la infancia, los padres, algún complejo
Hacer el trabajo de ir hacia atrás y recordar porque pasaron las cosas que pasaron
Y yo se que soy bueno pero eso no alcanza.

Decido tomar un martillo para romper cada uno de esos espejos
Que al final del día
Solo quede una imagen.

sábado, 12 de diciembre de 2015

El extraño recorrido de una idea


Surge por necesidad, se expande bajo nodos que la multiplican, genera arborescencia, adquiere sustancia, pronto sus variables se prueban, mutan del plano abstracto al plano de las concatenaciones, obtiene un contexto, territorializa un perímetro, asume un carácter filosófico y construye identidad, aquellos que la disciernen no tardan en callar, abandonan el sentido de la idea, buscan guarecerse de alguna lluvia. Al poco tiempo la idea se transforma en otra cosa, el hilo conductor se disipa, y con el las intenciones, pierde historicidad, se torna absolutamente subjetiva, se la interpreta con interpretaciones desconociendo la fuente primaria, arroja briznas de ideas menores que pueblan otros planos, como fragmentos de un cometa en el medio de una constelación, luego disminuye la memoria, se deja de murmurar, muere con su tiempo, y en algún cenáculo se la nostalgia, hasta que otra idea nace, y el círculo, siempre invisible, se vuelve a completar.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Loro, campesino, obrero...



En esta vida, que no es ajena, el loro se repliega en el verde del campo amarillo, lo cercan las  alambradas y los desvaríos, sus alas baten en bajada un retroceso, que lo posa en un cerco rodeado de juncos, parece asumir esa vida de vuelo tibio y rasante, el graznido de los otros fantasmas que lo cruzan, anhelando morir entre los maizales...

En otra circunstancia esa misma sombra toma un trago mientras el rayo de sol naranja, percutido en los cristales, le devuelve un brillo en el rostro, el oro oculto en lo frondoso de su barba, que la opacidad del sol deja en evidencia. Entonces bebe en calma, un cuenco de agua fresca, ataviado con la estepa del hollado sembradío, esas largas telas manchadas de barro, que arrastran los cardos en la espesura, sabiendo que nunca llegará al horizonte, porque “ahí no hay nada”, salvo metafísica, vencido entre los silbos que recogen sin nostalgia la última hilera de verduras.

Ahora se seca el sudor de su frente oscura, pensando en el puente que tensa la sombra de sus manos, un micro levanta polvo al pasar, en un alto de las tareas, que es cuando los obreros miran el crepúsculo creyendo entender, sintiendo los callos que se endurecen en silencio, apenas una ventisca de nenúfares en flor, o un manojo de cañas retorcidas por el sol y la sequía, acaso un pantano de aguas negras al costado de la ruta, un perro que cruza el puente recién construido, el acto que lo inaugura, el silencio que tal vez sea asombro, aquel estar sin poder saberlo.

Tres vidas
Un cuerpo.
El viento de la memoria que arremolina nuestra única certeza.