Nada se compara
Nada se compara a ti...
la dulce voz de Sinead O’Connor
(mientras pienso en mi mujer)
En algo que no era, una idea, un rapto de energía, me descerrajó, para atravesar extraviado un plano inclinado de
violetas...comulgué en éxtasis (como Viel, el epifánico Viel), fui cegado por
el sol, apartando la posibilidad de una sentencia. Había espigas doradas bajo
el crepúsculo, y mi camino no era el prometido.
Ahora vivo una vida, entonces renegaba por abrir
resignadamente la puerta de la rutina, adornada con flores muertas, un jardín
que no era mío, y la compasión...
Me tomaba un tiempo para beber café, hacer un fuego a
medianoche, mirar las hojas de un fresno llegar al suelo. Simulaciones. Un modo
sutil de no pensar en aquello que se imita.
Dejé a un lado las frases inconclusas nunca pronunciadas,
las conversaciones previsibles, la conveniencia de un uniforme. Y desde que
estas cerca pude ver lo que no he sido.
Un campo seco, de crujiente amarillo, con espinas rosadas,
como cuando veía el mundo desde concepciones barroquistas, y lo conjeturaba con
distorsiones, con una alambrada que probablemente haya cavado en mis sueños,
sembrando límites, curtido por el desamparo.
Entonces no logro entender si la idea es un simulacro,
tardíamente devanada, que ofrece frutas amargas, la posibilidad de cultivar una
huerta ¿Cuántos de nosotros, oh desangelados poetas, hemos podido?
Intentaré
una vez más la construcción, pero solo me importará que estés cerca, porque me
empiezo a dar cuenta que nada mas importa.
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