Se hace una representación, que guarda en un
"detrás" el presentimiento desarticulado de una idea, con sus briznas
o esquirlas o volutas, acaso una leve brisa o bosquejo conceptual, después se
traslada el tiempo, y desde un plano impreciso se enhebran pequeños nubarrones
de lo pensado, se busca emparentar la belleza bajo la abstracción de un
diagrama mental, y entonces irrumpe lo creado, lo que todo justifica, lo que basta
para significar la osamenta del jardín, árboles que arden en la espesura.
Después, el poema es viento que la posteridad transforma en horizonte, donde se posan los lectores intentando descifrar lo aparente. Me quedo pensando en ese entremedio, cuando algunos optan por arrojar flores muertas mientras que otros prefieren una fuga prosaica, enlazando el texto desde un adagio melancólico hasta culminar en un espiral en verso libre, impregnados de conceptos barrocos donde se bifurcan secretas y ubérrimas complejidades.
Resultan válidos los caminos que inconscientemente se invalidan, dependen del contexto subjetivo del poeta, de su mera percepción, y de los subterfugios eventuales donde se entrecruzan los diferentes planos que lo asolan, sacralizando o canonizando la idea, la piedra angular de toda poesía.
Y ahora es mejor callarse...
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