“La verdadera poesía no consuela de nada”
Para René Menard la naturaleza (la que se encuentra dentro y fuera de nosotros) es la materia inicial de la poesía. El acercamiento del poeta se realiza desde la contemplación y el asombro, del que es parte.
Las personas resultan por sí mismas la medida
del valor de la belleza.
El movimiento del espíritu determina la
necesidad de la obra de arte, hay allí un deber que no es preciso contemplar,
lo que otorga a la belleza un sentido variable, en donde el poeta resulta una
medida de su valor.
Se trata de tornar explícito el movimiento del
alma, transmitir esa acción a través del empleo de la palabra.
Luego habla de disposiciones intelectuales que
parecerían facilitar una receta de cómo debe el cuerpo prepararse para la
creación.
Pero en un recóndito de su libro aparece esta afirmación:
“la moral gusta expresarse por la voz
profética de la poesía”
Pregunto: ¿hubo en los llamados poetas
malditos un intento por apresar el entendimiento de la moralidad? ¿No se trata
de un precepto ajeno a la poesía?
Creo que el poema, cuando es creado, no
imbrica en su plano de inmanencia acercamientos hacia la moral, a lo sumo el
poeta acepta la presencia tal vez visible de un ente que sobrevuela el plano creativo,
pero no la comulga, no llena de componentes ese plano, se trata en todo caso de
una relación no vinculante con el acto de escritura.
Los preceptos morales son inherentes a la condición del hombre, de allí se habilitan las nociones de “bueno” o “malo”, aquello que según los dictámenes de la conciencia recibe una calificación en un contexto determinado.
Un poeta cuya periferia ronda lo candente ¿Intentaría conscientemente apresar una noción de belleza mientras examina el territorio de lo moral? ¿Hay belleza en la moralidad? ¿No se trata de un rostro inexpresivo, aunque sereno, con tesitura de mármol? ¿Revelar la belleza supone una comprensión de los preceptos morales?
Tenemos, o solemos tener, un “mientras tanto” que se cae a pedazos, que nos contextualiza en celdas analíticas mientras las cosas pasan, acceder a una verdad revelada, así se encuentre encriptada bajo embelecos confusos ¿No genera en el alma la sensación de resguardo, de inusitada comprensión por algo que no se comprende?
Aunque también tiene sentido suponer que la
lectura de un poema no consuela de nada si pretendemos, con el análisis
nocturno, devanar lo que está detrás de la palabra, aquello descubierto por el
poeta bajo otros tiempos y otras capas veteadas. Allí sí tiene sentido
conceptualizar la idea de que, lo que apenas puede comprenderse, no implique un
consuelo para quien busca desbrozar esa evidencia. Pero también puede ocurrir
que dicho acto implique en su contexto el mínimo significado de un consuelo,
por el mero hecho de haber abordado lo inusitado y lo candente, abrazados a
teorías y eventuales marcos teóricos.
Pero lo que me inquieta es que, si como dice Menard, la verdadera poesía no consuela de nada ¿por qué suponer que la moral gusta expresarse por la voz profética de aquello que no consuela?
Moral, del latín “mores”, cuyo significado es “costumbre”…
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