¿Es posible arrojar hubiéramos como migas de pan?
Miré a una anciana rodeada de palomas, sentada sobre un monolito, entre dos pinos inmóviles, el tiempo cubierto de ramas.
Cuando pensé en la lluvia estaba amaneciendo, una madre llevaba a su hija a la escuela, las nubes parecían romperse, a la niña no le importó saber que sus botas iban a mojarse.
A la
anciana la vi desde el auto, cuando volvía del trabajo.
Algún
ángel sin alas, desde algún jardín sin macetas, tejió sin apuro esas
remembranzas.
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