Quisiera conjeturar sobre la edad de la remembranza, cerca de los pliegos rosados, debajo de la bóveda celeste, donde las estrellas se juntan al anochecer.
Tiene que ver con el primer verso leído a solas, en medio de la penumbra de un cuarto olvidado, entre las hojarascas de la casa que parecía brillar.
Siempre
hay un fuego que nunca se apaga, no fui yo el que lo encendió.
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