viernes, 17 de diciembre de 2010
Hasta el año que viene...
jueves, 16 de diciembre de 2010
Desmenuzando evidencias
El hilo del poema que llega hasta el estanque,
hasta perderse en su voz muda, luego quedan murmullos y alguna que otra
conjetura, alguna que otra inmovilidad.
Así pareciera quedar anclado el derrotero de los poetas que escriben en sus bitácoras, mientras un oleaje los socava, comulgando una empatía y una suerte de encuentro en el que hay por toda compañía un vaso a medio terminar, algunas hojas en blanco y un silencio nocturno en la ciudad aparentemente dormida.
Hay algunas construcciones que desmenuzan
evidencias, y desde allí irrumpe el pensamiento, en una periferia que sin
embargo habilita el discernimiento de estructuras, poblando de componentes los
desvaríos y las desarticulaciones.
Se avanza desde lo que se supone que es el entendimiento de una obra, nacen mesetas que sobrevuelan -en su comprensión- los confines de aquello devanado y comulgado.
Luego, un crítico analiza las diferentes interpretaciones e instaura con su estudio un plano de abstracción que pretenderá significar el contexto.
Así surgen estéticas a las cuales algunos lectores adscriben, probablemente sin haber conceptualizado la matriz original, la piedra angular de lo creado ¿cuántos de estos volcanes son desollados desde una imbricación somera de elucidaciones, sin cercanía con lo candente? ¿Cuántas de estas concepciones quedan en el lodo de lo que se pretende justificar?
Por tal motivo arrojaré mis presunciones sin
revisar los preconceptos, y que algún día alguien descubra estas escamas
superpuestas, que no ocultan otra cosa que mi propio desasosiego ante el eterno
clamor de la poesía.
sábado, 11 de diciembre de 2010
Los alcances de la lengua
Con respecto a los poetas jóvenes de España,
recientemente Antonio Gamoneda lamentó que la poesía española “haya tenido una
vía descendente, no resultando comparable con el soberbio momento de la poesía
de preguerra”.
Por otra parte, aseveró que “los poetas de
España han pensado que deben hacer una escritura realista con lenguaje
normalizado, que a su vez sea una crítica al sistema dominante”.
El escritor considera que la poesía es un “lenguaje impredecible, un no saber sabiendo”. En esa línea adscriben poetas de la talla de Juan Gelman: “hay callejones de la lengua castellana que no se han cerrado, están ahí latiendo y todavía dan de comer”.
En estos tiempos inciertos, suele discutirse los límites de la ortografía, la lengua y el sentido, mientras el poema transita su lugar calcinado, donde acaso pueda verse lo que las palabras han descarnado.
A veces creo que estas vicisitudes no podrán modificar las circunstancias, pero sí, como afirma Gamoneda, intensificar la conciencia de los lectores.
A proseguir entonces, la inaudita búsqueda
sábado, 4 de diciembre de 2010
Reflexiones sobre la poesía, de René Menard
“La verdadera poesía no consuela de nada”
Para René Menard la naturaleza (la que se encuentra dentro y fuera de nosotros) es la materia inicial de la poesía. El acercamiento del poeta se realiza desde la contemplación y el asombro, del que es parte.
Las personas resultan por sí mismas la medida
del valor de la belleza.
El movimiento del espíritu determina la
necesidad de la obra de arte, hay allí un deber que no es preciso contemplar,
lo que otorga a la belleza un sentido variable, en donde el poeta resulta una
medida de su valor.
Se trata de tornar explícito el movimiento del
alma, transmitir esa acción a través del empleo de la palabra.
Luego habla de disposiciones intelectuales que
parecerían facilitar una receta de cómo debe el cuerpo prepararse para la
creación.
Pero en un recóndito de su libro aparece esta afirmación:
“la moral gusta expresarse por la voz
profética de la poesía”
Pregunto: ¿hubo en los llamados poetas
malditos un intento por apresar el entendimiento de la moralidad? ¿No se trata
de un precepto ajeno a la poesía?
Creo que el poema, cuando es creado, no
imbrica en su plano de inmanencia acercamientos hacia la moral, a lo sumo el
poeta acepta la presencia tal vez visible de un ente que sobrevuela el plano creativo,
pero no la comulga, no llena de componentes ese plano, se trata en todo caso de
una relación no vinculante con el acto de escritura.
Los preceptos morales son inherentes a la condición del hombre, de allí se habilitan las nociones de “bueno” o “malo”, aquello que según los dictámenes de la conciencia recibe una calificación en un contexto determinado.
Un poeta cuya periferia ronda lo candente ¿Intentaría conscientemente apresar una noción de belleza mientras examina el territorio de lo moral? ¿Hay belleza en la moralidad? ¿No se trata de un rostro inexpresivo, aunque sereno, con tesitura de mármol? ¿Revelar la belleza supone una comprensión de los preceptos morales?
Tenemos, o solemos tener, un “mientras tanto” que se cae a pedazos, que nos contextualiza en celdas analíticas mientras las cosas pasan, acceder a una verdad revelada, así se encuentre encriptada bajo embelecos confusos ¿No genera en el alma la sensación de resguardo, de inusitada comprensión por algo que no se comprende?
Aunque también tiene sentido suponer que la
lectura de un poema no consuela de nada si pretendemos, con el análisis
nocturno, devanar lo que está detrás de la palabra, aquello descubierto por el
poeta bajo otros tiempos y otras capas veteadas. Allí sí tiene sentido
conceptualizar la idea de que, lo que apenas puede comprenderse, no implique un
consuelo para quien busca desbrozar esa evidencia. Pero también puede ocurrir
que dicho acto implique en su contexto el mínimo significado de un consuelo,
por el mero hecho de haber abordado lo inusitado y lo candente, abrazados a
teorías y eventuales marcos teóricos.
Pero lo que me inquieta es que, si como dice Menard, la verdadera poesía no consuela de nada ¿por qué suponer que la moral gusta expresarse por la voz profética de aquello que no consuela?
Moral, del latín “mores”, cuyo significado es “costumbre”…