viernes, 11 de diciembre de 2009

Preguntas...


¿Cuándo empezó el tiempo y donde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es solo un sueño?
¿Acaso lo que veo, oigo y huelo no es solo apariencia de un mundo ante el mundo?
¿El mal existe de veras y acaso existen personas que son malas?
¿Cómo puede ser que yo, el que soy, no existiera antes de que yo fuera, y que en algún momento, el que soy ahora, ya no será el que yo soy?


El ángel Damiel, las alas del deseo

Cuando hacemos lo que hacemos ¿no dejamos de ser?
Y lo que somos, cuando creamos ¿no es acaso sombra de una sombra?
¿Somos videntes los poetas cuando ocurre lo que ocurre?
¿No vamos como transportados a la computadora o al cuaderno?
¿Escribimos poesía cuando escribimos poesía?
¿Dejamos de ser?
Entonces ¿Qué nace?
¿Simplemente una escritura?
¿No somos otros?
¿Cómo puede ser que el poeta, cuando es, no existe más que en su fragmentada abstracción?
¿Y que en algún momento, el que deja de ser, busca denodadamente salir hacia dentro?
¿Cómo es posible que el poeta quiera leer lo que escribió como si no lo recordara?
¿A qué se debe esta soledad, y ese vaso vacío, y esta orfandad de estar quieto después del después?
¿Crea el poeta un mundo ante el mundo o lo crea dentro de el?
¿Cómo hace para tomar su desayuno sin desprenderse los pájaros detrás de las orejas?
¿Busca el poeta fijar un vértigo?
Y si lo atrapa en algunos versos ¿qué hace?
¿Lo embellece con otros versos?

Aquello que nació de lo impostergable ¿deber ser resignificado?
¿Para qué?
¿Para que otros lo entiendan?
Si lo que está oculto al entendimiento el poeta lo resignifica y lo arroja al viento de lo que se comprende ¿no sería entonces el poeta un ladrón de fuego encargado de traducir lo incorpóreo para luego fosilizar los vestigios de la razón?
¿No se pulveriza de ese modo lo candente de su vórtice?
¿Es esa la tarea? ¿Extraer la simiente del éter difuso para luego ofrecerlo como mendrugos a los lectores?
¿Eso no lo hace infeliz al poeta?

A veces siento la inutilidad de este gesto, y después sé, porque me ha sido dado saberlo, que otra cosa no puedo hacer más que balbucear paradojas y absolutos, beber un licor áureo donde nadar en lo disoluto, y no saber que es lo que sigue, ni porqué…

y así hasta no llegar donde apenas se prosigue.

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