viernes, 13 de agosto de 2010

Sobre la antelación de lo creado

Si tuviéramos que analizar corrientes de pensamiento en torno al acto de creación literaria, tendríamos por terreno enormes bifurcaciones con pocos elementos en común. Haciendo escuetas lecturas del caso podríamos enhebrar algunas cercanías. Pero sería evidente la ausencia de puentes donde soslayar la materia, el perímetro, la substancia, el complejo enramado.

Por un lado, hay quienes estiman que la creación literaria se debe a una contemplación de la naturaleza, entendiéndose por naturaleza todo aquello que figura estático y simula un devenir, algo que es habitual y que es preciso apartarse para poder percibir un mundo detrás de las cosas. Paralelamente el espíritu debe estar sosegado, en estado apacible y perceptivo a todo lo que ocurra, por insignificante que parezca. Parecería una receta. Probablemente (quienes recuerden el film “La sociedad de los poetas muertos” tal vez concuerden) aquellos que aprueban la escala de Pritchard para clasificar un poema adscriban a estas ideas.

Creo que necesariamente hay algo más candente, algo que resulta complicado definir.

Siguiendo la disyuntiva, una segunda corriente de pensamiento sostiene que el poeta debería ser considerado un vidente, alguien que ve lo que otros creen ver, idea que se encuentra asociada, tal vez involuntariamente, al descenso de la profundidad del alma, que debemos conocer si pretendemos luego ilustrar sus pormenores a través del artificio de la palabra. Esto ocurre simplemente, no hay premeditación ni proposición, tampoco suposición. No hay elementos afectivos o perceptivos en el "contexto" que se pretende "trazar". Surge lo que debe surgir y en todo caso el poeta hará un trato con la belleza. Si en Filosofía la creación de un concepto incluye una serie de componentes que a su vez deberán estar, en cierta manera, imbuidos en un plano de inmanencia, concentrados en una estructura que igualmente habilita la noción de infinito, podemos decir entonces que, en poesía, o en el poema, ese plano de inmanencia contempla una "fase" anterior que es preexistente al acto de pensamiento, preexistente al propio plano donde se gesta lo concebido volcánicamente. Si el plano de inmanencia es lo no pensado del pensamiento, en el poema necesariamente existe una antelación a esa gestación en trance, probablemente more allí lo revelado, inherente a la verdad y a la belleza (igualmente suponer esto conlleva desbrozar la palabra esquema por esquema, ya que si tuviéramos que ejemplificar perceptivamente el asunto podríamos mencionar el desarreglo de los sentidos como modo de hilar una divagación). Pero ciertamente resultaría imposible corroborar con variables ese estado del alma, imposible discernir con el artificio aquello que el vidente apenas puede apresar. Dilucidarlo sería abrumador.

Frente a estas apreciaciones, quienes representan la primera corriente de pensamiento, experimentan la belleza como idealización o exaltación de lo visible (hacen de la poesía una estatua, un jardín de flores enlutadas, un acto que adscribe a ilustrar lo excelso y lo broncíneo).

Los últimos en cambio logran ilustrar, con su arte, la fealdad de la belleza.

El acto de escritura que supone entremezclar lo aparente, la pintura compasiva que se pinta con desgarro.


2 comentarios:

  1. Personalmente, en la una y la otra (visión) yo preveo una búsqueda válida, un camino a ser recorrido hacia un puerto posible; acaso además he desarmado papeles desde uno y otro lado también. Son misteriosas las causas, los momentos, las aristas que nos llevan a escribir y de qué modo hacerlo. Le sumo mis lunas dicho sea de paso, que de menguante a creciente.... bueno, para qué le digo, me da por trances mi estimado, jejeje.

    Hoy, aquí en Venezuela, sigue siendo 19. Descorcho un vino a su nombre mi Áureo Áureo amigo, porque celebro el primer aniversario desde que toque tierra en este pago.
    ¡Brindo por Usted y por sus letras mi estimado, porque esté y siga estando, porque su paraguas nunca se cierre!
    Salud y mis saludos afectuosos, de seguidora y otredad siempre presente!
    F: la no tan secreta ya, Camelia ;)

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  2. Secreta camelia...
    celebro el jardín desde donde envía estos embelecos fraguados en intensas otredades, y me causa inmensa dicha que haya tenido el gesto de descorchar un vino por este espacio compartido en el artificio de la palabra.
    esas cosas justifican estos silencios, tan fecundos, tan necesarios.
    gracias por estar siempre...

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