Doy vueltas como en un campo cercado de púas,
y todo por esta relectura que intento hacer de un gran escritor, entiendo que
vano es conjeturar un estropajo de palabras cuando lo que se siente es el filo
de un cable oxidado en el corazón. Yo creo, ya que hay que arrojar una piedra
al inmenso lago, que un modo de significar a Roberto Arlt es leyendo sus
aguafuertes porteñas, porque de algún modo recrea el contexto asfáltico de su
literatura, textos que son como radiografías subjetivas de una sociedad que se
supo reflejada en su escritura, en sus personajes marginales y desangelados, en
su angustiado existencialismo. Creo que se necesita de una sensibilidad extrema
para mostrarnos un mundo debajo de las cosas, como lo hizo con cada uno de sus
personajes (recuerdo ahora el capítulo titulado “dos almas” de los siete
locos). Cada una de sus crónicas ofrece la crudeza de una realidad candente,
hechos tal vez insignificantes pero que revelan todo un mundo, como lo pautaron
Erdosain y Astier a su modo).
Muchas de las intemporales aguafuertes publicadas en el diario El mundo, logran expresar esa inherencia o inmanencia de la realidad oculta, una mirada piadosa en la que suelo quedarme, cada tanto, cuando los días no son tan fáciles ni la vida tan dura. Creo que vale la pena desentrañar, con cierta atención, su callosa simplicidad para mostrarnos un absoluto.
O si no creo que es posible hallar consuelo en cualquiera de sus novelas, quizás se pudiera decir que Roberto Arlt supo hollar, mejor que ninguno, las miserias de la condición humana, y que tuvo la empatía de compartirlo nocturnamente, con descalabrada dureza, con paciencia de animal, con sed y con espanto.
En todo caso, digamos que Arlt vio demasiadas cosas.
Ay, ay, ay, mi estimado Áureo!!!
ResponderEliminarmiré Usted, recuerdo haberlo transitado hace unas semanas y me perdí en más de una de sus notas, tentada, tentadísima, en aquella en la que habla de su gusto por la correspondencia literaria (una de mis aficiones, he de confesar, aunque quizá a mi pesar todavía me quede muy corta ante lo "literario")...
Me extravié, le decía, entre sus textos y no supe llegar al Arlt, que yo misma le pedí!
Tanto traté de desconstruirme en mi encuentro con El Juguete Rabioso, que terminé -creo- por pasarlo con un sorbo de autorrecreación. Lejos de lo que deseaba, sin embargo, pero ya sabe como es esto de correr detrás de lo inefable.
Ahora Usted me ofrece una vía a través de la cual tal vez sea posible regresar (nada peor, imagínese, que los estados que dejamos escapar por propia incompetencia); volveré a él con sus aguafuertes porteñas, que seguramente podré conseguir con mayor facilidad virtual.
Su entrada, como todo su blog, para mí es una copa de buen vino que se saborea con deleite, atento y especialmente agradecido...
Estimada Chandra, en todo caso esta copa de vino tiene sentido cuando se comparte, lejos estoy de transmitir el placer de una lectura, pero me deja tranquilo saber que incursionará con encanto por los vericuetos de este gran escritor.
ResponderEliminarPor lo pronto, yo también suelo "perderme", da gusto hacerlo, tanto en los blogs como en las viejas casas de libros.
Gracias como siempre y hasta la próxima...
jajajaja mi Estimado! pero Ud. es un haz! menos mal que aunque algo lerda a veces, suelo archivar mis impulsos curiosos y la otra vez cuando vi las letras azules me quedaron orbitando en la cabeza... ya guardé las aguafuertes porteñas.
ResponderEliminarY por cierto que vuelvo a leer su entrada y la redisfruto. Regracias, amigo!!! ;)
He tenido que compartir su nota con algunos portadores de la antorcha enrabiada que prende Arlt. Es verdad que dice cosas muy bellas sobre Roberto. Tiene mucho de puas, pero tiene también, como suelen tener estos despiertos, una carcajada tras la cortina que da al espectáculo atroz, y la comparte, como comparte ternura penetrante siempre. Gracias a usted por compartir sus impresiones.
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