Intermitencias y divagaciones fractales sobrevuelan
en un trance, mientras un ocre atardecer va meciendo dulcemente el vaivén de la
calma, como si estuviéramos oscilando en derredor de una hojarasca, mirando
caer las hojas del invierno con entusiasmada languidez.
A veces creo que es momento de confrontar mis encrucijadas literarias, alguna vez pensé en un taller de poesía, de hecho, frecuenté dos en mi adolescencia, en uno me acuerdo de las correcciones de una poetisa, yo mencionaba sobre los dulces quebrantos a propósito de un crepúsculo de mi existencia, la escritora insistía con eliminar una frase desafortunada que, en mi obstinación por la idea primaria, terminó fosilizada en el poema.
Duré un mes, igualmente le agradecí.
Después estuve con un poeta muy premiado en Alemania, Bélgica y algún otro recóndito europeo que ahora no recuerdo, le llevé el libro que en ese entonces no tenía pensado quemar, me recomendó que lo tiré a la basura, pero me dijo una frase que en su estatura resultó todo un elogio: “si te sirve de algo, no escribís boludeces, pero este libro no fue acertado publicarlo”. Entonces me propuso construir versos endecasílabos y me aboqué a la tarea, al poco tiempo analizaba la cantidad de yambos y fracturas rítmicas en las que irremediablemente recaían cada uno de mis versos, pero las palabras se iban concatenando junto con la métrica, podía entrever cierta gracia, tal vez deliberada.
Estas prácticas continuaron un par de meses. Una tarde me fui a caminar y nunca más volví, me extravié en mi propio jardín, llevaba conmigo razones inciertas, la idea de que la construcción del verso rimado implicaba en cierto modo una mutilación del poema. El acto de “podar” un vértigo era, cuando menos, escabroso para mi concepción de lo creado, donde significaba un detrás y un debajo imposible de representar mediante matemáticas musicales.
Me dejé arrastrar por el verso libre, que no es otra cosa que frecuentar mi propia interioridad, mientras sentía que la noche, o lo que se supone que era mi encuentro con lo revelado, me pertenecía.
Hoy creo que es deleznable la cuestión dogmática, prefiero más bien el entrelazamiento, encontrar preguntas en vez de respuestas, abordar un espacio subjetivo de perspectivas y de estéticas, de ideas, hallazgos, reflexiones. Todo aquello que se encuentra, aquello que también nos encuentra.
Después de todo, solo soy una sombra y una idea.
Mmmmmm, touché!!!
ResponderEliminarA pesar de su constante prosa y sus divagaciones más allá de cualquier ritmo, siempre supe que Usted, mi estimado, le pertenecía a la poesía (es así, sin viceversa, porque lo contrario es un imposible y si quiere un día lo discutimos jeje).
Le conté que tengo la manía de diluirme y entonces, multiplicarme? - ;) -
Venga a verme cuando quiera... después de todo he de reconocerle que a mí modo, he querido inspirarme en nuevas maneras de decir entre las cuales contemplo la suya...
Un abrazo (sin secreto... a estas alturas sabrá -espero- que sigo siendo yo...)
Estimada
ResponderEliminarDa gusto su modo de desenvainar mediante alegorías, aunque no me creo merecedor de estos elogios, me bastan unas breves líneas para saber que son suyas estas certeras estocadas intelectuales, o lo que se supone es este extraño modo de compartir las fluctuaciones de la palabra.
Vayan mis saludos y por cierto me deja pensando con el grado de pertenencia en relación a la poesía (Recogeré el guante en otra circunstancia si le parece).
abrazo sincero.
Cuando se pueda mi estimado, que por mi parte considero que no ha de llevarse prisa con la palabra.
ResponderEliminarMe basta saber que estuvo, que está y que (así sea) seguirá estando en estos pagos.