sábado, 19 de noviembre de 2011

El otro yo

Suelo tener presente una imagen cada vez que me voy a dormir, es recurrente. Me encuentro viajando a la costa por la ruta, de noche, porqué sé que a unos kilómetros, bajo la noche profunda, encontraré un parador donde poder tomar café y comer algo (conozco el sitio), luego ocurrirá lo de siempre, sentir que necesariamente la vida no es otra cosa que aquella circunstancia, el otro yo que espera en vano más allá del campo estrellado y la penumbra. Es entonces que trato de sacar algunas frazadas, correr los asientos para adelante, hacerme un lugar dentro del auto en la parte trasera, y dormir, dormir en una situación totalmente infrecuente, esperar los primeros albores rojizos de la mañana dentro del auto, luego bajar, estirar las piernas, llenar el termo de agua caliente, y salir a la ruta, hasta llegar al mar.

No hay noche que no piense en esto, y no sé porqué, no encuentro realmente un motivo, pero la sensación es que una parte de mi espera llegar y encontrar el día, y encontrarme...

Ayer fue diferente, me acosté tarde luego de dormir a mi hijo, y no pude conciliar el sueño hasta las 6 de la mañana, dejé a ese “otro” sentado dentro del auto, con las cuencas vacías, mirando la nada. Lo abandoné a su suerte, supe que no tenía propósito, que alguien dentro mío clamaba vivir el día, llegar a algún lugar, construir algo con mi mujer.
Lo dejé adentro del auto, a ese “yo” que habito todas las noches, no sea cosa que la vida se me pase de largo, y me encuentre deshaciendo ovillos mientras aquel cadáver se pudre en la espera de un momento y de una circunstancia.
“aquí” tengo un yo del cual quedan ciertos silencios, ciertas estructuras. En aquella ruta, esperan mis fantasmas, cumplir el día de enfrentar exiguos temores, ansiando dejarlo atrás, para que despierte en algún páramo del destino, ese yo por el que siento alguna culpa, alguna lástima, para que salga del auto, y se vaya a casa, que viva una vida, que no crea en mi, porque no es bueno tener retazos de un yo desvaído abandonado a su suerte, y que cada noche me acompañe mientras hago de cuenta que vivo mi vida.

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