jueves, 4 de marzo de 2010

El zapatero meditativo

Una tarde, en su casa de Santos Lugares, escuchamos con Ernesto Sábato un leve golpeteo detrás de una de las viejas paredes, justó allí donde descansan sus pinturas, recuerdo que el maestro le prestó mucha atención a ese hecho banal, y después caviló, como para sus adentros ¿ves? Me dijo, ese ruido lo debe hacer un zapatero, debe haber uno detrás de esta pared, en la casa contigua… mientras hablaba el sonido se perdía impreciso.

Los zapateros ejercen un oficio en el que es preciso meditar mientras se trabaja-me dijo-, presta atención cada vez que veas uno, no es como otro oficio en el cual no es necesario reflexionar sobre lo que se hace, ellos sin embargo parecen abstraídos mientras toman el pequeño martillo y el punzón, es un oficio muy noble que requiere soledad y que no haya interferencias del mundo exterior, ellos simplemente meditan mientras arreglan sus zapatos…

Esta conversación ocurrió a principios de 2002, desde entonces mucha agua pasó debajo del puente ¿somos el agua o somos el puente?

Dicen que el maestro ya no lee ni pinta, que está un poco ciego (justamente él) y que disfruta que le lean.

En aquel momento llegué a escuchar que el zapatero era de Italia o Alemania, y que Don Ernesto no podía recordarlo, vaya a saberse en qué cuaderno habrá guardado lo que escribió.

Quiero resguardar esto, las cosas pasan, las circunstancias se olvidan, después un viento nos desvía la mirada, prosigue lo que se añora, tal vez de eso se trate.

Al irme, recordé la foto de una mujer, en una columna de su cuarto de estudio, cerca de la puerta, porque tenía la mirada de Alejandra, y probablemente lo era.

Vaya a saberse…


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