viernes, 17 de diciembre de 2010

Hasta el año que viene...


Esta vez me voy a extraviar antes, a divagar cerca del mar, hasta fin de año.
Llevo mi pequeña libreta para fijar vértigos, con un vino, algunos libros y tal vez algún amanecer.
Que haya concordia, y empatía.
Otra cosa no se me ocurre en esta antesala del devenir.
Buen año.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Desmenuzando evidencias

El hilo del poema que llega hasta el estanque, hasta perderse en su voz muda, luego quedan murmullos y alguna que otra conjetura, alguna que otra inmovilidad.

Así pareciera quedar anclado el derrotero de los poetas que escriben en sus bitácoras, mientras un oleaje los socava, comulgando una empatía y una suerte de encuentro en el que hay por toda compañía un vaso a medio terminar, algunas hojas en blanco y un silencio nocturno en la ciudad aparentemente dormida.

Hay algunas construcciones que desmenuzan evidencias, y desde allí irrumpe el pensamiento, en una periferia que sin embargo habilita el discernimiento de estructuras, poblando de componentes los desvaríos y las desarticulaciones.

Se avanza desde lo que se supone que es el entendimiento de una obra, nacen mesetas que sobrevuelan -en su comprensión- los confines de aquello devanado y comulgado.

Luego, un crítico analiza las diferentes interpretaciones e instaura con su estudio un plano de abstracción que pretenderá significar el contexto.

Así surgen estéticas a las cuales algunos lectores adscriben, probablemente sin haber conceptualizado la matriz original, la piedra angular de lo creado ¿cuántos de estos volcanes son desollados desde una imbricación somera de elucidaciones, sin cercanía con lo candente? ¿Cuántas de estas concepciones quedan en el lodo de lo que se pretende justificar?

Por tal motivo arrojaré mis presunciones sin revisar los preconceptos, y que algún día alguien descubra estas escamas superpuestas, que no ocultan otra cosa que mi propio desasosiego ante el eterno clamor de la poesía.


sábado, 11 de diciembre de 2010

Los alcances de la lengua

Con respecto a los poetas jóvenes de España, recientemente Antonio Gamoneda lamentó que la poesía española “haya tenido una vía descendente, no resultando comparable con el soberbio momento de la poesía de preguerra”.

Por otra parte, aseveró que “los poetas de España han pensado que deben hacer una escritura realista con lenguaje normalizado, que a su vez sea una crítica al sistema dominante”.

El escritor considera que la poesía es un “lenguaje impredecible, un no saber sabiendo”. En esa línea adscriben poetas de la talla de Juan Gelman: “hay callejones de la lengua castellana que no se han cerrado, están ahí latiendo y todavía dan de comer”.

En estos tiempos inciertos, suele discutirse los límites de la ortografía, la lengua y el sentido, mientras el poema transita su lugar calcinado, donde acaso pueda verse lo que las palabras han descarnado.

A veces creo que estas vicisitudes no podrán modificar las circunstancias, pero sí, como afirma Gamoneda, intensificar la conciencia de los lectores.

A proseguir entonces, la inaudita búsqueda


sábado, 4 de diciembre de 2010

Reflexiones sobre la poesía, de René Menard

La verdadera poesía no consuela de nada

Para René Menard la naturaleza (la que se encuentra dentro y fuera de nosotros) es la materia inicial de la poesía. El acercamiento del poeta se realiza desde la contemplación y el asombro, del que es parte.

Las personas resultan por sí mismas la medida del valor de la belleza.

El movimiento del espíritu determina la necesidad de la obra de arte, hay allí un deber que no es preciso contemplar, lo que otorga a la belleza un sentido variable, en donde el poeta resulta una medida de su valor.

Se trata de tornar explícito el movimiento del alma, transmitir esa acción a través del empleo de la palabra.

Luego habla de disposiciones intelectuales que parecerían facilitar una receta de cómo debe el cuerpo prepararse para la creación.

Pero en un recóndito de su libro aparece esta afirmación:

la moral gusta expresarse por la voz profética de la poesía

Pregunto: ¿hubo en los llamados poetas malditos un intento por apresar el entendimiento de la moralidad? ¿No se trata de un precepto ajeno a la poesía?

Creo que el poema, cuando es creado, no imbrica en su plano de inmanencia acercamientos hacia la moral, a lo sumo el poeta acepta la presencia tal vez visible de un ente que sobrevuela el plano creativo, pero no la comulga, no llena de componentes ese plano, se trata en todo caso de una relación no vinculante con el acto de escritura.

Los preceptos morales son inherentes a la condición del hombre, de allí se habilitan las nociones de “bueno” o “malo”, aquello que según los dictámenes de la conciencia recibe una calificación en un contexto determinado.

Un poeta cuya periferia ronda lo candente ¿Intentaría conscientemente apresar una noción de belleza mientras examina el territorio de lo moral? ¿Hay belleza en la moralidad? ¿No se trata de un rostro inexpresivo, aunque sereno, con tesitura de mármol? ¿Revelar la belleza supone una comprensión de los preceptos morales?

Tenemos, o solemos tener, un “mientras tanto” que se cae a pedazos, que nos contextualiza en celdas analíticas mientras las cosas pasan, acceder a una verdad revelada, así se encuentre encriptada bajo embelecos confusos ¿No genera en el alma la sensación de resguardo, de inusitada comprensión por algo que no se comprende?

Aunque también tiene sentido suponer que la lectura de un poema no consuela de nada si pretendemos, con el análisis nocturno, devanar lo que está detrás de la palabra, aquello descubierto por el poeta bajo otros tiempos y otras capas veteadas. Allí sí tiene sentido conceptualizar la idea de que, lo que apenas puede comprenderse, no implique un consuelo para quien busca desbrozar esa evidencia. Pero también puede ocurrir que dicho acto implique en su contexto el mínimo significado de un consuelo, por el mero hecho de haber abordado lo inusitado y lo candente, abrazados a teorías y eventuales marcos teóricos.

Pero lo que me inquieta es que, si como dice Menard, la verdadera poesía no consuela de nada ¿por qué suponer que la moral gusta expresarse por la voz profética de aquello que no consuela?

Moral, del latín “mores”, cuyo significado es “costumbre”…


lunes, 29 de noviembre de 2010

Los poemas no nacidos


Estas percepciones que no ovillan lo que acontece. Estos trazos que no existen. Este perpetuo divagar.
Poemas no nacidos en la mente del poeta...
¿De cuántas disparidades, cuántas construcciones, el poeta desteje lo que nombra?
¿Cuántos círculos se mutilan?
¿Cuántos silencios se dejan de vociferar?

Probablemente el tiempo, o la cotidianeidad de su escasez, sea uno de los motivos de estas quietudes, de estas desavenencias; el tiempo que no alcanzamos a poseer, el tiempo que nos deshabita, el tiempo que se lleva los crepúsculos y las sombras.

Poemas que dejan de nacer, en el mismo momento que la belleza se ha extraviado.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Sobre las desavenencias del pensamiento crítico


Es preciso destruir el propósito de todos los puentes,

Vestir de alineación los paisajes de todas las tierras,

Enderezar a la fuerza la curva de los horizontes,

Y gemir por tener que vivir, con un ruido brusco de sierras…

 

¡Hay tan poca gente que ame los paisajes que no existen!...

Saber que continuará el mismo mundo mañana

¡Cómo nos desalegra!...

Que mi oír tu silencio no sean nubes que entristezcan

Tu sonrisa, ángel exiliado, y tu tedio, aureola negra…

                                                         Del poema “Hora absurda”, Fernando Pessoa

Estas cosas que pasan, como en un tránsito, suelen ser “vistas” por ciertos escritores. Mientras hay quienes simplemente sobrevuelan un devenir, hay también aquellos que apresan un vértigo, y lo fijan, dejando al resto de los mortales la compleja tarea de interpretar lo que ha ocurrido, en un contexto que irá más allá de su comprensión.

Hacia estos desolados páramos solemos trasladar nuestras desavenencias.

Acerco una digresión. Hoy por hoy, los espacios virtuales vinculados con literatura, en su mayoría, son mudos testigos de las disyuntivas que algunos lectores entretejen en los foros de opinión de esas mismas plataformas. Y está visto que quienes digitan la construcción de sentido desde espacios masivos, solo les interesa controlar algunas cosas, entre ellas que buena parte de la sociedad no habilite precisamente, espacios de pensamiento crítico. Por el contrario, buscan generar ejércitos obedientes de personas inteligentes que sepan hacer su trabajo, y luego que se distraigan, ahí entra la televisión y los medios de comunicación controlados por el sistema, y el “sistema” es algo que aprendimos a tolerar, por temor a los cambios, a la participación directa, a la comodidad que pareciera otorgar un control remoto.

Somos parte de estas desarticulaciones que simulan una única articulación. Estamos protegidos porque estamos dentro de un inmenso arenero, resulta ingenuo que alguien pueda decir “yo elijo” “yo decido”. Que ingresen a un supermercado y elijan entonces, decidan que lata de tomates llevar, en cuántas cuotas pagar…

Ese centro está digitado, el consumo lo está, somos personas libres haciendo elecciones en un inmenso lugar enrejado.

Pero entonces busco los blogs de literatura, entre ellos los de poesía, y no encuentro ese paralelismo propio de la creación poética (la literatura sobre literatura), esa posibilidad de poder “ver” lo que otros creen ver. En este punto creo que hace falta darse cuenta, y darnos cuenta, que las construcciones literarias que puedan generarse habiliten a su vez, espacios reflexivos hacia otras latitudes, de las que no somos ajenos: discernir desde la literatura las problemáticas que social, cultural y políticamente nos rodean.

Imbricar nuestro propio pulso, cuando las cosas van camino a renovadas encrucijadas.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Dispersión


Me debo lecturas y visitas, me dedico a cuidar mi jardín, leo artículos de opinión y de tanto en tanto algún libro de poemas. El último que leí fue de Rodolfo Alonso "Defensa de la poesía", resulta inaudito por la noción crítica hacia el acto de creación literaria, algo que no suele ser frecuente entre poetas. Baudelaire sostuvo que todo auténtico poeta esconde a un crítico, y es cierto ¿Cómo escindir esta realidad y esta significación por aquello que no puede explicarse mediante ecuaciones?
¿Como no internarse en el bosque, cómo quedarse callado ante el silencio?

Tal vez se trate de una inmensa disyuntiva, porque no podemos explicarnos esto que somos, estos fulgores no nacidos, este hollar de lo creado, estas cosas que siempre empiezan.

Tal vez se trate de aquello que alguna vez nos prometimos, y no pudimos cumplir, y ciertamente es mucho el peso que se lleva en la espalda, porque en estas naderías se esconden nuestras interioridades desnudas, porque a veces el silencio duele, porque a veces duele la palabra.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El cuerpo del poema

Yo era la fuente de la discordancia, la dueña de la disonancia, la niña del áspero contrapunto. Yo me abría y me cerraba en un ritmo animal muy puro…”

Alejandra Pizarnik

Pocas poetisas han hurgado tan profundo en el devenir del poema, buscando tal vez con horror un espacio incólume entre los versos, que permitiera el consuelo de una significación, abrevándose en los pantanos de las continuas desavenencias, mientras las lilas son arrancadas de los horizontes, allí donde la soledad debería tener alas.

Es el cuerpo del poema lo que Alejandra recorrió, extasiada y consciente de lo imposible, extraviándose en aquellos jardines.

Es probable que haya visto lo que estaba debajo, y supo -lo tuvo que saber- que de allí no se vuelve:

Me atengo al poema. El poema me lleva a los confines, lejos de las casas de los vivos ¿y por dónde andaré cuando me vaya y no vuelva?

No muchos escritores comulgan con la idea de extravío en el poema, perdiendo los sentidos por intentar representar (aclárese que no hablo de apresar) un vértigo fijado en el inconsciente, que fluctúa o tal vez que trasunta, entre las desarticulaciones cotidianas y la tensión por querer significar lo que se desteje.

Alejandra ha ido más allá de lo tolerable, pagando un precio muy alto por acercarnos teorías sobre aquello que había ocurrido, que hubo de sobrevolar mientras cruzaba hacia otros planos, intentando escrituras automáticas que calmaran la herida fundamental, la que siempre intuyó y conocía.

El tiempo destejió una hilatura que la poeta ovilló desde los confines. Muchos hilvanaron conjeturas con esos mendrugos, se adentraron como lobos en desiertos desconocidos, y sin temerle al mito se perdieron entre sus flores muertas, y volvieron a empezar.

Lo cierto es que ya había un hilo, y Pizarnik lo conocía. Lo había tensado con su propio desasosiego.

Pero mejor que estas lucubraciones es encontrarla en algunos versos, como estos que siguen, ahora que la noche parece acurrucarse en su apacible desdén. 

Y nadie me comprende. Yo sé que la vida, que el amor, deben cambiar. Esto que dice mi máscara sobre el animal que soy, alude penosamente a una alianza entre las palabras y las sombras. De donde se deriva un estado de terror que niega el orden de los humanos

Alejandra, siempre Alejandra…


sábado, 6 de noviembre de 2010

Aquello de traducir poemas...

En ocasión de elevar una defensa de la poesía, Rodolfo Alonso planteó esta interesante revelación:

Cuanto más fácilmente traducible a otra lengua distinta resulta el poema ¿no estará demostrando palmariamente con ello una mayor carencia en relación con su propia lengua?

Téngase por concepto el pensamiento de Dante Alighieri cuando expresa que la poesía es la gloria del lenguaje, tal idea supone concebir que es en el poema donde se complejiza el artificio de la palabra, la máxima expresión de lo que se pretende expresar, tanto hacia adentro como debajo. No solo el delicado entramado sino también la sombra detrás de lo que se articula, lo gutural de lo emitido, la representación conceptual de los pensamientos verbalizados o escritos.

El poeta de la Comedia lo supo, Rodolfo Alonso lo traslada al controvertido tema de las traducciones literarias, en especial la poesía, tarea abrumadora e inconcebible si las hay.


viernes, 29 de octubre de 2010

Tensión de lo que ocurre

Bebo un vino.

Intento discurrir sobre cuestiones metafísicas tratando de oscilar entre el sentido y la expresión, esa tensión que se da cuando las ideas resultan atisbos a punto de ser entrelazados, ovillados, conceptualizados.

Surgen cuestiones de fondo: imágenes del pensamiento arrojadas por la palabra. Creación de lo que surge mientras la belleza permanece distante en su cercanía. Hilatura de contrarios encarnando evanescentemente la concreción de lo caótico.

De allí al poema, buscando en el lenguaje los entramados pendulares que conforman su arquitectura, su sentido abstracto del cual fecunda toda raíz, toda inmanencia entreverada de construcciones dispares.

¿Queda escindido el pensamiento en el acto creativo? ¿Hay articulación de construcciones analíticas mientras se crea con la palabra?

Tal vez pueda inferirse que esas contemplaciones vienen después que el poeta se ha posado en el horizonte de lo candente. Pero me urge el tiempo presente en el acto de escribir poesía, aquello que se escurre de la comprensión mientras somos otros hilvanando lo que nos perturba.

Ocurre de tanto en tanto, ese pájaro azul que nunca estuvo.

Condenados a escribir sobre la maleza que lo oculta.


sábado, 23 de octubre de 2010

Estructuras sin estructura

Lo más seguro en esta vida es lo que nunca se conoce.

Dylan Thomas

Alguna vez Jim Jarmusch (brillante cineasta), dijo lo siguiente acerca del bee-bop:

en el jazz, como en el bebop, los músicos agarraban un standard y lo transformaban. Hacían largos solos improvisados, pero de todos modos se mantenían dentro de una estructura. De hecho, era precisamente la estructura lo que les permitía esa libertad”. Por ende, a Jarmusch le interesaba esa dialéctica, esa mezcla de orden y libertad con que desarrollaba sus películas.

Desde ese punto de vista, el cineasta sostenía que el hip-hop (presente en películas como Ghost Dog), estaba cerca del bebop. “La diferencia residía en que los raperos directamente samplean los standards. El bebop no samplea, cita”. Por lo tanto, Ghost Dog seguía ese camino, el de citar elementos de una cultura determinada y reacondicionarlos libremente en lugar de samplearlos.

Para quienes no vieron la película, Ghost Dog (encarnado evanescentemente por Forrest Whitaker), trata de un marginal solitario que sigue los códigos de la cultura Samurai, conviviendo en el mundo de los mafiosos ítaloneoyorquinos y el universo del rap. Resulta interesante el valor que la película le otorga a los libros, el perro fantasma los presta, pero a cambio pide un comentario, una devolución…

Me quedo en la idea de estructura, pero trasladada al acto de escritura, la idea ilimitada de un poema en prosa (o en verso) que, si bien permite el extravío del poeta, se percibe como un plano diagramado mentalmente por su creador, que invariablemente le concederá recorrer un sendero sin necesidad de utilizar esquemas abruptos que establezcan escisiones en el poema.

Aventuro declamar que la escisión no existe cuando se establece inconscientemente una estructura. En todo caso habilitaríamos con ligereza la idea de una estructura sin estructuras, delimitando ciertos límites abstractos, ovillos que al deshilarse conforman una unidad, un esbozo de la idea preconcebida mentalmente.

Es como internarse en un desierto, no hay fin preconcebido, no hay modo de terminar el poema, todo es un largo y desarreglado desvarío, con la posibilidad de que la belleza sea tomada en forma original.

Acaso el vórtice de nuestra propia conjetura.

Nota: el artículo sobre Jim Jarmusch se analizó luego de leer una entrevista en la revista Inrockuptibles [año 4, Nº 43, abril 2000]


martes, 19 de octubre de 2010

Frecuentando lo que ha de ocurrir


¿Qué es lo que convierte en poesía a la poesía? (honestamente no recuerdo si esta pregunta la leí o simplemente se me ocurrió)
¿Por qué algunas palabras están destinadas al poema en tanto captación de lo candente?
¿Por qué es preciso ver?
Preguntas nocturnas que pretenden descorrer un velo, el hilo del ovillo cuya raigambre simboliza toda reminiscencia.
Creo que el poema precisa del entramado poético para alcanzar un halo conceptual que represente su materia, y que la palabra, el arte del lenguaje en sí mismo, le otorga un sentido de atisbo que se descubre, de meta tal vez, de fin en tanto representación insoslayable: devanar los estertores del yo, fraguando fulgores como mesetas, hasta conformar un plano abstracto, caótico, fluctuante…
Avizorar estos lineamientos de la razón evidencia la inutilidad del discernimiento objetivo, que intenta con sus estructuras contener el concepto desde márgenes académicos o intelectuales.
Ahora que los años pasan de otro modo, frecuento ideas desde un enfoque crítico sobre aquello que simplemente deviene en tanto palabra, para experimentar ante lo creado el mismo pavor que antecede a la escritura, ese acto ineluctable que da buena cuenta de nuestra finitud, desvarío y sobrecogimiento.

sábado, 16 de octubre de 2010

El problema del tiempo...

El problema es el acercamiento desde los pequeños raptos de posibilidades disponibles, se podría decir entonces, reduciendo la idea que se pretende abordar, que el problema es el tiempo. No sé si corresponde ofrecer un espacio donde urdir un contexto poético que vanamente intento desbrozar. Las ideas necesitan de entramados de tiempos y espacios para permitirse la aproximación a un concepto, a su plena significación, en el cual se pueda advertir el plano subjetivo del poeta en tanto pensamiento, en tanto abordaje crítico y denso, subsumido en capas difusas donde nada lo aparente, incrustado de la cotidianidad que todo homologa y adoctrina.

Frecuentar un espacio implica a la vez un compromiso, sin embargo, no recuerdo haber escrito un texto para este blog que me haya llevado más de un día de elucubraciones y disyuntivas, la gran mayoría de las aproximaciones no sobrepasaron los 10 minutos, y considerando la evaluación consciente en tanto aporte, creo que ese es realmente el problema.

Digamos que tenemos una vida, hacemos el desayuno, salimos con cierta urgencia al trabajo, nos encontramos con eventualidades que sortear y después llega un momento en que la mayoría de las cosas se apagan (recuerdo en la comedia del Dante, aquella parte del día en que las moscas dejan paso a los mosquitos), hay distracción y un control remoto que desde la televisión nos controla, recogemos los platos de la mesa, los lavamos en silencio y entonces algo ocurre, una necesidad tal vez, una brisa que en apariencia nos preocupa, como una presencia incierta, cubierta con una hilatura de sombra que se parece a una idea.

Dejamos lo que había que hacer (que ya se hizo) y vamos a la habitación con nuestra penumbra a cuestas, encendemos la computadora y entonces escribimos.

Estas cosas que no podremos explicar.

martes, 12 de octubre de 2010

El significado de la palabra


Como diría la cinematográfica Orlando, ah! La poesía...

Tal como lo señaló Rodolfo Alonso, en sus comienzos Ungaretti ha sido bautizado -a la vez injusta y acertadamente- como un poeta "hermético" que ha buscado entre la naturaleza del devenir lo que pocos han concebido: conducir las palabras a una tensión que las colme de su significado.
Buenos poemas se han encontrado a sí mismos en esa búsqueda.
Leerlo no deja de resultar apacible.

Quién viniera conmigo a través de los campos

El sol se esparce en diamantinas
gotas de agua
sobre la frágil hierba

Me recuesto con
el placer
del apacible corazón
del universo

Las montañas crecen
en corrientes de sombra lila
y se perfilan contra el cielo

En la luminosa cúpula arriba
el hechizo se ha roto

Y yo retorno hacia mí
y anidado me escondo dentro de mí mismo

A la salida

sábado, 9 de octubre de 2010

La resonancia de la palabra

Decir algo más de lo que el hecho es en sí mismo.

Significarlo desde la abstracción. Ovillarlo desde la evidencia lineal, allí donde se sobrevuela el contexto del poema. Alcanzar las antípodas de los surcos antiguamente trazados. Volver sobre lo que se ha visto. Desmenuzar lo escandido, lo conjeturado, lo revelado.

Recrear la captura de los vértigos y los fulgores. Beber nuevamente de los viñedos. Perder nuevamente los sentidos…

Nunca será el mismo poema. Seguramente causará desasosiego, tener que ser al otro día, la consecuencia de una hilatura, que apenas ovilla lo que somos en este instante.

Encontrar la palabra, de la que somos hacedores y atavíos.

La doliente y necesaria palabra.


sábado, 2 de octubre de 2010

Lo transversal del poema

Me resguardo en la palabra.

Acabo de guarecerme de la noche después de todo un día ser otro. Igual esas reminiscencias hablan de mí, me dejan a una distancia comprensible de la felicidad, orilla peculiar si las hay.

Establezco una línea discursiva desde una interrupción irregular, como un promontorio donde ejecuto la palabra, ansiando representar un derrotero llano.

En poesía esto sería algo así como intentar una fluctuación en una determinada curvatura sin dejar de lado la horizontalidad de la prosa.

Puede no resultar, después de todo, no deja de ser un recurso técnico.

Creo también que se trata de escrituras escindidas desde diferentes planos, en algún punto interrelacionadas, ya que convergen entre lo desarreglado y lo establecido conceptualmente. En sí mismo atañe, dentro de su significación, una transversalidad y un punto de encuentro, aun cuando sus versos establezcan una fuga hacia una nada perpetua.

El poema nunca concluye, y sin embargo su crepúsculo ya está escrito.

Entonces llega la noche para resguardarnos de la palabra, y nos cubrimos sin consuelo, bajo el paraguas de la otredad.


miércoles, 29 de septiembre de 2010

El plano candente


¿Cuál es nuestro tiempo?
No percibo un antes y un después, sino más bien la superposición de un devenir, donde habitan silencios observados desde un sobrevuelo. En filosofía se diría una coexistencia de planos. Pienso en la intemporalidad del relámpago fijado en un soporte. Algunas disquisiciones vanas, círculos dentro del círculo.

Las antiguas capas se abren paso entre la espesura de lo que irrumpe. Se establecen similitudes propias de quienes abordaron lo inasible. Los sistemas de pensamiento alcanzan cimas o mesetas donde soslayar la mácula áurea, fuente donde se abrevan algunos poetas, sin que el inconsciente acto suponga una sucesión en este entramado de la palabra, cuya idea se concatena.
La correspondencia que se establece entre lo inmolado y lo aparente es transversal a toda luminosa arquitectura que genera en su osamenta fulgores dispares. De estas aguas algunos beben y otros danzan.

Lejos, en el horizonte de lo que apenas se comprende, se diagraman los resplandecientes vórtices, en el plano candente.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Detrás...

Se hace una representación, que guarda en un "detrás" el presentimiento desarticulado de una idea, con sus briznas o esquirlas o volutas, acaso una leve brisa o bosquejo conceptual, después se traslada el tiempo, y desde un plano impreciso se enhebran pequeños nubarrones de lo pensado, se busca emparentar la belleza bajo la abstracción de un diagrama mental, y entonces irrumpe lo creado, lo que todo justifica, lo que basta para significar la osamenta del jardín, árboles que arden en la espesura.

Después, el poema es viento que la posteridad transforma en horizonte, donde se posan los lectores intentando descifrar lo aparente. Me quedo pensando en ese entremedio, cuando algunos optan por arrojar flores muertas mientras que otros prefieren una fuga prosaica, enlazando el texto desde un adagio melancólico hasta culminar en un espiral en verso libre, impregnados de conceptos barrocos donde se bifurcan secretas y ubérrimas complejidades.

Resultan válidos los caminos que inconscientemente se invalidan, dependen del contexto subjetivo del poeta, de su mera percepción, y de los subterfugios eventuales donde se entrecruzan los diferentes planos que lo asolan, sacralizando o canonizando la idea, la piedra angular de toda poesía.

Y ahora es mejor callarse...


martes, 21 de septiembre de 2010

Las inefables palabras

Caigo en los recónditos desde donde intento hurgar lo inexpresable. Optar por la forma o el fondo representa transitar un puente enhebrado de revelaciones y fugas lumínicas y pétreas (desisto de utilizar “luminosidad” o “inspiración” como modos de representar lo que acontece). La palabra está detrás de la intención secreta, de los jardines donde lo ubérrimo habilita escenarios difusos dentro de la conciencia (o tal vez deba proclamar la alteración de los sentidos para evitar diagramas endebles). Donde los volcanes arrojan lo que apenas se comprende, intersticios o embelecos propios de un Heráclito, un plano abstracto de necesarias disparidades.

Así, vuelvo sobre las orillas musgosas a intentar meditar lo profanado, sintiendo la inutilidad del gesto, transitando la hora de los caminos llanos y la esperanza intacta.

Hasta que vuelva a ocurrir, y estemos juntos a la distancia, en este sitio.

sábado, 11 de septiembre de 2010

La reparación fundamental

Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En ese sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos

Alejandra Pizarnik

Ocurre.

Simplemente ocurre.

En esta palabra se encierran los complejos mecanismos que trasuntan el poema en tanto creación, verdad revelada, convergencia de contrarios.

Es como un malestar, y a la vez no se trata de eso, está allí, incólume, enmudecido, tiene lobos adentro, arroja nubes, constelaciones, vanas ideas.

El poeta escribe con prisa, la palabra creada intenta apresar lo que ocurre (valerse de la palabra para representar una abstracción, vaya tarea), lo concatenado prefigura el cosmos, la inmanencia que es a la vez arquitectura de diagramas mentales, de pensamientos arrancados que no pueden tolerar lo creado, lo que se va creando, la cola verde y negra de la serpiente, el ojo severo, el cuenco de plata, aquello que se ve y que se transcribe, los sentidos que pueden ser palpados, a la vez que el corazón deja su atavío, la dulce frase que corona lo amalgamado del poema, lo que deja de ser para tornarse fulgor, llama eterna, soledad…

Es como despojarse de algo, y a la vez no se trata de eso, no causa dicha, la palabra se desprende haciendo un trato con la belleza, quedan detrás los rasgos de un esquema improbable, una configuración con sus ecuaciones intentando dilucidar lo aparente, algo que apenas cabe en el entendimiento, que apenas puede representarse mediante prosaicas lamentaciones, porque en el fondo se trata de una reparación, algo que duele por lo candente, por lo que conlleva significar lo profundo de un vórtice, y que necesita ser arrojado de la conciencia, que necesita ser salvaguardado en algún recóndito del subconsciente, para desde allí congraciar la palabra con su contexto áureo.

Es como un jardín descuidado, que guarda en sí mismo un extraño concepto de belleza, y a la vez no se trata de eso, porque debajo del jardín hay un alma, y detrás de esa idea estamos nosotros, desnudos, temblorosos, perturbados, intentando revelar el interior de la piedra, allí donde atisban clamores nuestra naturaleza de poetas, portando un fuego a lo profundo de la cueva.

Como cuando Rimbaud escribió, maldita y desconsoladamente: estoy desnudo y no lo estoy…


domingo, 5 de septiembre de 2010

La experiencia candente

Fogwill, en ocasiones desprolijo y urbano como Roberto Arlt, llegó a pensar sobre la problemática del escritor, preguntándose como fabricar nuevos mundos imaginarios y experimentar en ellos, cómo inventar emociones nuevas y dominar las viejas, cómo cambiar las emociones, las ideas y el lenguaje sin perder la necesaria legibilidad.

No se trataba solamente del devenir de la escritura, sino también del desbrozamiento de lo que se encuentra detrás, su sentido oculto y complejo. Agitar ideas que incluyan nombres propios, acercarse desde la periferia de la lectura, para ejercer un sistema de pensamiento crítico que fue ampliamente reconocido por sus contemporáneos.

Pocos escritores suelen hurgar en esos recovecos. Se trata de actos desinteresados, y por cierto necesarios, porque suelen allanar senderos que otros terminarán recorriendo desde la espesura de la palabra.

Igualmente, creo que la experiencia candente no clarifica el camino, pero uno a veces fija algún vértigo, arroja algo de viento y se calla. Con el tiempo algunas de esas ideas se trasforman en movimientos, y otras en bollitos de papel.

Por cierto, que mi mesa está llena de esos nubarrones.


jueves, 26 de agosto de 2010

Sobre algunas erráticas percepciones

Creo que cuando se habla de poetas “condenados” se vincula el adjetivo a una connotación perceptiva que diagrama sus ribetes desde orillas poco transitadas por el oficio de la escritura. Resulta un ejercicio ligero reducir a esa palabra un “estado” pretendidamente espurio del escritor en tanto salvaje, en tanto maldito. Buenos poetas han merecido el elogio sin que se haya bastardeado el concepto. Para algunos, la idea queda asociada al romántico miserable que clava sus puñales literarios desde una periferia, buscando describir cuán “profundo” ha descendido su alma, imbuida del pantano donde mendiga una suerte impropia, un devenir. Hay allí la constante descripción de una cáscara, una imagen del pensamiento buscando adscribir lápidas y moradas desgastadas entre glicinas, alguna que otra mirada perdida, alguna que otra ensoñación.

En verdad prefiero la paradoja de la abstracción, donde discurre lo que no se añora.

sábado, 21 de agosto de 2010

Una sombra y una idea

Hace unos días encontré unas cajas llenas de poemas, se me ocurrió en primera instancia un ejercicio catártico: desmenuzar esos manuscritos, trabajarlos en el blog, cultivar todos los matices del silencio, no sé si estoy preparado para eso.

Discurro entre las diferencias que pueden suscitarse entre la originalidad y la autenticidad. Prefiero embestir los textos y librarlos al azar, a un viento sin nombre, después de todo, los poemas dejan de pertenecernos apenas los arrojamos a los lobos, y yo apenas soy una sombra y una idea.

El problema es como desbrozo la otredad, cuando no hay un detrás.

Suelo bifurcar lo añorado, elevo dicotomías, y todo por ver embebidas mis encrucijadas, mis literarios entuertos.

Anochece, soy un guardián en la azotea, la noche es ahora la más encantadora de los jardines, y mi nostalgia debería tener alas.


viernes, 13 de agosto de 2010

Sobre la antelación de lo creado

Si tuviéramos que analizar corrientes de pensamiento en torno al acto de creación literaria, tendríamos por terreno enormes bifurcaciones con pocos elementos en común. Haciendo escuetas lecturas del caso podríamos enhebrar algunas cercanías. Pero sería evidente la ausencia de puentes donde soslayar la materia, el perímetro, la substancia, el complejo enramado.

Por un lado, hay quienes estiman que la creación literaria se debe a una contemplación de la naturaleza, entendiéndose por naturaleza todo aquello que figura estático y simula un devenir, algo que es habitual y que es preciso apartarse para poder percibir un mundo detrás de las cosas. Paralelamente el espíritu debe estar sosegado, en estado apacible y perceptivo a todo lo que ocurra, por insignificante que parezca. Parecería una receta. Probablemente (quienes recuerden el film “La sociedad de los poetas muertos” tal vez concuerden) aquellos que aprueban la escala de Pritchard para clasificar un poema adscriban a estas ideas.

Creo que necesariamente hay algo más candente, algo que resulta complicado definir.

Siguiendo la disyuntiva, una segunda corriente de pensamiento sostiene que el poeta debería ser considerado un vidente, alguien que ve lo que otros creen ver, idea que se encuentra asociada, tal vez involuntariamente, al descenso de la profundidad del alma, que debemos conocer si pretendemos luego ilustrar sus pormenores a través del artificio de la palabra. Esto ocurre simplemente, no hay premeditación ni proposición, tampoco suposición. No hay elementos afectivos o perceptivos en el "contexto" que se pretende "trazar". Surge lo que debe surgir y en todo caso el poeta hará un trato con la belleza. Si en Filosofía la creación de un concepto incluye una serie de componentes que a su vez deberán estar, en cierta manera, imbuidos en un plano de inmanencia, concentrados en una estructura que igualmente habilita la noción de infinito, podemos decir entonces que, en poesía, o en el poema, ese plano de inmanencia contempla una "fase" anterior que es preexistente al acto de pensamiento, preexistente al propio plano donde se gesta lo concebido volcánicamente. Si el plano de inmanencia es lo no pensado del pensamiento, en el poema necesariamente existe una antelación a esa gestación en trance, probablemente more allí lo revelado, inherente a la verdad y a la belleza (igualmente suponer esto conlleva desbrozar la palabra esquema por esquema, ya que si tuviéramos que ejemplificar perceptivamente el asunto podríamos mencionar el desarreglo de los sentidos como modo de hilar una divagación). Pero ciertamente resultaría imposible corroborar con variables ese estado del alma, imposible discernir con el artificio aquello que el vidente apenas puede apresar. Dilucidarlo sería abrumador.

Frente a estas apreciaciones, quienes representan la primera corriente de pensamiento, experimentan la belleza como idealización o exaltación de lo visible (hacen de la poesía una estatua, un jardín de flores enlutadas, un acto que adscribe a ilustrar lo excelso y lo broncíneo).

Los últimos en cambio logran ilustrar, con su arte, la fealdad de la belleza.

El acto de escritura que supone entremezclar lo aparente, la pintura compasiva que se pinta con desgarro.


martes, 10 de agosto de 2010

Lo que aparta

Enajenado desde lo desfasado, hurgando en recónditos donde evitar resquebrajarme, así van las cosas, si tuviera que apresarlo en un pensamiento escogería el de Rimbaud a propósito de su relación con la poesía: “ya no me ocupo de eso”, y si desde cierta periferia hay algo de eso, lo cierto es que las obligaciones laborales absorben hasta anestesiar los sentidos, y después quedan luces diáfanas en el retorno a casa, vemos algo que en el cotidiano camino resultaba indiferente, y muy probablemente el mundo que habite detrás de esas cosas no importen, pero dan prueba del cansancio con que descubrimos otra mirada, luego de haber estado haciendo aquello que solíamos criticar a los demás.

Siempre tuve conciencia del hombre-engranaje accionando poleas de la gran máquina, lo relativo-causal tornándose masa, único rostro, reloj de fábrica.

Los planos que se bifurcan, las secuencias sin componentes, los conceptos vacíos…

Siempre creí que lo inevitable alimenta con su urgencia esa especie de máscara sin rasgos en que termina convirtiéndose todo, y se anulan las imprevisiones, el juego de los contrarios, lo subjetivo y lo transversal.

Al final quedan las nimiedades, alguna que otra brisa, los bollitos de papel…

Como estos esbozos.

Probablemente haya que practicar aquello de la prepotencia del trabajo, como solía cultivar Roberto Arlt.

miércoles, 4 de agosto de 2010

"La poesía simplemente me ocurre"

El poeta Rodolfo Alonso dice que somos tiempo, tiempo y memoria, seguramente se necesita tiempo para decir estas cosas, se necesita haber recorrido la palabra desde lo calcinado, para descubrir preguntas en vez de respuestas, para encontrarse mientras se es otro.
De tanto en tanto suelen ser necesarios estos barquitos de papel. Resulta interesante acercarse a este escritor, desovilla lo que parece enredado, y ayuda a nacer lo que parece callado.

Para mayor consuelo, leer sus "poemas pendientes", de reciente aparición.

viernes, 30 de julio de 2010

Sobre el plano de inmanencia...

Abordando un capítulo sobre los personajes conceptuales, se lee este texto de Deleuze-Guattari

"cuánta fuerza en esas obras con los pies desequilibrados, Hölderlin, Kleist, Rimbaud, Mallarmé, Kafka, Michaux, Pessoa, Artaud, muchos novelistas ingleses y americanos, de Melville a Lawrence o a Miller, cuyos lectores descubren con admiración que escribieron la novela del spinozismo (para Deleuze, Spinoza es el cristo de los filósofos, toda una declaración) ciertamente, no hacen una síntesis de arte y de filosofía. Se bifurcan y bifurcan sin cesar. Se trata de genios híbridos que no borran la diferencia de naturaleza, no la colman, pero emplean por el contrario todos los recursos de su "atletismo" para instalarse precisamente en esa diferencia, acróbatas desgarrados en un perpetuo más difícil todavía"…

Estas elucubraciones me obligan a repensar algo que permanecía oculto, y qué a la vez, subsumido en estructuras, me traslada a la enorme necesidad de crear conceptos, y examinarlos críticamente, simplemente se trata de un devenir en tanto llamado (si hubiera una ilusión de trascendencia en este acometido mencionaría el destino o lo destinado, prefiero aplicar ecuaciones y representar los movimientos infinitos desde un sobrevuelo)

Pero en este caso me ocupa la poesía y sin embargo esta permanece oculta, tal vez allí no haya necesidad de elaborar conceptos sino de algo mucho más complicado: utilizar el discernimiento filosófico para el proceso de creación literaria, intentar aquella síntesis expresada por Deleuze, entender el mecanismo que ovilla un plano de inmanencia.

Pero lo inquietante resulta cuando Deleuze habla del "idiota" que busca en lo que no comprende una bifurcación que lo haga creer que lo creado es literatura. Enorme desafío implica saber, desde una profunda interioridad menoscabada y en base a un genuino discernimiento, que aquella construcción -que debería estar exenta de erróneas percepciones y pueriles trascendencias- logre hacer un tránsito que permanentemente oscilará entre lo que creemos entender y aquello que por naturaleza surge desde lo candente de nuestra conciencia.

Creo que el plano de inmanencia es algo que intentamos captar, como cuando vemos un pavo real segundos después de perderse en la espesura, allí ocurrió el poema no escrito, tal vez será posible circunscribir aquella fugacidad, pero no podremos apresarla, hay en todo esto una atmósfera que no es tal, un ente aparente desde el cual fluctúan erupciones de poemas que nacen y trastabillan desde el propio recurso “atlético”. Pero Deleuze afirma que “no podemos soportar los movimientos infinitos ni dominar estas velocidades infinitas que nos destrozarían…” en este caso ¿se trata de detener el movimiento para alcanzar a esbozar esa síntesis de filosofía y de arte?.

En todo caso, pienso lo que implica la noción de caos en esta conjetura, ya que el poeta corre el riesgo, al crear en su ensimismado desasosiego, de hundirse en el propio caos por intentar dilucidar su arquitectura, ilustrar su vórtice o representar escuetamente sus volcánicos componentes.

¿No debemos los poetas revisar estas cosas?

Es probable que el plano de inmanencia se trate de lo no creado en el momento de transcribir la palabra, advertir la penumbra de lo ocurrido, aquello “que tal vez será”, lo presupuesto habitando el contexto subjetivo del poeta (se sabe que ha ocurrido, pero no se ha escrito aún). Cuando el poema comience acabará en el acto con la idea del plano, el poeta intentará comprender ese hálito-ente, en vano lo dilucidará, será considerado pensamiento abstracto, como una pintura que encierra una idea, acaso una brisa imposible de ovillar en la palabra. Entonces el poeta quedará desahuciado por ver, al final del poema escrito, que nada de aquello ha sido apresado, que el plano ha mutado, o se habrá tornado bosquejo, horizonte, tal vez absurda polisemia.

sábado, 24 de julio de 2010

Sobre las citas falsas

Existe un caso emblemático, citado hasta el hartazgo por selectas minorías, hablo de la famosa “ladran Sancho…”
Basta recorrer el ancho espacio virtual para constatar que algunos sitios citan esa frase como perteneciente a Cervantes. Hay hasta quienes dicen que es la frase más significativa que ha pronunciado el Quijote.
El asunto ilustra la ausencia de verificación de la fuente al momento de simbolizar una representación o realizar un análisis, cierto es que existen herramientas para corroborar estos improperios, por causas variadas no suelen aplicarse, dejando la aseveración en un terreno sinuoso.
Esas prácticas, propias de bibliotecarios y hombres de letras, no encuentran eco en quienes suben contenidos en blogs de literatura.
Lo que ocurre es que alcanza con que alguno lo haya escrito y subido en la Web como para legitimizar su uso y aseverar su origen.
Me recuerda un texto medieval en donde el representante de un rey exige las tierras para su amo exhibiendo un dudoso título de propiedad:
“Lo que yo exijo es legítimo”
¿Por qué?
“Porque está escrito”
La ignorancia teje un terreno propio, que la desidia embadurna con fango.

martes, 20 de julio de 2010

Más de un año ya...

Que cosa extraña, ya pasó más de un año de estar escribiendo con intermitencias en este blog, me lleva a pensar como cuesta percibir el paso del tiempo, ciertos aniversarios inquietan, los bollitos de papel se acumulan hasta formar barrancos de conjeturas, los relojes parecen despojarse del sentido práctico y mecánico de medir añoranzas, donde adquieren un tono solemne al dar la última vuelta del día. En esto se cuelan escrituras, divagaciones, aproximaciones, lejanías, probablemente un encuentro con la palabra.

Pero resulta que suele llover de vez en cuando, y no puedo evitar acordarme de un capítulo de Rayuela, sobre un paraguas que Oliveira no se animó a arrojar al vacío, porque vi en ese acto y en ese enmudecimiento un signo de estas tribulaciones.

He aquí el texto:

Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos…


viernes, 16 de julio de 2010

Lo de siempre

El vaso de vino, la carga del día y sus despojos que caen al suelo, el traje maltrecho, la sombra desvariada en este inocuo ejercicio de labrar lo incierto, aún no es tiempo de cambiar estas cosas, podría decir que conmigo empieza todo lo nuevo, porque lo que creo se yergue desde el propio obstáculo que avizoro con la materia, sin lecturas previas ni atisbos concurridos, habito espacios calcinados por la palabra, me aventuro allí donde exhala el desánimo su último quejido, y sin embargo soy una sombra.

Hoy corroboré que los destinos prescinden del rutinario bosquejo, esto que no soy ha proferido nimiedades, tomé el mismo colectivo de siempre, miré como un náufrago detrás de la bufanda, conté la misma noticia tres veces, rompí mi taza y leí sin asombro las sentencias de siempre.

Pero tal vez, en alguna brisa, miré alrededor.

Tal vez estuve despierto.

viernes, 9 de julio de 2010

Los talleres de poesía frecuentados

Intermitencias y divagaciones fractales sobrevuelan en un trance, mientras un ocre atardecer va meciendo dulcemente el vaivén de la calma, como si estuviéramos oscilando en derredor de una hojarasca, mirando caer las hojas del invierno con entusiasmada languidez.

A veces creo que es momento de confrontar mis encrucijadas literarias, alguna vez pensé en un taller de poesía, de hecho, frecuenté dos en mi adolescencia, en uno me acuerdo de las correcciones de una poetisa, yo mencionaba sobre los dulces quebrantos a propósito de un crepúsculo de mi existencia, la escritora insistía con eliminar una frase desafortunada que, en mi obstinación por la idea primaria, terminó fosilizada en el poema.

Duré un mes, igualmente le agradecí.

Después estuve con un poeta muy premiado en Alemania, Bélgica y algún otro recóndito europeo que ahora no recuerdo, le llevé el libro que en ese entonces no tenía pensado quemar, me recomendó que lo tiré a la basura, pero me dijo una frase que en su estatura resultó todo un elogio: “si te sirve de algo, no escribís boludeces, pero este libro no fue acertado publicarlo”. Entonces me propuso construir versos endecasílabos y me aboqué a la tarea, al poco tiempo analizaba la cantidad de yambos y fracturas rítmicas en las que irremediablemente recaían cada uno de mis versos, pero las palabras se iban concatenando junto con la métrica, podía entrever cierta gracia, tal vez deliberada.

Estas prácticas continuaron un par de meses. Una tarde me fui a caminar y nunca más volví, me extravié en mi propio jardín, llevaba conmigo razones inciertas, la idea de que la construcción del verso rimado implicaba en cierto modo una mutilación del poema. El acto de “podar” un vértigo era, cuando menos, escabroso para mi concepción de lo creado, donde significaba un detrás y un debajo imposible de representar mediante matemáticas musicales.

Me dejé arrastrar por el verso libre, que no es otra cosa que frecuentar mi propia interioridad, mientras sentía que la noche, o lo que se supone que era mi encuentro con lo revelado, me pertenecía.

Hoy creo que es deleznable la cuestión dogmática, prefiero más bien el entrelazamiento, encontrar preguntas en vez de respuestas, abordar un espacio subjetivo de perspectivas y de estéticas, de ideas, hallazgos, reflexiones. Todo aquello que se encuentra, aquello que también nos encuentra.

Después de todo, solo soy una sombra y una idea.


sábado, 3 de julio de 2010

Lo que es

Me reitero en las selváticas teorías de la creación literaria ¿Cómo pretender dilucidar esta apariencia?. Me evado simplemente, allá las razones que ponen en movimiento este sitio de encuentro con la palabra, puede haber tanta inutilidad como descubrimiento y eso, que a la vez me asola, me permite encender una vez más esta computadora y compartir nocturnamente estos embelecos.

Probablemente se intenta dilucidar, en este acto, la antelación de lo no pensado del pensamiento, al momento en que surge lo que surge (me urgen las lecturas de Deleuze para extraviarme en estas apreciaciones, a veces mis acercamientos al pensador francés simplemente sobrevuelan un halo de comprensión que lentamente desaparece).

Poiesis, creación, videntes que han proferido lo que hubo de ocurrir (acaso Daniel, el profeta del antiguo testamento, haya sido su máximo exponente)

Detrás de todo esto hay como un desmembramiento de la apariencia, simuladores según Platón, ladrones de fuego tal cual lo escupió Rimbaud.

¿Cómo establecer variables y constantes en el proceso de creación mediante escrituras?

¿Será posible utilizar algoritmos que expliquen las fluctuaciones del poema?

¿Y aquello que se construye, no delimita en cierto modo una estructura que impide realmente comprender su sistema de pensamiento, su vertebrada arquitectura?

¿Se piensa realmente en todo esto?

Necesidad de esgrimir lo que se tiene por disperso, imposibilidad de ovillar una abstracción, el mínimo consuelo de hollar una periferia.

Hasta que podamos lograrlo, nos encontraremos ocupados en otra cosa, aun sabiendo que estaremos posados en otro horizonte, lejos de lo que es el poema, de lo que ha sido el poema.


jueves, 1 de julio de 2010

La cruda poesía de Roberto Arlt

Doy vueltas como en un campo cercado de púas, y todo por esta relectura que intento hacer de un gran escritor, entiendo que vano es conjeturar un estropajo de palabras cuando lo que se siente es el filo de un cable oxidado en el corazón. Yo creo, ya que hay que arrojar una piedra al inmenso lago, que un modo de significar a Roberto Arlt es leyendo sus aguafuertes porteñas, porque de algún modo recrea el contexto asfáltico de su literatura, textos que son como radiografías subjetivas de una sociedad que se supo reflejada en su escritura, en sus personajes marginales y desangelados, en su angustiado existencialismo. Creo que se necesita de una sensibilidad extrema para mostrarnos un mundo debajo de las cosas, como lo hizo con cada uno de sus personajes (recuerdo ahora el capítulo titulado “dos almas” de los siete locos). Cada una de sus crónicas ofrece la crudeza de una realidad candente, hechos tal vez insignificantes pero que revelan todo un mundo, como lo pautaron Erdosain y Astier a su modo).

Muchas de las intemporales aguafuertes publicadas en el diario El mundo, logran expresar esa inherencia o inmanencia de la realidad oculta, una mirada piadosa en la que suelo quedarme, cada tanto, cuando los días no son tan fáciles ni la vida tan dura. Creo que vale la pena desentrañar, con cierta atención, su callosa simplicidad para mostrarnos un absoluto.

O si no creo que es posible hallar consuelo en cualquiera de sus novelas, quizás se pudiera decir que Roberto Arlt supo hollar, mejor que ninguno, las miserias de la condición humana, y que tuvo la empatía de compartirlo nocturnamente, con descalabrada dureza, con paciencia de animal, con sed y con espanto.

En todo caso, digamos que Arlt vio demasiadas cosas. 

Saludos, estimada.

jueves, 24 de junio de 2010

Lo que está detrás del entendimiento

Preguntas…

¿Cómo puede haber necesidad de escribir poesía, o crear conceptos desde el abordaje filosófico, si se vive en un simulacro de paraíso, sin urgencias, sin tristezas, sin agobio?

¿A qué nos lleva esto?

¿Qué tal vez, lo que nos justifica como miembros de algo que apenas comprendemos, es posible hollarlo desde el apartado faro de la desolación?

¿Cómo puede escribir alguien si está aburrido?

Todo surge porque debe surgir, no conozco quien laceró esta certidumbre, simplemente abrevo las aguas. Pero a veces, estas cosas ocurren porque detrás de la inmanencia hay un problema, que invariablemente nos traslada al análisis de la creación literaria (probablemente en filosofía esto sea más elocuente).

¿Pero cuál sería el problema en el acto de escribir poesía?

Se sabe cinematográficamente que no se escribe poesía porque sea bella, ni por corresponder a un sentimiento romántico de la literatura. Se escribe y se lee poesía porque somos miembros de la raza humana, y la raza humana bastaría como significación para ovillar el círculo de las razones que justifiquen esta ligera apreciación.

Necesariamente, ese estado subjetivo de conciencia perceptiva nos arroja a un hueco candente donde el poeta intentará, entre tanta maleza, resguardar hálitos de belleza de la invisibilidad colectiva.

“Allí hay poesía” podríamos decir, “allí ha ocurrido el poema”, pero para ello es preciso ver, descontextualizar el contexto, impregnarlo de nuestras impropias palabras, porque allí hay algo elemental y aterrador; el uso que hagamos de la palabra (desentrañando el plano de las cosas, socavando su interioridad) para simbolizar desde la escritura las mecánicas propiedades que trasuntan lo revelado, un sistema tal vez implícito, abordado desde una transfiguración, usando como “método” construcciones binarias subjetivas, o lo que se supone que pueda ser ejecutado en estado de trance.

Pero todo conlleva un riesgo.

¿Por qué extraer la belleza para ofrecer una apariencia sin representatividad del contexto?

¿Por qué no mostrar las cosas tal cuáles son?

Entender el significado de la frase “yo es otro”, lleva a duplicar un aparente no necesariamente compatible con la entidad del yo, para mostrar desde su concepto que otra realidad es posible, que es necesario identificar. Entidad socavada por la palabra, que es en sí misma toda realidad plausible de resguardar significado.

Después de esta intervención, los lectores podrán ver, surgirán nuevas posibilidades, entrelazamientos, reinterpretaciones, pero esa ya sería otra historia.


lunes, 21 de junio de 2010

Sobre la creación de conceptos


"Trascender la realidad y la materia. Reconstruir la poesía y el mundo espiritual del ser humano" ante este lema Juan Gelman se preguntó ¿Qué significa reconstruir la poesía? Ningún poeta nace de la nada y, cada uno a su manera, sigue el consejo de Basho: no hay que imitar a los antiguos, hay que buscar lo mismo que ellos buscaron. Es cierto que vivimos en una época en la que la improvisación, la trivialidad y la ligereza parecen dominar. Pero el poeta abre caminos interiores para escribir cada poema, desbroza las malezas de su subjetividad, no escucha el estrépito de la palabra impuesta. No vive para escribir, escribe para vivir…

Esto me recuerda a lo que opinaba Gilles Deleuze sobre el sentido de la filosofía: la creación de conceptos. El pensador francés se preguntaba qué valor tendría un filósofo del que se pudiera decir: no ha creado conceptos, no ha creado sus propios conceptos.
Por ende ¿de qué serviría reiterar, corroborar o justificar lo ya recorrido, si en el acto de pensamiento no elevamos nuestra propia teoría, nuestro propio significado de las cosas?

Se trata de construir lo que otros en su tiempo construyeron, pero desde otro plano.

Deleuze definió al concepto por la inseparabilidad de un número finito de componentes heterogéneos, recorridos por un punto en sobrevuelo absoluto, a velocidad infinita.

Esta sentencia debería obligarnos a ir más allá de nuestras posibilidades, a corroborar cuáles son nuestros límites, precisamente allí donde somos libres, allí donde nada nos ata, allí donde simplemente podemos crear.

sábado, 19 de junio de 2010

Adios maestro...

El sol se muestra en uno de los ángulos superiores del rectángulo, el que está a la izquierda de quien mira, representando el astro rey una cabeza de hombre de la que surgen rayos de aguda luz y sinuosas llamaradas, como una rosa de los vientos indecisa sobre la dirección de los lugares hacia los que quieren apuntar, y esa cabeza tiene un rostro que llora, crispado en un dolor que no cesa, lanzando por la boca abierta un grito que no podemos oír, pues ninguna de estas cosas es real, lo que tenemos ante nosotros es papel y tinta, nada más…

De “El evangelio según Jesucristo”, José Saramago.

Duele saber esto, duele saber que algún día estas cosas llegan, que las trincheras cada vez son menos, que ya no queda donde poner a resguardo el alma, que la palabra, tan elevada en su uso, es apenas una necesidad de decir que estamos un poco más solos, un poco más callados, no importan las comas ni los puntos suspensivos, tampoco importa si dios va en minúscula, importa esto que ya no es, y que sin embargo seguirá siendo, importa que apenas se tolera que ya no es ayer, que mañana es otro día de junio, frío como este, con un poco de sol.

Saramago bogaba por la necesidad de elevar conceptos, inquiría por filosofía, por conciencia social, cometía verdaderos deleites con esto que llamamos el entendimiento humano.

Si bastara reducir su aporte a la literatura tendríamos bastante consuelo, bastante que indagar, pero no, su talla moral, su lucidez reflexiva, su inquebrantable sentido de la ética, hacen insoportable esta ausencia.


martes, 15 de junio de 2010

Pinturas rupestres

Nada surge desde lo abúlico, segmentos de impresiones van tallando un cuerpo acostumbrado a la reiteración, socavando con el acto creativo la concepción de la anterioridad, de la que el tiempo desprende sus ubérrimos conceptos. Trazos que necesariamente vuelven a un mismo punto de partida, por muchísimo tiempo.

Si esos trazos se dispusieran unos sobre otros, remarcando con la misma intensidad el mismo recorrido, tendríamos al cabo de unos años la figura pétrea de un animal extinguido antes de nacer. La inevitable obra sería en realidad una exposición muda de una acción consecuentemente desesperada, realizada con resignada abnegación para que otros no cometan el mismo desvarío, completando mecánicamente el idéntico trazo.

Se sabe que en esta intención original no prima el desfiguramiento del símbolo temporal, sino el hecho de alertar silenciosamente a sus congéneres para que abandonen la cueva, para que sepan que el tiempo ha pasado, que allí no hay nada más que hacer.

Nota:

La imagen corresponde a una pintura rupestre realizada por la etnia San, pueblo de cazadores-recolectores que vivieron en todo el sur y el este de África durante miles de años antes de ser desplazados por tribus africanas y colonizadores europeos. El pueblo San sigue viviendo en el desierto de Kalahari de Namibia. 

sábado, 12 de junio de 2010

Sobre las escrituras simultáneas

Hace algunos meses, leí un pequeño artículo sobre diversos proyectos de un escritor llamado Pablo Ramos, en una primera lectura no pude absorber la posibilidad de tantas escrituras simultáneas, luego pensé que sería interesante abarcar dicha producción desde donde el escritor elige avanzar, y me llegué a preguntar, si dispusiese de otros tiempos, dónde enfocaría mis entuertos literarios.

Ahora bien, en este caso concreto, o se avanza desde lo que se planifica o se avanza desde el llamado de la obra en tanto creación genuina (donde no es precisamente el escritor el que elige escribir). Cuesta creer esto último cuando lo que se tiene entre manos son géneros dispares.

No todos tienen esa facilidad. Para escribir poesía no puedo concebir abarcar otras cosas, necesito abstracción, o tal vez deba decir que la abstracción se impone por sí misma, paulatinamente modifica el contexto hasta absorber lo que se encuentra fuera de la periferia. Mucho antes de todo eso el poema ya estaba siendo creado. Se ingresa como en un túnel, los lobos muerden la conciencia, afuera no hay nada, y a la vez, una totalidad le otorga presunciones al poema, lo esquematiza (extraña paradoja), finalmente lo deja librado a su suerte.

Me sorprenden estos casos, busco el método pero los procesos creativos imponen sus coordenadas, porque cuando se está dentro de un sistema pareciera que un rasgo de mutilación de la escritura se apropia del escritor, como el músico que poda sus versos para que los sonidos no queden desmembrados de la palabra, asimismo cumplir con tiempos impuestos por editoriales atentaría contra ese estado de belleza en transición, el cuerpo pasa a ser una máquina que ya conoce los mecanismos, los vericuetos, y las salidas tal vez armoniosas, y lo que se gesta sale al mercado (horrenda palabra) bajo el esquema de una producción (tal vez no sea así, en todo caso haya que corroborarlo inútilmente).

Aun así, tal vez resulte posible, desde un sobrevuelo, descubrir en la simultaneidad las pequeñas fragmentaciones del conjunto, una especie de limbo donde no se sabe bien dónde terminan las cosas.

Los lectores, mientras tanto, esperan ingresar al inmenso jardín.


viernes, 28 de mayo de 2010

Modos de construir poesía

Fabián Casas se encuentra diciendo estas palabras mientras transita en un puente de su escritura:

 “Tensar los poemas como en una catástrofe se ha convertido ahora en mi segunda naturaleza”.

Que es algo así como arrancarle el hilo a la poesía, que surja lo que deba surgir, caminar sin red por el entramado del poema, o como dice el poeta “si voy a escribir algo que sé que lo estoy escribiendo porque soy mirado, termino sacándolo. Prefiero poner algo que me dé vergüenza, que sea imperfecto sintácticamente, pero que sea real”.

Esto viene a cuento por la mirada reflexiva del escritor con respecto a la poesía de los 90’, aquella "pulsión de contemporaneidad" vivenciada desde la lectura y la devoción a consagrados poetas como Giannuzzi, Girri, Gelman, Zelarayán y Leónidas Lamborghini entre otros. Los espacios virtuales han hecho su aporte a esa observación que suele provocar una limitación, y para lo cual queda como opción refugiarse en la lectura y discusión de poemas en círculos reducidos.

Por último, una observación del poeta, harto comprobable para quienes visitamos blogs de poesía: el escribir “para la tribuna” dejando de lado las verdades propias vaya a saberse si por temor o conveniencia.

Para leer la nota completa vayan a este enlace.

Por mi parte, elijo como despedida esta respuesta que me dejó pensando:

–Sí, tal vez un escritor debería construir una obra como se construye un mueble.


domingo, 23 de mayo de 2010

La representación de las ideas

Cualquiera que haga algún tipo de trabajo artístico en su vida se dará cuenta de que cuando llega a cierta edad se pregunta cada vez con más frecuencia si tiene algo adicional para ofrecer. Requiere tiempo y energía ingresar a un mundo desconocido, ver las cosas con ojos diferentes. Desde mi punto de vista, tiene sentido permanecer allí una vez entro en ese mundo, porque me gusta. No hay misterio…

Esto lo dijo un actor de cine, Daniel Day Lewis, pero no puedo evitar trasladarlo a estos espacios, donde se intenta construir apreciaciones en torno al acto de creación literaria.

Aquello que vamos acumulando con el paso del tiempo: lecturas, ideas, teorías, soledades, apuntes y quien sabe que más.

¿Cómo se supone que debe representarse el acto creativo?

¿Desde la complejidad de un frondoso laberinto de ideas?

¿Desde la sencillez más pura y despojada?

¿Qué se supone que es el concepto cuando se está en un promontorio del pensamiento?

¿Cómo abordarlo?

¿Bajo qué parámetros?

¿Socavar lo socavado desde aquello frecuentemente habitado?

¿Volver a la fuente y pensar lo recorrido desde otra mirada?

Uno se pregunta si lo realizado ha tenido mérito, mismo desde este lugar, un blog un tanto descuidado bajo una lluvia del mundo.

Honestamente, entre nosotros, no tengo la respuesta.