El vaso de vino, la carga del día y sus
despojos que caen al suelo, el traje maltrecho, la sombra desvariada en este
inocuo ejercicio de labrar lo incierto, aún no es tiempo de cambiar estas
cosas, podría decir que conmigo empieza todo lo nuevo, porque lo que creo se
yergue desde el propio obstáculo que avizoro con la materia, sin lecturas
previas ni atisbos concurridos, habito espacios calcinados por la palabra, me
aventuro allí donde exhala el desánimo su último quejido, y sin embargo soy una
sombra.
Hoy corroboré que los destinos prescinden del rutinario bosquejo, esto que no soy ha proferido nimiedades, tomé el mismo colectivo de siempre, miré como un náufrago detrás de la bufanda, conté la misma noticia tres veces, rompí mi taza y leí sin asombro las sentencias de siempre.
Pero tal vez, en alguna brisa, miré alrededor.
Tal vez estuve despierto.
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