domingo, 11 de octubre de 2009

Los que recaen


…“Un hombre puede usar de carnada para pescar un gusano que ha comido de un rey, y comer el pescado que se comió al gusano.

¿Qué queréis decir con esto?

Nada, solo demostraros cómo un rey puede seguir su camino por las tripas de un mendigo…”

Hamlet, William Shakespeare

En “me caigo y me levanto”, Julio Cortázar simbolizaba la costumbre que tenemos por recaer constantemente, y arrojaba el desarrollo de una teoría:

Hay quien ha sostenido que la rehabilitación

sólo es posible alterándose

pero olvidó que toda recaída es una desalteracion

una vuelta al barro de la culpa

perfecto!

somos lo más que somos porque nos alteramos

salimos del barro en busca de la felicidad

y la conciencia y los pies limpios

un recayente es entonces un desalterante

de donde se sigue que

nadie se rehabilita sin alterarse

pretender la rehabilitación alterándose es una triste redundancia

nuestra condición es la recaída y la desalteracion

y a mi me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera

que por lo demás ignoro…

En un intento por trasladar semánticamente este entendimiento lúdico al plano de la lectura, he registrado ciertas recaídas en mi adolescencia con algunos textos de Shakespeare.

Me llama la atención, que en buena parte de la obra del genial dramaturgo inglés, la figura de la mujer no tiene por destino un buen lugar, la reina Gertrudis ilustra de buen modo el ejemplo, una figura desafortunada en su juicio y sus actos, que en el único momento en que decide obrar por sí misma, es para negarse a no beber la pócima envenenada que el rey tramó para Hamlet, su hijo bienamado y temido, es el único momento de la obra que la reina no hace caso a su marido, y termina muriendo por ello, sin alcanzar a comprender, desencadenando la tragedia.

Decía Oscar Wilde que había dos clases de personas, las que son encantadoras, y las que no. Traslado a la escritura esta aseveración, y abriendo al azar una página cualquiera, me deleito en el encanto de sus versos inmortales, prescindiendo de lugares calcinados, e imbuido del artificio y la bella arquitectura.

¡Así se rompe un corazón! Buenas noches, dulce príncipe, y que un coro de ángeles arrulle tu descanso.

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