sábado, 5 de noviembre de 2011

Sobre fuegos y fulgores

A veces sucede.
Una película que representa, en un momento dado, la periferia de un contexto, mediante la utilización de un personaje que termina siendo conceptual por las circunstancias, y aún con débiles argumentos, logra hundir un puñal en el corazón adolescente, arrastrando legiones de seguidores a pesar del paso del tiempo (ya pasaron 17 años del estreno de "el cuervo" y aún suscita controversia entre críticos y seguidores).
Ayer la vi nuevamente, sin tener razones concretas, volviendo sobre la extraña muerte de Brandon Lee (que tanto permite asociar la desaparición de Heath Ledger en Batman).
Suelo creer que algunas escenas son esencialmente cinematográficas, logran perpetuarse en el imaginario colectivo a fuerza de provocar un grado de pertenencia cuyas razones resultan complicadas de entender. Bajo este punto es imposible no recordar el rostro pálido de Eric Dreven tras los cristales rotos y la omnipresente música de The Cure, mientras la cámara se va alejando entre una atmósfera de gárgolas y claustros oscuros. Probablemente se trate de un mérito que explique su incidencia, como también haber representado desde el movimiento gótico y dark el clima opresivo del film (por aquel entonces en una curva ascendente). Estas piezas son extrañas, para muchos críticos se trata de una película sobrevalorada, y no se sabe hasta qué punto se puede circunscribir el éxito de la película (o su recuerdo), a la misteriosa muerte de su protagonista.
Hay citas de Milton y Poe, pero resultan inconsistentes para el marco de la historia.

Me ha pasado con algunos libros de poesía lo sucedido con esta película. Poetas que representan un contexto, pero que quedan atados al mismo, y con el tiempo generan una suerte de veneración entre los lectores, quienes suelen recrear el impacto lejano, provocando nuevas lecturas, mientras cierta crítica insiste en desacreditarlos, reduciendo su valorización al contexto de la época.
Poetas que escribieron algunos versos realmente buenos, y se perdieron en ellos, provocando disparadores tardíos en el análisis de aquellos textos.
Poetas que abandonaron su obra, y comieron de sus mendrugos, conservando cierto misterio, mientras el tiempo se convirtió en un testigo ausente.

Como la película, sus versos se leen de tanto en tanto en algunos sitios web, y recurrentemente algún noctámbulo visita el espacio, y arrastra consigo la poesía, la que ardió en aquel momento, como los fuegos de la noche de brujas, oscuramente arrojados por la pantalla, desde un cine cualquiera de los 90’.

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