sábado, 23 de octubre de 2010

Estructuras sin estructura

Lo más seguro en esta vida es lo que nunca se conoce.

Dylan Thomas

Alguna vez Jim Jarmusch (brillante cineasta), dijo lo siguiente acerca del bee-bop:

en el jazz, como en el bebop, los músicos agarraban un standard y lo transformaban. Hacían largos solos improvisados, pero de todos modos se mantenían dentro de una estructura. De hecho, era precisamente la estructura lo que les permitía esa libertad”. Por ende, a Jarmusch le interesaba esa dialéctica, esa mezcla de orden y libertad con que desarrollaba sus películas.

Desde ese punto de vista, el cineasta sostenía que el hip-hop (presente en películas como Ghost Dog), estaba cerca del bebop. “La diferencia residía en que los raperos directamente samplean los standards. El bebop no samplea, cita”. Por lo tanto, Ghost Dog seguía ese camino, el de citar elementos de una cultura determinada y reacondicionarlos libremente en lugar de samplearlos.

Para quienes no vieron la película, Ghost Dog (encarnado evanescentemente por Forrest Whitaker), trata de un marginal solitario que sigue los códigos de la cultura Samurai, conviviendo en el mundo de los mafiosos ítaloneoyorquinos y el universo del rap. Resulta interesante el valor que la película le otorga a los libros, el perro fantasma los presta, pero a cambio pide un comentario, una devolución…

Me quedo en la idea de estructura, pero trasladada al acto de escritura, la idea ilimitada de un poema en prosa (o en verso) que, si bien permite el extravío del poeta, se percibe como un plano diagramado mentalmente por su creador, que invariablemente le concederá recorrer un sendero sin necesidad de utilizar esquemas abruptos que establezcan escisiones en el poema.

Aventuro declamar que la escisión no existe cuando se establece inconscientemente una estructura. En todo caso habilitaríamos con ligereza la idea de una estructura sin estructuras, delimitando ciertos límites abstractos, ovillos que al deshilarse conforman una unidad, un esbozo de la idea preconcebida mentalmente.

Es como internarse en un desierto, no hay fin preconcebido, no hay modo de terminar el poema, todo es un largo y desarreglado desvarío, con la posibilidad de que la belleza sea tomada en forma original.

Acaso el vórtice de nuestra propia conjetura.

Nota: el artículo sobre Jim Jarmusch se analizó luego de leer una entrevista en la revista Inrockuptibles [año 4, Nº 43, abril 2000]


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