sábado, 18 de julio de 2015

Mensajes que se guardan en recintos que se olvidan


Los mensajes se van acumulando, quedan a la espera de un momento acaso irresuelto, donde sea posible recordar porqué los hemos apartado en un recinto virtual, sin tener por destino el éter o la papelera. Parecen cartas encomendadas a la memoria, para recordarnos que alguna vez, por motivos que pronto olvidamos, optamos por suspender su lectura, en ese almacenar permanente que uno encuentra en la selva digital, y entonces repaso el listado de lo que guardo, y encuentro partes con las cuales trabajaré luego en construcciones nuevas, abrevando en las ideas como madejas donde urdir apreciaciones, tensando las palabras hasta encontrar nuevos significados, probablemente otros elementos simbólicos...

A propósito, algún día tomaré un texto clásico, lo elaboraré como si fuera una partitura, le agregaré trozos de ideas que tengan la virtud de una concatenación, e inauguraré sin urgencia la posibilidad de un despropósito, los críticos dirán de un artefacto fungible en relación a teorías propias de un sincretismo literario, después la estructura será llenada con una bolsa de palabras, el texto, la eventual arquitectura del texto, respetará sus variables y su esquema, pero se extenderá arborescente, para intentar desde su periferia habitar otros planos bajo otras secuencias narrativas, para cuando lo termine, me quedará la intrépida tarea de hurgar sobre sus tubérculos, lo que hay en esa tierra negra, cuando las palabras apenas se reconocen entre los amaneceres purpúreos de una madreselva.

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