sábado, 1 de agosto de 2009

El oficio de la escritura


A James Macpherson, poeta británico de fines del siglo XVIII, le encargaron que publicara todo lo que documentara sobre antiguos manuscritos gaélicos, con el objeto de compilar la narrativa oral de los pueblos pertenecientes a las Highlands de Escocia, las tierras altas de este pueblo de guerreros. Tareas como esas ya no se encomiendan a los poetas contemporáneos, como tampoco se estila que cada monarca tenga su poeta que cante las gestas que lo enaltecen.
Se sabe que Macpherson acepto el pedido y estuvo cerca de un año investigando manuscritos mientras recorría las aldeas escocesas. Lo ayudó el oficio y el haber escuchado de niño narrativas épicas recitadas en gaélico, tal cual se estilaba en la Escocia de esos años. Lo cierto es que Macpherson tenía un conocimiento oral de la cultura celta, el había escuchado siendo niño a los bardos, quienes solían recitar textos épicos escoceses en idioma gaélico, por lo tanto reunió esos fragmentos y los publicó en Edimburgo bajo el nombre de los “Poemas de Ossian”.
Nos sorprendería saber que ese encargo lo podríamos llevar adelante con las actuales comunidades indígenas, si bien se pudo recopilar mucha tradición oral, aún quedan pueblos enteros en las periferias de grandes ciudades que día a día van perdiendo lo poco que rememoran de sus ancestros.
Libros dispersos van deambulando por allí, sin que nadie lo percate.
Es el fuego de la memoria que se lleva a los ancianos y deja inconclusas las historias que nunca tuvieron un final.
Extrapolando la cuestión ¿No fueron acaso los rapsodas quienes, seguramente sin saberlo, le otorgaron un contexto y una arquitectura a la Ilíada y la Odisea? Homero simplemente estableció un punto de fijeza, y desde entonces aquel poema dejó de suprimirse, y de extenderse.
Por lo visto, dado los testimonios que se fueron perdiendo, y las referencias dispersas, los poetas actuales tendrían por delante un territorio devastado para poder completar la transcripción de una narrativa oral y conformar una compilación, confiada a los pocos escritores de pueblos originarios que intentan, con su oficio, recrear y recuperar tiestos de una cultura.
Lo que aún queda es la memoria desvencijada de diversas lenguas autóctonas, que resisten murmurando, los embates del pensamiento único.

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